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Planes De Velocidad Lectora


Enviado por   •  4 de Febrero de 2012  •  1.004 Palabras (5 Páginas)  •  884 Visitas

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Otra forma de evaluar la velocidad lectora en la lectura silenciosa

Esta evaluación se hace a nivel individual, es decir, alumno por alumno y necesitamos obligatoriamente un reloj con cronómetro (hoy aparecen en los teléfonos móviles) y un texto cuyo número de palabras estén consignados.

Para saber la cantidad exacta de palabras haga lo siguiente: Coloque el texto que va ha ser leído en WORD (Microsoft), déle un clic a ARCHIVO y busque la opción PROPIEDADES, luego ESTADÍSTICAS y encontrará el número exacto de palabras que tiene la lectura.

Controle el tiempo de lectura desde el inicio hasta el final y obtenga la velocidad lectora a través de la siguiente operación:

Divida el número de palabras del texto entre el tiempo de lectura convertido en segundos y, finalmente, multiplíquelo por 60 y nada más. El resultado será la velocidad lectora de ese alumno.

Voy a ponerles un ejemplo:

El texto que vamos a leer tiene 407 palabras (verifíquelo, por favor):

-Siempre he sido distraído; ya es de noche y ni me había dado cuenta qué hora es, ni qué día es hoy, ni cuándo es mi cumpleaños -dijo el enano.

-Ya lo sé -contestó la enana- siempre te olvidas hasta de tu nombre, pero lo bueno es que eres el hombre más bondadoso del mundo. No sé si es por tu distracción o porque tienes el corazón de los hombres grandes que no conoce odios ni resentimientos.

-No es para tanto -respondió el enano- claro que sé que mi nombre es..., es..., ah..., ya sé... mi nombre es Fortunato Tomás Massi Silva. No es tan difícil, solo es cuestión de recordar el primero y los demás van apareciendo solos. Además, no soy tan bueno como tú me pintas; el otro día, sentí envidia al ver crecer a unos niños.

La diminuta mujer lo miraba tiernamente, parecía que le gustaba verlo en estas situaciones en donde él trataba de parecer un tipo duro y cruel.

Se habían conocido en un circo italiano hacía ya nueve años y desde entonces, ellos no se habían separado ni un solo día. Ambos se querían con un amor tan puro, inocente y hasta casi infantil. Ella lo amaba tiernamente y él la amaba tanto que nunca se olvido de llamarla por su nombre.

Un día domingo, mucha gente había ido al circo, y el pequeño realizaba su acostumbrado acto: caminaba sobre la cuerda floja a cinco metros de altura. Se le veía distraído, preocupado, parecía que este no era el día que él hubiera querido que sea.

Cuando faltaba muy poco para finalizar su acto, perdió el equilibrio y cayó violentamente. Hubo un silencio breve que encendió cientos de voces y gritos desesperados.

El pequeño, tirado de bruces, contó mentalmente hasta veinte y se levantó como si hubiera sido expulsado por un cañón; caminó hacía el centro del escenario y saludó al público que despertaba del engaño. Recordaron que los enanos, siempre hacen cosas de ese tipo.

El hombrecito había caído sobre un colchón de espuma, especialmente camuflado en el suelo, con el que daba fin a su gran actuación. Lo aplaudieron hasta que desapareció tras el enorme

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