Algunos Elementos Importantes De La Sociedad Hispánica De Los Siglos XV Al XVIII Y Su Influencia En Los Reinos De Ultramar Y En La Sociedad Venezolana Contemporánea.
BarbaraOcando2 de Junio de 2015
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Algunos elementos importantes de la sociedad hispánica de los siglos XV al XVIII y su influencia en los Reinos de Ultramar y en la sociedad venezolana contemporánea.
Para entender la sociedad hispánica, en el periodo comprendido entre los siglos XV y XVIII, es importante distinguir los diversos componentes (sociales, culturales, económicos, políticos y religiosos) que van surgiendo y relacionándose entre sí, enmarcados en el contexto europeo en general durante la época y la relación de aquellos con los diversos elementos de los Reinos de Ultramar, elementos determinantes para la configuración de la sociedad americana. Así, al entender dichos elementos, sus relaciones e influencias en el Nuevo Mundo se puede comprender los diversos intereses particulares de todos los grupos que constituyen en conjunto un sistema integral (Linton, 1970:524) tanto en el período histórico mencionado como en la sociedad venezolana contemporánea en particular.
La historia ha sido una conciencia del pasado sustentado en una memoria individual y colectiva que de acuerdo a las épocas históricas evoluciona, por tanto, cambian los diversos grados de relación entre conocimiento y conciencia del pasado. No obstante, en el caso de Hispanoamérica, el desarrollo ha sido discrónico en comparación con el desarrollo histórico europeo, es decir, un grado de desnivel o desfase entre los distintos órdenes de la realidad (político, social, económico, técnico, jurídico) o entre los componentes de cada uno de ellos debido a la inadecuación, las tensiones y las contradicciones que se producen durante el desarrollo histórico (Soriano de García-Pelayo, 2003:9). Además, se debe tomar en cuenta varias dimensiones de la realidad, tres en cuestión: la de las ideas o principios (igualdad, libertad, propiedad, seguridad, federalismo, república, alternabilidad), la de los modelos humanos (conductas, comportamiento, hábitos, valores éticos, léxico y formas del lenguaje) y la de los modelos institucionales (procedimientos, leyes, acción político-administrativa y militar) (Soriano de García-Pelayo, 2003:24). Realidad compleja que debe ser conceptualizada a través de la utilización de métodos específicos como la prosopografía y las genealogías sociales que ayudan a facilitar su interpretación al abarcar tanto el campo de lo económico, lo social, político y cultural (Langue, 1992:124).
Así, a partir del siglo XV los europeos descubrieron casi todos los mares y continentes del mundo impelidos por motivos como el comercio, el lucro personal, la gloria y finalmente en el siglo XVIII por el conocimiento científico, mentalidad que va a influir en la formación de la América española (Elliot, 1991). En sus inicios, el proceso de asentamiento y colonización se base en la búsqueda y acumulación de riquezas como metas sociales y así la movilidad social se va a caracterizar por la aventura de aquella sociedad que busca oportunidades para mejorar su nivel material de vida lo que conlleva a un cambio de estatus social. El resultado de esta migración es la difusión de la cultura debido al contacto y comunicación entre ibéricos y nativos, en donde al existir un intercambio o pautas de comportamiento, se “combinaron nuevas ideas y la cultura se enriqueció y extendió”, no obstante a través de un proceso no pacífico. Además, “hay una convergencia cultural cuando las personas se desplazan, se casan unas con otras y procrean entre sí” (Fichter, 1994:319-321). Por tanto, al ser la conquista española una “una tarea…autorizada por la Corona española y con el sancta santorum de la misma…al hacerse a la mar hacia el Nuevo Mundo se necesitaban recursos o financistas” así “en sus primeras décadas la adelantaron empresarios privados solitarios”, y es por ello que “asentados en el Nuevo Mundo…formen pareja con las indígenas, ya que venían solos, sin esposa o acompañantes” (Arráiz, 2013:161). Situación que cambia con el tiempo, ya que en la época colonial los hombres contraen matrimonios con la mujer inmigrante española que llega al Nuevo mundo y toma parte de la ocupación de la América española, sin dejar el hombre de mantener uniones informales con mujeres de posición más baja con quienes incluso procreaban hijos naturales. No obstante, de existir hijos ilegítimos, los mismos podían ser excluidos de los puestos públicos, cargos militares y eclesiásticos, y, aunque el grupo familiar no los rechaza, tampoco eran tratados como iguales ya que los mantenían como sirvientes o administradores de sus propiedades. Configurándose una sociedad en donde existen requisitos de legitimidad, honor y filiación que deben ser cumplidos por los miembros de la élite en América (Lockhart, 1990: 65-67). Además, las uniones matrimoniales de la mayoría de integrantes de los grupos étnicos se daban dentro de su propio grupo o de lo contrario “la gente buscaba casarse con alguien perteneciente al grupo más cercano” (Lockhart, 1990:79) y es por ello que se empiezan a desarrollar diversas estrategias matrimoniales, incluso la endogamia nobiliar especialmente entre las élites principales, para preservar los patrimonios y mantener el honor de la familia en aras de ennoblecer “a toda una estirpe y no a un solo individuo y a su descendencia” (Langue, 1992:130).
