La Pedagogía En La Alteridad
Enviado por dianauintaco • 17 de Febrero de 2013 • 722 Palabras (3 Páginas) • 447 Visitas
En las últimas décadas se ha producido una eclosión en la producción de bibliografía sobre educación y valores. El estudio sobre la naturaleza del valor y las estrategias para su enseñanza llenan muchas páginas en nuestras bibliotecas (Ortega y Mínguez, 2001b). A la inquietud primera de la enseñanza de las ciencias ha seguido una preocupación y urgencia por la enseñanza de los valores. Pero nos hemos quedado en el cómo los enseñamos, en la didáctica; y aunque en sí misma sea una tarea necesaria que debemos seguir mejorando, sobre todo si continuamos acentuando el carácter de experiencia del valor, creo, sin embargo, que se nos ha escapado algo que debería haber sido primero en esta nueva andadura: el abandono de una concepción de la enseñanza con pretensiones impositivas, marcada por la idea de que el alumno es alguien que está de paso, usuario o inquilino provisional de un espacio y de un tiempo que al profesor sólo le compete administrar, reflejo de una escuela obsesionada por la regulación y la disciplina, más pensada para el mantenimiento de formas organizativas que para facilitar el aprendizaje valioso de todos los estudiantes (Escudero, 2001). Deberíamos haber superado una escuela más pensada para continuar y reproducir, para repetir lo dado, que para crear, reinterpretar e innovar; y esto porque no es posible educar para los valores si no es desde una educación en los valores. Se ha pretendido hacer una educación “distinta” con la misma escuela que teníamos, conservando la misma estructura y formas de organización, la misma mentalidad gerencial y burocrática en su funcionamiento. Y esta difícil convivencia ha dado como resultado una situación esquizofrénica en gran parte del profesorado que se ha visto incapaz para planificar nuevos contenidos y estrategias de aprendizaje, acompañado, con frecuencia, por el desconcierto de los centros y de la propia administración educativa que no advirtieron a tiempo que las nuevas propuestas educativas exigían nuevas formas de organización y de enseñanza. Darling-Hammond (2001, 55) describe con acierto esta situación: “Al igual que las industrias manufactureras, las escuelas se desarrollaron como organizaciones basadas en la especialización de funciones y en la gestión mediante procedimientos cuidadosamente prescritos y diseñados para obtener productos estandarizados”, olvidando que la educación es un proceso singular e irrepetible, cuyos resultados son siempre inciertos.
Desde la pedagogía de la alteridad, el proceso educativo se inicia con la mutua aceptación y reconocimiento de maestro y alumno, en la voluntad de responder del otro por parte del profesor, en la acogida gratuita y desinteresada que presta al alumno de modo que éste perciba que es alguien para el profesor y que es reconocido en su singularidad personal. Sin reconocimiento del otro y compromiso con él no hay educación. Por ello, cuando hablamos de educación
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