MEMORIAS EN SILENCIO
Enviado por Erika Nayibe Aguirre Galindo • 6 de Abril de 2016 • Apuntes • 1.159 Palabras (5 Páginas) • 251 Visitas
UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA
GUERRAS EN CENTRO AMÉRICA
ERIKA NAYIBE AGUIRRE GALINDO
MEMORIAS EN SILENCIO
La violencia en Guatemala se manifiesta en su historia política, aunque no es tan solo el resultado y herencia de la guerra Introducción civil; es producto además de las condiciones del contexto que explican la presencia de comportamientos violentos y de las estructuras sociales y políticas que proveen la estructura de incentivos para la persistencia de la violencia.
La persistencia de la violencia se analiza desde un punto de vista histórico, considerando el contexto y teniendo en cuenta las estructuras sociales, pero, al mismo tiempo. La violencia armada en Guatemala se ha transformado y, si bien está ligada al pasado, hoy en día no afecta a los mismos grupos poblacionales de antes y su escala y distribución geográfica son diferentes. Los instrumentos con los que se ejerce y quienes la ejercen no son los mismos del pasado ni las motivaciones que la promueven son iguales.
Los cambios que distinguen la violencia son difíciles de entender y de conceptualizar, debido a que el fenómeno de la violencia, al responder a múltiples incentivos se trasforma y, en el mejor escenario, se reduce. La transformación de la violencia es un proceso de cambios que se dan en respuesta a incentivos externos e internos, con el objeto de causar daño.
La historia de violencia en Guatemala se puede definir como un genocidio de población durante la guerra civil de 1960-1996, se realizaron acciones de terrorismo de estado, donde se evidencia la violencia política contra sindicatos, organizaciones estudiantiles, obreras, campesinas y eclesiásticas; este es el segundo periodo (1962-1996) del enfrentamiento armado. La oleada contrarrevolucionaria y anticomunista que empezó a tomar forma en 1954 y que llevó a una profundización del autoritarismo, la exclusión política, las violaciones a los derechos humanos y la militarización del Estado, todo esto en estrecha relación con la adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional, desembocó en una radicalización de los grupos de izquierda de Guatemala. Estos grupos, que aunaban el malestar de ex funcionarios de los gobiernos de Arévalo y Arbenz, líderes de partidos políticos azotados por las prácticas contrarrevolucionarias, militares involucrados en el levantamiento del 13 de noviembre de 1960, estudiantes, maestros y campesinos, se alzaron en armas ante la ausencia de espacios democráticos.
En medio de esta agitación política y social, el 26 de febrero de 1962 militares exiliados dieron a conocer el Frente Rebelde Alejandro de León Aragón 13 de Noviembre, este movimiento tenía como objetivo la constitución de normas democráticas que se ajustaran a las demandas y realidades del pueblo Guatemalteco. Este frente, en alianza con el Partido de trabajo Guatemalteco, el Frente 20 de Octubre y el Movimiento 12 de Abril, creó en diciembre de ese mismo año las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y su brazo político, el Frente de Unidad Revolucionaria. Esta formalización de la lucha armada dio pie al diseño de un modelo contrainsurgente, apoyado por Estados Unidos, que se hizo más explícito, en cierta medida como respuesta a la profundización de la lucha guerrillera, tras el golpe de Estado del año 1963. Este golpe, ideado y ejecutado por altos mandos militares para derrocar a Ydígoras, llevó al poder al coronel Enrique Peralta Alzuldia, quien gobernó en permanente estado de sitio desde 1963 hasta 1966. Durante este periodo se presentó una militarización del Estado y de la sociedad civil en un afán por aumentar la lucha contrainsurgente, al mismo tiempo que se disparó la corrupción de las entidades estatales y una marcada negligencia del sistema judicial para actuar frente a los casos de violaciones a la Constitución y a los derechos humanos. El modelo contrainsurgente, ahora apoyado no solo en la Doctrina de Seguridad Nacional sino también en la Carta Constitucional de 19659 y en la reestructuración institucional que le siguió, se consolidó en las elecciones de 1966. El ganador de los comicios, el presidente Julio César Méndez Montenegro, suscribió pactos secretos con los militares en los que se comprometía a continuar la lucha contrainsurgente y a integrar un gobierno de unidad nacional que excluyera de plano cualquier elemento comunista acudiendo incluso, de ser necesario, a desapariciones forzadas y asesinatos selectivos.
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