Así, la familia y la propiedad (o las riquezas acumuladas) condiciona la organización social, siendo esta última “el conducto a través del cual un individuo o una familia lograba introducirse en el medio ambiente, tanto físico como social, en el intento de sacar beneficio y dominar…era el vehículo social de prácticamente toda la actividad española” y por ende “el principal objetivo del propietario era a consolidación general de un elevado y permanente lugar en todos los aspectos básicos de la economía, sociedad y gobiernos provincial” (Lockhart, 1990:69). Ello implica que la riqueza, en una forma o en otra, sea un criterio universal de estatus social, aunque su origen tiene igual importancia “ya que el dinero recientemente o mal adquirido no proporciona prestigio como la riqueza heredada o adquirida por vías reconocidas socialmente” (Fichter, 1994:62).
Asimismo, durante casi un siglo, los españoles y portugueses son capaces de evitar que franceses, británicos y holandeses utilicen las nuevas rutas para algún asalto ocasional de piratería, lo que conlleva que la explotación científica de estas áreas se retrase hasta el siglo XVIII. Inglaterra y Francia se resisten a admitir el monopolio de España y Portugal, debido al Tratado de Tordesillas (1494) y éstos junto a los holandeses se resisten a abandonar el comercio y patrocinan la actividad de bucaneros y corsarios hasta intentar formar asentamientos (no exitosos) en regiones bajo control de aquellos para minarlos de actividades de contrabando, y finalmente en el siglo XVIII logran establecer colonias en las Antillas y en las Guayanas. Situación que propulsa el deseo de librarse del control de la Metrópoli a partir de la mitad del siglo XVIII cuando empiezan a surgir movimientos para lograr la independencia (Overy, 2006:180-181). En el caso de las provincias venezolanas “los nuevos conocimientos fueron transmitidos y reelaborados desde mediados del siglo XVIII, formando parte de los debates básicos de la ciencia de su tiempo y constituyéndose en elementos fundamentales de la creación de nuevos paradigmas científicos” (Lucena, 1996:275). Situación que a su vez fue posible, según Alejandro Humboldt, debido a la estratégica ubicación geográfica de nuestras costas y multiplicidad de puertos ha hecho más difícil de restringir el comercio ilícito con los extranjeros, el cual no se limitaba a mercancías sino también a las ideas (Humboldt, 1956:234). Ideas que llegan a miembros destacados de la elite y que se complementan con los conocimientos adquiridos adicionalmente al ingresar a los centros del conocimiento, que les daba un título de prestigio social, como lo son los seminarios y universidades, en donde a su vez se mantienen relaciones entre las élites principales, al financiar y apadrinar a uno o varios estudiantes, con el resto de la población (Langue, 1992:133).
Esto implica que los criterios que sirven para determinar la pertenencia a un estrato social van a depender no solamente de la riqueza, el poder y el prestigio, sino igualmente de la cultura, existiendo así una pluralidad de criterios manejables. La cultura, es decir, el sistema de valores, la formación intelectual directa o indirecta, va a estar influenciada por la transferencia, recreación, adaptación y transformación del sistema de valores de la Península al Nuevo Mundo. En el caso de los estratos superiores de la sociedad hispana durante la colonia la efectividad de los poderes y saberes es importante para el ejercicio de un poder predominantemente político (Langue, 1992:124-132). Dicha formación no se limita a los seminarios y universidades ya que a mediados del siglo XVIII con la crisis del orden colonial hispánico espacios como las pulperías sirven como centros de interacción étnica, social, económica, cultural y de discusión en donde se desafía “las complejas relaciones de poder existentes en esa sociedad”, además de proporcionar “herramientas para repensar la sociedad colonial, lejos de la leyenda “negra” y muy cerca de conceptos como movilidad social y estimación pública, ejes fundamentales de esa cotidianidad”(Ochoa, 2013:53-63).
Hacia el siglo XVI los españoles colonizan gran parte de América Central y del Sur especialmente con la conquista de los imperios inca y azteca (Overy, 2006:180). Locaciones en donde los monarcas deciden respetar:
“la vigencia de las primitivas costumbres jurídicas de los aborígenes sometidos, en tanto estas no estuvieran en contradicción
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