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Sublimación y libertad


Enviado por   •  13 de Enero de 2014  •  2.264 Palabras (10 Páginas)  •  221 Visitas

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Hidalguía y Delirio de grandeza: Sublimación y libertad

Escrito por el organismo imantado el 26-11-2010 en Claves de Metodologia Pugnaz

Hidalguía y Delirio de grandeza: Sublimación y libertad

Dedicado a los que sienten no sintonizar del todo bien con su terapeuta

“La subordinación ahoga la individualidad”

Lucifer

En una ocasión tuve la enigmática experiencia de conocer a un hombre controvertido de la naturaleza: Risueño y jovial del exterior; tremendo y profundo en el adentro. Un buen día, para desconcierto de su rededor, declara la firme intención de alistarse al ejército español; y cuando sus congéneres,- que le sabíamos un experimentado insolente, un contestatario bufón, y un indolente indisciplinado,- le preguntamos qué esperaba encontrar en la obediencia al dictamen necio de algún desdentado sargento de artillería, más palurdo que intelectual, encontramos por respuesta: “¡Libertad”!; “Si, si. Disciplina, subordinación, cuerpo, unidad, servicio… Y al través de estos conceptos, libertad” ¿Un loco decís? ¡Sin duda! Y muy probablemente a juicio de algún que otro profesional de la salud; yo diré: “Tanto mejor para él…” En esta digresión, en un guiño a este soñador incomprendido, trataré teoréticamente el erotismo como práctica y experiencia de libertad, sobretodo en la idiosincrasia castiza.

Las opciones son al intelecto lo que el erotismo al sentimiento: Ambos, promesas de libertad; ninguno lo que parece; y sólo uno sincero. Descifrar cuál sea nos es dado mirando el reto al prisma de la locura.

La distancia que media entre los pies y el suelo no pocas veces determina la medida con que dimensionamos la aptitud de libertad, porque la osadía al criterio de realidad no comprende únicamente el primado del querer sobre el conocer, no; sino también la condición de profesar el concepto de rebeldía; sólo la demencia nos alza en señores del significado. ¿Es contingente que el simbolismo esotérico del loco sea la libertad? No. La sabiduría de la insania dicta descreer del estatuto cognitivo de la libertad; mueve a conceptuarla de recibir crédito, sólo de sentimiento.

¿Y el erotismo? Digamos que sea un puñado de opciones de ánimo en sede de una única opción de movimiento; la maniobrabilidad de la elección en el espacio de una sola alternativa; vedada para todos, menos el loco, el enamorado… Y el hidalgo. Sea la institución de la realización allende los parámetros causales, pero, ante todo, sea completitud antes bien que desahogo; ésta es la nota maestra de su sustantividad moral, así como de su intimidad con la libertad. ¿No está la libertad más cerca de la experiencia interna de entereza, de integridad, de complacencia en la unidad, que de la zafadura de impedimentos? Piénsese en un niño cultivado en la multiplicidad de opciones, libre del capricho disciplinario de un tutor represivo. Su desamparo de referentes normativos, esto es, impositivos, pronto le apremiará a verter su atención en sí mismo, donde, ahogado en abrumarse de infinitas relaciones potenciales, será presa de la relatividad, de la conciencia relacional; trabado a tener que constituirse en relación a infinitos referentes potenciales (tantos cuantas vivencias), dispersará su llenazón en un impuesto relativismo; será, en suma, insolvente de profesar los absolutos: En él primará el “depende”, la excepción y el “quizás”; solo de otro asidero que su espontaneidad, escuchará nada más que, cual periodista, el apremio del momento, la verdad del instante; y su libertad se esparcirá en la arena de tanta posibilidad, por no poder erigir una perspectiva en cimentación tan dispersa: “Ante la infinitud de opciones se dolerá del desesperar de lo eterno posible*1”

Pensemos, de otro extremo, en el hijo de un activo dispensador de prescripciones; de un prolífico tirano; de un proverbial “cerdo sentencioso”. Aquí la medida de la intransigencia del uno, modula y dice la estrechez opcional del otro; y esto: ¿Afecta su libertad a peor? ¡Antes al contrario! Observémoslo al través del calidoscopio erótico: En el hijo, el constreñimiento normativo -impositivo- paterno canaliza su potencial anímico en una sola dirección vital de dos sentidos: Suscripción o rebeldía; ambas conducentes a la solemnidad de la entereza.

Estas dos categorías constituyen precisamente las únicas fórmulas de profesar erotismo, y la naturaleza de las dos guarda identidad sustantiva; la segunda es una manifestación matizada de la primera: La rebeldía es la sublimación de la suscripción abnegada, esto es, su canalización o traducción en unos términos en que la conciencia tenga complacencia; buena parte de nuestras nociones morales se revisten de este refinamiento mutante del significado, para enrome confusión en la aprensión de nuestros principios rectores. El propio Freud atribuye este proceso a la maquinaria onírica, consistente en disfrazar nuestros deseos trasnochados, en formas apacibles al pudor despierto, a través del ilustre fenómeno del “desplazamiento de contenido*2”-a otra digresión refiero la aplicación de este concepto al imaginario político-. Pero la sublimación encierra un significado harto más hondo: Esconde la virtud de imprimir ética y de vivificar; de insuflar libertad, en suma, a lo que hasta entonces no era más que una pulsión primordial; convierte a las fuerzas de la apetencia y el apremio a las filas de la elección; y “la ética está en la elección3*”. Así, el amor, la gran potencia liberadora de los cristianos para muchos no sea más que sublimación del interés sexual. ¿Mero maquillaje entonces? Ni mucho menos. ¡Liberación señores!, liberación. (Véase la lectura ocultista de esta pulsión primigenia en “Misticismo y Mesticismo”)

La rebeldía expresa la superación del excepcionar, -de la reconvención lógica- porque articula su negación sin las represivas armas del pensamiento; hace el disenso desde la creatividad, y no en la enervación; mas probablemente suceda que su negación sea, en verdad, afirmación encubierta; “La crítica a la ciencia no puede ser desde la ciencia misma, ha de ser desde el arte4*”Yo añadiré: No sea crítica, ¡ha de ser rebeldía! Pues su enorme virtualidad erótica, o -pudiéramos decir ya a estas alturas de nuestra relación-, libertadora, radica en constituir la genuina plasmación práctica, y también política, de la “alienación artística” que Marcuse conceptuara el cauce óptimo de revelación de la dimensión interna, del estatuto íntimo5*, del creativo… El arte dicta la realidad que al pensamiento escapa; prefigura la completez emergente de derribar las miserias estéticas…:¡La moral! ¡Esto es! Hete aquí la proyección social, que también política, del arte mismo –consagre esto Dioniso-,

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