El positivismo y su influencia en el campo educativo

El positivismo y su influencia en el campo educativo

El positivismo nace dentro de un contexto de desorden social, de plena transformación económica, política y cultural. Nace ante una sociedad sacudida y traumatizada por los efectos de la Revolución Francesa y la consiguiente incapacidad de los gobernantes para solucionar los problemas del Estado; la agitación intelectual incitada por la Ilustración y también, por la Revolución Industrial que desencadeno en el desarrollo del Capitalismo, además de la instauración de una nueva estructura clasista de la sociedad. Una época donde por un lado, era evidente el aumento de la riqueza, el poder de la burguesía, y por otro, el crecimiento de la miseria y la fuerza de la resistencia de la clase obrera.

Es precisamente, en esta etapa cuando A. Comte (1798-1857), considera que era preciso reorganizar la humanidad, en base a criterios de racionalidad científica. Instaura la “era del positivismo”.

En sus comienzos, el positivismo, fue una doctrina revolucionaria, puesto que centró sus ataques a la metafísica y a la teología que eran las ideas predominantes hasta ese entonces; poco después se convirtió en una defensa a ultranza de la ideología burguesa que encerraba dentro de sí la semilla del autoritarismo.

Comte retomaba influencias de Saint-Simon, la filosofía kantiana y el empirismo inglés, entre otras; ofrecía una reorganización intelectual, moral y política del orden social. Su clave fue convencer a la sociedad de que abandonen la dirección crítica y tomen la orgánica, en no admitir como validos científicamente otros conocimientos, sino los que proceden de la experiencia, rechazando, por tanto, toda noción a priori.

El positivismo luchaba contra las doctrinas que tendían hacia una crítica de las formas sociales predominantes, y cuyos conceptos fundamentales sirvieran como instrumento de transformación y no de estabilización o justificación del orden dado. El positivismo de Comte, implica la educación del hombre para que tome una actitud positiva respecto del estado de las cosas existentes mediante una sabia resignación.

El `dogma general de la invariabilidad de las leyes físicas' se convirtió en la columna vertebral de su filosofía, lo que en el fondo explicaba que el hombre debía resignarse, en otras palabras, que debía ser un sujeto dócil, incapaz de cuestionar o intentar cambiar su statu quo social de acuerdo a su voluntad racional.

Mediante, el establecimiento de las leyes universales válidas para el progreso (que afirmaban que el orden predominante ya establecido progresaba regularmente hacia un estadio superior sin tener que ser destruido; y quien infringiera las leyes y normas recibía un castigo), eliminó toda subordinación de la realidad a la razón trascendental y enfatizo que los fenómenos del mundo deben verse como neutrales.

Buscaba establecer un Control simbólico^[1] sobre lo que quería que la sociedad acepte como los temas más vitales, para todos y que las leyes universales sólo pudieran ser establecidas por una élite de científicos que tuvieran el entrenamiento y el conocimiento requerido. Lo cual, pudo transmitir a la sociedad, por medio de la escritura y la producción masiva de libros.

La importancia dada a la ciencia, de la visión positivista, radicaba en que ésta, se elabora por medio de sistematizaciones de las observaciones empíricas y que permitían obtener hipótesis explicativas sobre los hechos observados. La ciencia no se apoyaría nunca en opiniones o dudas, sino sólo en hechos empíricamente comprobados, reproducibles por otros investigadores. Es un campo de relativismo teórico.

También, como parte de su teoría, Comte elaboró una explicación de la transformación del espíritu humano, considerándola como un progreso o una evolución en la cual el espíritu pasa por tres fases o etapas: la teológica, en la cual los hombres explican la realidad a través de acciones divinas; la metafísica, donde se explica esta realidad por medio de principios generales y abstractos; y la positiva o científica, en la cual se observa la realidad, se analizan los hechos, se encuentran leyes generales. Esto le permitió a Comte elaborar una ciencia independiente cuyo objeto fuera la sociedad: la Sociología.

Esta filosofía social, le serviría entonces, de fundamento positivo o científico para la acción individual (moral) y para la acción colectiva (política) que es la etapa final del progreso humano. Sería una teoría que explicaría la integración filosófica del conocimiento humano mediante la aplicación universal de un método científico y mediante la exclusión de todos los objetivos que no pudiesen ser verificados en la observación.

Epistemológicamente, la sociología surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista del ser humano. Buscaba la aceptación de lo dado, de que en la realidad todo lo que ocurre responde a un orden natural que hay que descubrir, conocer y aceptar. Asume la existencia de un método específico para conocer la realidad y propone el uso de dicho método como garantía de verdad y legitimidad para el conocimiento.

Retomando lo que plantea la Dra. Denise Najmanovich: “Los modelos epistemológicos positivistas suponen que el conocimiento es un tipo de producto, una colección de verdades eternas divididas en “disciplinas” que pueden ser transmitidas y enseñadas, unas independientemente de las otras”^[2].

En lo referente al método, este le permitiría al positivismo, establece la observación como base de todo conocimiento y asentar que solo puede conocerse las relaciones o conexiones entre los fenómenos observados y no la esencia de las cosas. Esto lleva al estudio de los fenómenos (lo que es), renunciando a la metafísica. En cuanto a la observación, ésta es objetiva, es decir, independiente del sujeto que conoce, por lo que, los juicios de valor no tienen función cognitiva y deben ser evitados. Por último, cabe aclarar que, la neutralidad y las funciones puramente receptivas serán aspiraciones o pretensiones centrales del positivismo.

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