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Notas Para Una Monografía Sobre El Varal De Cabrera


Enviado por   •  10 de Febrero de 2012  •  1.716 Palabras (7 Páginas)  •  1.166 Visitas

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NOTAS PARA UNA MONOGRAFÍA SOBRE EL VARAL DE CABRERA

Roberto Martínez y Pedro Cabrera

En pleno Bajío, cerca de los límites entre Michoacán y Guanajuato, al pie de un pequeño cerro, se encuentra una localidad que actualmente, aún con muchos aspectos rurales, se urbaniza y crece, a pesar de la constante migración de sus habitantes, sobre todo a Estados Unidos. Se trata de El Varal de Cabrera, situado en el municipio de Abasolo, Guanajuato, a escasos kilómetros del río Lerma, y colindante con poblaciones de menor tamaño como Las Pomas Viejas, Las Maravillas, El Llano, El Manicomio y San Fernando.[1]

Estas comunidades, más otras de la región como Las Maritas, Berumbo, Las Pomas Nuevas, Cerritos de Aceves, El Rincón de Martínez, El Rancho de los Morales, Ojos de Agua, El Gato, el Rancho de Guadalupe, El Durazno o El Salitre, comparten costumbres y tradiciones, y sus orígenes e historia se enlazan y emparentan en distintos momentos, al igual que las familias que las pueblan. En general, puede decirse que se trata de asentamientos relativamente nuevos (tal vez fundados los más antiguos hacia el último tercio del siglo XIX), conformados por los descendientes de los peones y medieros que trabajaban en las haciendas de la región y de quienes llegaron con el reparto agrario.

Aunque se sabe de algunos hallazgos de tumbas indígenas, pocos rastros quedan debido al saqueo y a la poca valoración del pasado nativo. En todo caso, la reconstrucción del pasado local tendrá que considerar los descubrimientos que arroje la exploración de los sitios arqueológicos más próximos: Plazuelas, en el municipio de Pénjamo, y los de La Labor de Peralta, en el municipio de Abasolo. En el presente texto se recupera el contenido de algunas conversaciones sostenidas por Roberto Martínez con Daniel Zavala, Ignacio Cabrera y Pedro Cabrera Mireles, habitantes de El Varal. A su vez, la entrevista con Daniel Zavala recupera información proporcionada por Celedonio Uribe, quien vive en la cabecera municipal de Abasolo y es descendiente de los hacendados, antiguos propietarios de las tierras donde se ubican las actuales localidades.

El origen común: Las Maravillas

La hacienda de Las Maravillas, que actualmente es un caserío conformado por 20 casas apiñadas sin orden ni concierto, sería la génesis de un asentamiento de mayor envergadura, pero que en ese entonces aún no existía. Las Maravillas surge hacia la década de los setenta del siglo XIX. El hacendado don Manuel Cabrera, a la sazón dueño de la hacienda, llegado de Pénjamo, tenía dos hijas hermosas, de cabelleras como cascadas y educadas como princesas prehispánicas. La gente decía al verlas: “¡Estas niñas son unas maravillas! ¡Qué maravillosas niñas!”. Al escuchar tantas expresiones elogiosas, don Manuel se dijo: “Ya está el nombre de la hacienda: se llamará Las Maravillas, en honor a mis maravillosas niñas”.

Por esos mismos años, aproximadamente en 1875, el mismo don Manuel Cabrera, que en forma paradójica no tiene nada que ver con los Cabrera actuales de Maravillas y de El Varal, empezó a repartir terrenos de la hacienda entre sus hijos. A don Jesús Cabrera hijo le tocaron los terrenos que hoy son ocupados por la iglesia de El Varal y la parte central de esta localidad. En los terrenos que hoy en día ocupa la casa de Filemón Alvarado (mejor conocido como el Quince), don Manuel Cabrera construyó una noria que pervivió hasta bien entrado el siglo XX; en la década de los ochenta fue enterrada y con ello borrado el acto originario de lo que hoy se conoce como El Varal.

El origen del nombre de la población surge como una cosa natural. En esa época, en el lugar crecía como plaga una planta llamada por los lugareños “vara de San José” (su nombre científico es Alcea rosea), una malvácea de amplias hojas recortadas con cinco bordes y de flores de distintos colores: blancas, rosas, guinda y matizadas.[2] Fue el mismo don Manuel, al concluir la noria, quien dijo: “Este lugar se llamará El Varal”. Aunque ya no abundan como en ese tiempo, a la fecha se siguen cultivando como plantas de ornato. Con la noria construida, ya ha surgido el nombre de El Varal, aún sin el Cabrera, apellido que se le agregaría mucho tiempo después.

Ya dueño de esas tierras, don Jesús Cabrera construyó unas caballerizas en los terrenos hoy ocupados por la iglesia y las casas de Eva Espitia, Porfirio Espitia (finado) y Guadalupe Rangel. También ahí se levantaron habitaciones con un patio central. Así se inicia la insólita aventura de un lugar en el cual muchas mujeres y hombres han construido y destruido sus vidas, donde la fiebre y la magia han consumido muchos hombres que codiciaban magnánimos el acero o el resplandor de la riqueza. Esta tierra, antes ocupada por seres reales pero en estos tiempos sin nombre, de piel cobriza, que fueron desalojados y muertos con violencia atroz por invasores llegados allende del mar, que se asentaron y acamparon para siempre. Esta zona de frontera entre culturas: chichimecas, purépechas, ñañús y tal vez otros que no sabemos, que han dejado su huella con algunos nombres, ecos de sonoros lenguajes milenarios: Huanímaro, Pénjamo, Berumbo…

Con la llegada a estas tierras de gente extraña y cruel termina la primera parte de esta historia; desafortunadamente tenemos muy pocos rastros de los seres alucinantes que la habitaron, pues no contamos con el registro de sus vidas

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