La tradición del conflicto: definiendo el comienzo de la Época Meiji
Enviado por Hajime Iwaizumi • 7 de Febrero de 2017 • Ensayo • 3.867 Palabras (16 Páginas) • 297 Visitas
La tradición del conflicto: definiendo el comienzo de la Época Meiji
José Constantino de León Cisneros
Centro de Investigación y Docencia Económica Región Centro A. C.
Historia Universal II
07 de mayo de 2016
La tradición del conflicto: definiendo el comienzo de la Época Meiji
El año 1868 marca el fin de una era en la historia de Japón. Es el fin de del periodo Tokugawa y del dominio de los poderosos señores de la guerra, los daimios, señores feudales bajo el absoluto poder de la familia Tokugawa, y el comienzo de una nueva era caracterizada por el surgimiento de un estado centralizado y absoluto, así como una economía abierta al comercio globalizado basado en la industria y en las ideas occidentales de su época. Es el comienzo de la que se llamaría la época Meiji, debido al nombre del emperador que encabezó el gobierno y la nueva administración del país el Sol Naciente. El proceso de cambio al inicio de la época comprende varios sucesos, y propició el comienzo de la construcción del Estado moderno japonés. Es una época importante para entender la evolución del país en el siglo veinte. Sin embargo, este proceso carece de una denominación concreta. Algunos autores como Murphy, Toledo et al., Schirokaver et al, Swale y Beaseley denominan a este proceso de importantes cambios como “Restauración” mientras que autores como Jansen, Morishima, Keene, Mounsey y Margadant denominan tal proceso como “Revolución”.
Ambos conceptos son distintos, ciertamente, sin embargo, la literatura sobre la Época Meiji los utiliza indistintamente para definir el radical y determinante proceso de cambios que crearon una época tan importante para el país del Sol Naciente. El problema central en la definición de este proceso es que algunos autores le dan prioridad al hecho de la restauración del sistema monárquico con el nombramiento del nuevo emperador Meiji en un intento por devolverle a Japón su antigua gloria, principios y tradición. Otros priorizan los importantes cambios del periodo y los conflictos suscitados en defensa y ataque al status quo de la nación para definirla como una revolución. La Revolución Meiji es la forma correcta de llamar a la época, ya que la restauración de un emperador no es tan significativa para definir un proceso de cambios que redefinió la estructura política, social y cultural de Japón de una forma tan radical. En suma, argumentar a favor de devolver la gloria y los antiguos principios no es argumentar a favor de los aspectos más importantes de los cambios suscitados durante los procesos de reforma al principio de la época. Es necesario dar prioridad al proceso de restructuración que transformó a Japón en una nación moderna, totalmente distinta a la concepción de la nación antigua, ancestral y tradicional de antaño por la que argumentan, y argumentaron, los defensores de la restauración.
Para construir un nuevo país hacen falta líderes que tomen las banderas y se pongan al frente del movimiento. En el caso de la Revolución Meiji “los tres líderes más eminentes… fueron Okubo Toshimichi (1830-1878), Kido Koin (1833-1877), y Saigo takamori (1827-1877). En marzo de 1869 […] lograron convencer a sus daimios de devolver sus dominios al emperador […] otros los siguieron”. Los tres líderes, pertenecientes a los altos estratos sociales de Japón no eran aristócratas comunes, pertenecían a familias samuráis al servicio de altos señores en busca de sacar a los Tokugawa del poder. Las familias principales de señores feudales fueron las de Satsuma y Choshu, y el más famoso y respetado líder revolucionario fue Sigo Tkamori, el célebre último samurái, perteneciente a la familia Satsuma.
El hecho de la restauración es muy importante en términos simbólicos ya que significa restaurar el antiguo cargo del emperador con todo el poder que gozó en la época antigua de Japón. Lo anterior, sucede después de un largo periodo de un poco más doscientos años de Shogunato encabezado por la familia Tokugawa. Analizando el evento de la Revolución como una Restauración, el proceso de cambios y la llegada al poder absoluto de un nuevo emperador “es visto como un amanecer de un estado fundamentalista y teocrático que devolvería Japón a la pureza de la antigüedad”. Sin embargo, el propósito de la revolución no fue, principalmente, traer de vuelta al país de la viejas tradiciones, fue traer una nueva perspectiva sobre la manera de gobierno de Japón, aunque para ello se usara una figura autoritaria antigua como un emperador. El aspecto más destacable fue que el importante proceso de cambios fue impulsado en primera mano por clanes de jóvenes samurái como los de “Satsuma y Choushu, [además] fueron los grandes comerciantes Osaka y Kioto los que los financiaron. Es decir, que además de las ambiciones locales y personales había otras razones para el cambio, no tan personales como la lealtad al emperador”.
Las necesidades que enfrentaron los líderes japoneses se alejan bastante de la necesidad de volver a una nación tradicionalista y de recuperar los principios del Japón antes de los Tokugawa. Los retos para la nueva nación japonesa eran de un mundo moderno, “los líderes Meiji enfrentaron tres tareas urgentes. Tenían que construir una fuerza militar lo suficientemente fuerte para encarar un occidente imperialista, […]conseguir capital y tecnología […] avanzados para equipar su fuerza militar […] y construir instituciones que garantizaran las otras tareas”. Por tanto, la preocupación esencial no era devolverle a Japón su gloria de antaño, sino que, la principal preocupación de las cabezas de la revolución era adaptar el país a las necesidades de un mundo moderno e imperialista, en ese contexto el puesto de emperador o devolver las viejas tradiciones no es la prioridad. La prioridad, para la nueva administración del nuevo imperio, era poner su nación a la par de las grandes naciones en cuestión militar, tecnológica, política y hegemónica.
En el contexto global en el que se desarrolló la Revolución Meiji, el puesto de emperador no fue más que un puesto meramente simbólico. El propósito de los líderes de la revolución era crear un Japón capaz de transformarse en un imperio, como la Inglaterra Victoriana de esa época, y dichas intenciones de los líderes necesitaban de la presencia de una figura de poder fuerte y autoritario. Un imperio necesita un emperador para gobernarlo. Además, era un símbolo de carácter cultural debido a que el propósito de nombrar al nuevo y joven emperador Meiji “era recibir la unión de los rituales y las leyes que habían existido desde tiempos antiguos”. Por ende, el nombramiento de la nueva cabeza imperial estaba cargado de sentimientos
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