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Lugar mágico: Los cátaros franceses


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2013  •  8.951 Palabras (36 Páginas)  •  353 Visitas

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Lugar mágico: Los cátaros franceses

“Creían en la existencia de dos dioses: un dios del bien (Dios) y otro del mal (Satán), que había creado el mundo material. Eso les llevó a hacer votos de castidad, pues se negaban a procrear y dar más adeptos al diablo. Se llamaban a sí mismos perfectos”.

Creo que una de las más bellas regiones del mundo es el Languedoc, una parte de los Pirineos que se encuentra al sudoeste de Francia. He estado allí algunas veces, y me han impresionado sus valles, montañas, vegetación y ríos. Sin embargo, como el ser humano es absolutamente imprevisible, fue precisamente en este magnífico lugar donde nació la primera gran “herejía” europea: el catarismo.

Se han escrito muchos libros sobre el tema. No obstante, se puede resumir la filosofía cátara así: el universo fue creado por el demonio. Toda esta belleza aparente es obra de él.

Según la enciclopedia, los cátaros creían en la existencia de dos dioses: un dios del bien (Dios) y otro del mal (Satán), que había creado el mundo material. Eso les llevó a hacer votos de castidad, pues se negaban a procrear y dar más adeptos al diablo. Se llamaban a sí mismos “perfectos”, y estaban dispuestos al martirio para probar la importancia de su creencia.

El final simbólico del movimiento, que desencadenó las primeras Cruzadas de las que se tiene noticia, tuvo lugar el día 15 de marzo de 1244 en la fortaleza de Montsegur: después de un prolongado asedio, durante el cual se les dio a elegir entre la conversión al catolicismo o la muerte, aproximadamente 250 “perfectos”, hombres, mujeres y niños, bajaron la montaña cantando y se tiraron a las llamas de la hoguera encendida con esa finalidad.

Durante mucho tiempo me interesé por el catarismo. En 1989 conocí a Brida O’Fern, que había sido cátara en una encarnación anterior. A comienzos de aquel mismo año había conocido a Mónica Antunes, hoy amiga mía y agente literaria.

Como yo necesitaba, por razones espirituales, hacer el camino cátaro (una ruta que une los castillos/fortalezas de los “perfectos”), la invité al recorrido.

Mónica y yo llegamos al pie de la montaña de Montsegur en una tarde de agosto: habíamos planeado subirla al día siguiente. Después de comer fuimos a charlar al lugar donde se había encendido la hoguera, casi 800 años antes (indicado por un insignificante monumento). El cielo estaba encapotado, con nubes tan bajas que ni siquiera podíamos ver las ruinas en lo alto del gigantesco peñasco. Para provocar a Mónica, dije que tal vez sería interesante subir aquella misma noche. Ella respondió que no, y me sentí aliviado: ¿y si hubiera dicho que sí?

En ese momento, para un coche, de la misma marca y color que el mío. Sale de él un irlandés y pregunta, como si fuéramos de la región, por dónde se puede subir a la roca. Le sugiero que lo haga con nosotros al día siguiente, pero él está decidido a subir esa misma noche: quiere ver la salida del sol allá en la cima, dice que tal vez él también fue cátaro en otra vida.

Y todo parece encajar: Brida, la obligación de hacer el camino cátaro, la broma minutos antes con Mónica, y ahora aquel hombre allí, con un coche igual al mío. Es una señal. Voy al hotel de la aldea y consigo una linterna, la única allí.

Una vez en la fortaleza de Montsegur entramos y contemplamos las ruinas. Admiro la belleza del firmamento, me pregunto cómo llegamos allí sin ningún percance, pero pienso que es mejor dejarse de preguntas y tan solo admirar el milagro. Los cátaros contemplaban este mismo cielo, y aun así pensaban que todas estas estrellas eran obra del demonio. Jamás entenderé a los cátaros, por mucho que respete la integridad con la que se entregaban a su fe.

Volví a Montsegur, pero nunca más conseguí encontrar el camino que tomamos aquella noche en 1989. Los misterios existen.

Dios escucha a todos: diversos lenguajes

Sin importar las creencias religiosas, los hombres llevan el mismo mensaje de Dios a sus semejantes a través de la oración diaria.

Un misionero español visitaba una isla y encontró a tres sacerdotes aztecas.

–¿Cómo rezáis?, preguntó el sacerdote.

–Solo tenemos una oración –respondió uno de los aztecas–. Decimos: “Dios, Tú eres tres, nosotros somos tres. Ten piedad de nosotros”.

–Hermosa oración –dijo el misionero-. Pero es una oración que Dios no va a oír. Os enseñaré una mucho mejor.

El sacerdote les enseñó una oración católica, y siguió su camino de evangelización. Años más tarde, en el barco que lo llevaba de vuelta a España, tuvo que pasar de nuevo por aquella isla. Desde la cubierta, vio a los tres sacerdotes en la playa e hizo un gesto de despedida.

En ese momento, los tres comenzaron a caminar por el agua, en dirección a él.

–¡Padre! Padre! –gritó uno de ellos, mientras se acercaba al barco–. ¡Enséñenos de nuevo la oración que Dios oye, que no la recordamos!

–No importa –dijo el misionero al ver el milagro–. Y entonces pidió perdón a Dios por no haber entendido antes que Él hablaba todas las lenguas.

A continuación, algunas de estas oraciones:

Enseñanzas: El hechicero mexicano

“No tiene la menor importancia lo que puedas esconder o mostrar a tu semejante, porque tú sabes quién eres. Y si no te aceptas como eres, ni siquiera la más profunda enseñanza filosófica podrá tener efecto alguno”.

“Cuando sale el sol, voy a trabajar. Cuando el sol se pone, vuelvo a casa y descanso. Cavé el pozo del que saco agua para beber, y cultivo el campo que me da el alimento. Actuando así, estoy en perfecta comunión con el Creador, y no hay rey que pueda hacer nada mejor que eso”.

Este antiguo texto chino también sirve para sintetizar la filosofía de uno de los más importantes pensadores de mi generación, Carlos Castañeda. Sus enseñanzas, condensadas en una serie de libros, fueron siempre objeto de críticas y dudas, pero tuvieron un gran impacto en mi vida. Como hoy en día ya prácticamente nadie sabe quién es Castañeda, al menos una vez al año transcribo y comento algunos de sus fragmentos. No sé si con ello conseguiré que no sea olvidado; pero, por lo menos, al hojear sus páginas, me encuentro con una obra que se renueva a cada lectura.

La energía y la libertad

La libertad es la única fuerza verdadera que conozco. Libertad de volar más allá de los propios límites. Libertad de dejarse llevar por el viento, de disolverse. Libertad de ser como la llama de

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