Alberto Tenenti LA EDAD MODERNA SIGLOS XVI-XVIII
Enviado por Unpocodetodo • 3 de Noviembre de 2014 • 2.255 Palabras (10 Páginas) • 1.762 Visitas
Alberto Tenenti
LA EDAD MODERNA SIGLOS XVI-XVIII
LOS ESTADOS EUROPEOS Y LAS GUERRAS DE ITALIA
La modernidad, no se manifestaba de modo regular en Europa. En el plano de la organización estatal, se podría decir que se trató de un proceso lento y largo, ya que logró imponerse de modo bastante débil hasta el siglo XVIII.
Entre el siglo XV y el XVII, todavía no se puede hablar del concepto de nación, ya que ésta no sería una representación política adecuada. Cuando se califican de nacionales los estados de ese período, se corre el peligro de proyectar de un modo abusivo al pasado la idea que en la actualidad tenemos de nación. La homogeneidad nacional seguía constituyendo más la excepción que la regla y su búsqueda fue motivada más por razones administrativas y financieras, que por instancias éticas o solidaridades políticas. Por consiguiente, podríamos decir que en éste período en el plano de la organización estatal, nos encontramos frente a un conjunto de fenómenos dispares que tienen como denominador común el tipo de poder principesco. Ésta fase podríamos decir entonces, se caracteriza tanto por la subsistencia de una concepción contractual de la autoridad, como por el lento triunfo de una idea absolutista del estado. Desde el siglo XVI, había comenzado a desarrollarse un sentido nuevo y más impersonal de la responsabilidad del estado y de la comunidad.
A excepción de lo que ocurría en Inglaterra y los Países Bajos, todo el mundo se sentía más vinculado a la fidelidad hacia el príncipe natural, que al valor todavía incierto de nación. Todos coincidían en la obediencia al rey: oponerle resistencia sería casi un sacrilegio.
En el transcurso del siglo XV y XVI, las monarquías se encontraron con funciones cada vez más pesadas, tanto en el plano militar como en el financiero, los cuales estaban estrechamente relacionados entre sí. Muchas monarquías o principados tuvieron que acudir a la ayuda de los privados para el financiamiento, lo que hizo que las clases sociales más pudientes pudieran controlar a través de este trámite financiero, más de lo que hubieran podido desempeñando cargos políticos normales.
Del mismo modo que el expansionismo de los grandes centros italianos en el siglo XV, durante siglos las pretensiones patrimoniales de las distintas dinastías europeas siguieron constituyendo un terreno fértil para los conflictos armados. La gran mayoría de las veces las fronteras “naturales” no coincidían con las efectivas, sin embargo, eso nunca fue un obstáculo para defenderlas o delimitarlas. No existía un concierto de las naciones capaz de frenar los apetitos de la expansión y de potencia, y menos aún un estado capaz de dictar leyes a los demás. Obviamente, tampoco faltaban los choches de intereses concretos y económicos, sin embargo, esos no fueron los más trascendentales. Las disputas dinásticas o religiosas fueron las que realmente constituyeron la lógica de poder que marcó la historia europea.
El verdadero absolutismo, fue uno de los procesos que constituye uno de los caracteres más peculiares de la Edad Moderna, precisamente en el sentido de que se caracterizó tanto por los progresos como por la resistencia de las fuerzas contrarias. La constitución de los estados fue tardía debido también a la presencia de varios “frenos”, pero podríamos decir que el primer gran factor que contribuyó a cimentar las auténticas alianzas políticas en la época moderna fue, a partir del siglo XVI, el factor religioso.
A pesar de todo lo anterior, los estados, a partir del siglo XV, fueron dirigiéndose lentamente a lo que será llamado el “Ancien Régime”, caracterizado por la decadencia de las grandes fuerzas que en la Edad Media habían representado el Imperio y el papado, el feudalismo y las corporaciones ciudadanas. En resumen, mientras el viejo feudalismo estaba en decadencia, en toda Europa se erigía un nuevo orden laico privilegiado, aunque algunas veces complejo: el de los nobles. Pero éstos se estaban transformando en súbditos. Frente a ellos estaba ahora el príncipe con su corte y su burocracia, un poder central que se estaba articulando de un modo cada vez más eficaz.
En esta sociedad de órdenes o clases fuertemente jerarquizadas, no era el número lo que contaba. Ni si quiera el aparato estatal estaba constituido de densas filas de funcionarios. Un consejo real podía estar compuesto normalmente de una veintena de personas, y eso bastaba para desempeñar la función de motor del estado y para constituir un órgano eficaz, consultivo y ejecutivo al mismo tiempo, en manos del príncipe.
LOS REINOS DE EUROPA OCCIDENTAL
De manera irregular, durante el siglo XV, aparecieron en Francia distintos tribunales de justicia, los cuales se convertirían en bastión de la presencia y la jurisdicción monárquica: los Parlamentos. La monarquía aumentó así por diferentes conductos su dominio sobre el país, aunque los gobernadores nombrados al frente de las distintas regiones fueran todavía a menudo grandes feudatarios.
Desde la primera mitad del siglo XIV, la monarquía francesa estaba regida por leyes fundamentales, y a lo largo de la segunda mitad del siglo XV, el rey pudo dominar cada vez mejor el “Grand Conseil” (el cual tenía reservado la administración suprema de la justicia). En Inglaterra, a su vez, bajo el reinado de Enrique VIII, Thomas Cromwell creaba el “Privy Cuncil” (reducido círculo de consejeros con funciones gubernativas).
El reino de Francia, había ido aceptando un sistema fiscal, najo la presión de las necesidades impuestas por la guerra de los Cien años. Este sistema se basaba en el monopolio de la sal, el impuesto directo (talla) y el subsidio. Los impuestos en un principio fueron poco regulados, pero a partir de 1430, estos además de regularizarse comenzaron a ser cada vez más importantes por ser la principal fuente de ingresos. Hacia 1451 el rey los exigió de manera autoritaria. El sistema de impuestos dio lugar a una terrible fata de equidad, pues no todos lo pagaban. La talla era más bien un impuesto reservado a clases medias e inferiores. No pagarla era sinónimo de distinción social.
La administración francesa era la más compleja y la más costosa, pero también fue la más capaz de responder a las solicitudes del aparato central. En el plano eclesiástico, tras un concordato firmado en 1516, Francisco I, consiguió que el papa León X, le confiriera elderecho de nombrar alrededor de 600 cargos eclesiásticos.
La situación española fue bien distinta. La unión de las coronas Aragonesas y Castellana, fue bastante tardía, y hasta finales del siglo XVII, las autonomías de las regiones mediterráneas se opusieron con éxito, al centralismo. Más allá de la autoridad de Castilla, hubieron
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