HISTORIA DE LA ECONOMÍA, JOHN KENNETH GALBRAITH
Enviado por Y Nasser Seijas E • 18 de Abril de 2022 • Ensayo • 2.055 Palabras (9 Páginas) • 180 Visitas
Economía Política Global
Autor: Y. N. Seijas E.
HISTORIA DE LA ECONOMÍA, JOHN KENNETH GALBRAITH.
John Galbraith uno de los economistas más brillantes e influyentes del siglo XX, fue profesor de economía de universidades como Princeton, Cambridge, Harvard, entre otras. Su mayor preocupación no era el análisis econométrico o la teoría económica, sino analizar las consecuencias de la política económica en la sociedad, de forma accesible y eliminando gran parte del tecnicismo propio de los economistas. En su libro titulado Historia de la Economía, nos demuestra una vez más su sabiduría que no conforme con las ideas preconcebidas, muestra un panorama más amplio de las ideas económicas desde la antigua Grecia hasta nuestros días y procurando concebir la economía como un reflejo del mundo en el que se han desarrollado ideas económicas específicas como las propuestas por Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, John Maynard Keynes, entre otros autores de gran relevancia, uniéndolos en circunstancias a veces olvidadas y teorías que no siempre han tenido en cuenta la realidad.
La economía es casi tan antigua como el ser humano, desde que los primeros hombres comenzaron a hacer planificación y organización de la comunidad ya estaban haciendo uso de esta ciencia social. En esta obra el estudio de la economía se remonta a las antiguas civilizaciones, en tiempo de las polis griegas, del imperio ateniense y poco después en época romana la actividad económica básica era la agricultura, la unidad de producción era el hogar y las fuerzas de producción eran los esclavos, la economía no era en modo alguno una economía de bienes de consumo, la gran mayoría de los bienes materiales se compraban con las rentas o la exacciones de las cuales se beneficiaban los terratenientes absentistas que vivían en las ciudades, cuyo producto se utilizaba a su vez para pagar los productos agrícolas. Como el trabajo no era remunerado, es obvio que no había necesidad alguna de un criterio para determinar el monto de los salarios. Esto ocurría no sólo en Atenas, sino en todas las ciudades helénicas. Dado que el trabajo era hecho por esclavos.
La gente tomaba dinero prestado y pagaba intereses por dos razonas. O bien desea poseer bienes de capital o capital circulante con el cual obtener un rendimiento, es decir, contar con máquinas y equipos que contribuyan a la afluencia de ingresos o con mercancías en proceso de fabricación y venta que han de proporcionarles beneficios. O, en otro caso, esa gente paga intereses porque alguien que tenía menos dinero lo toma prestado de alguien que tiene más, para satisfacer distintas necesidades personales urgentes, para permitirse lujos o para pagar las deudas contraídas por ese motivo. Si los bienes de capital y el circulante son de poca importancia visible en la economía, como sucedió en el sistema de economía doméstica de la Grecia aristotélica, ocurre que la mayor parte de los préstamos se otorgan y se contraen para satisfacer fines de la segunda categoría, o sea, para necesidades personales.
No es de extrañar que Aristóteles condene enérgicamente el cobro de interés; la forma más odiada “de lucro” y con toda razón, es la usura. Pues la moneda se ha hecho para el intercambio, pero no para la acumulación mediante el interés. Hay aquí un matiz que luego adquiriría una mayor importancia: el interés sólo llega a adquirir respetabilidad cuando se lo define, en otros términos, o sea, como pago por un capital productivo; cuando resulta del todo evidente que quien toma el préstamo lo utiliza para ganar dinero, y que por ello es muy justo que dé alguna participación de sus beneficios al prestamista original. En consecuencia, lo único que pudo preguntarse Aristóteles fue si los precios eran justos o equitativos, preocupación que sería el meollo del pensamiento económico en los dos siguientes milenios y que representa el nudo gordiano del interrogante aún vigente en nuestros días. Aristóteles también prestó atención a otro problema de proyección ética que continuaría luego preocupando a los economistas: ¿Por qué algunas de las cosas más útiles son las que tienen los precios más bajos en el mercado, mientras que algunas de las menos útiles se cotizan a precios muy elevados? En lo que se refiere al desarrollo comercial, Aristóteles, precursor distante de la preocupación por el crecimiento económico, se limitó, como los romanos que le sucedieron, a formular sugerencias sobre mejoras en materia de organización y prácticas agrícolas.
Roma dejó también otro legado importante y fue la Cristiandad. La relación más específica del cristianismo con la economía se desarrolló en el terreno de las leyes relativas al préstamo con interés. Se consideraba que el trabajo, como factor de producción, era en sí algo bueno; Jesús y los apóstoles se refirieron a él en forma encomiástica; se estimaba que el trabajador era digno de su salario. Y no se criticaba con severidad la renta del terrateniente. Pero la doctrina cristiana primitiva condenaba seriamente el cobro de intereses; al igual que entre los griegos, se la consideraba como una extorsión que los más afortunados infligían a los infortunados, necios o empobrecidos, urgidos por necesidades y obligaciones superiores a sus medios.
En Edad Media la vida económica básica se parecía muy poco a la actual, y por tanto no había necesidad de examinar temas como los que hoy consideramos importantes en el aspecto económico. En especial, el mercado, si bien fue adquiriendo importancia con el correr de los siglos, sólo constituía un elemento secundario de la existencia. La inmensa mayoría de los campesinos vivía de lo que ellos mismos cultivaban, criaban, cazaban o pescaban, se vestían con lo que hilaban y tejían, y entregaban parte de esos productos a sus amos o señores en pago de su derecho, y de la protección que les prestaban mientras lo hacían. Durante todos estos largos periodos, la doctrina económica no tuvo ningún portavoz reconocido comparable con Aristóteles en Grecia, santo Tomás de Aquino en la Edad Media y bajo la ética feudal regulada por la Iglesia, o Smith, Marx y Keynes en años posteriores.
El mercantilismo era cualquier cosa menos un sistema; fue fundamentalmente el producto mental de los estadistas, los funcionarios públicos y los líderes financieros y comerciales de la época. El mercader surgió de las sombras feudales para convertirse en un personaje bien definido, y cuando prosperaba y operaba en vasta escala, era aceptado en sociedad y se cubría de prestigio. En las ciudades comerciales, los grandes mercaderes no sólo influían en el gobierno, sino que ellos mismos eran el gobierno. Y en toda Europa, desde el siglo XV hasta el siglo XVII, fueron adquiriendo una creciente influencia en los nuevos Estados nacionales. Sus ideas llegaron a determinar la opinión pública, y a través de ella, la acción oficial. Conjuntamente con la proliferación de los mercados y el ascenso de la clase mercantil tuvieron lugar otros tres acontecimientos que habrían de influir en las actitudes y las políticas económicas de la época. El primero de ellos lo constituyeron los viajes de descubrimiento a América y el Lejano Oriente.
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