POLÍTICA Y EDUCACIÓN EN EL ESTADO INCA
Enviado por Adrian Terrones Olortegui • 19 de Enero de 2017 • Documentos de Investigación • 3.414 Palabras (14 Páginas) • 288 Visitas
PRESENTACIÓN
El presente trabajo tiene por objetivo explicar la política y educación en el estado inca, considerando la importancia de la política y educación en el estado inca en el mundo, podemos sacar la conclusión que el grado de utilidad en la parte educativa de la política y educación en el estado inca se desarrolló en ambiente muy concentrado que a continuación vamos a desarrollar el tema para poder comprender aún más.
ABSTRACT
The Inca Culture in Peru was one of the most advanced civilizations of its time. Education was not perfect, but it is worth of studying and analyzing what happened to its education after, during the Colony. Moreover, as Inca’s heirs in many aspects, we do well to find out the reason why this empire was conquered and annihilated even having such a good education and well-structured society.
POLÍTICA Y EDUCACIÓN EN EL ESTADO INCA
En la estricta planificación que diseñaron los incas para llevar a cabo su proyecto de configuración de un Estado, el Tahuantinsuyo, en el que lograrán integrar el vasto territorio del Área Andina y los múltiples grupos étnicos que la habitaban, la política educacional de esas poblaciones significó un factor decisivo para el logro de su empresa. Una empresa cuya grandeza se asentó precisamente en las virtudes y valores que éstos le aportaron, y que ellos supieron respetar adaptándolas a los objetivos de su programa político.
La necesidad de controlar en un espacio sumamente fragmentado los recursos muy diversos, materiales y humanos, a partir de un sistema de reciprocidad y redistribución basado en una red de intercambios que no funcionaría a nivel individual ni privado, sino de redes políticas, sociales y familiares, supuso una estrecha interrelación de la firmeza del poder con la población que aportaba con su trabajo, verdadera renta del Estado, las bases de una economía dirigida.
La abundante bibliografía producida en las últimas décadas sobre aspectos muy diversos de la cultura andina en el periodo del Tahuantinsuyo, ha supuesto una revisión profunda en el planteamiento de los temas y en el establecimiento de conclusiones, que con frecuencia difieren sensiblemente de la visión que sobre ella se ofrecía en textos elaborados a partir de la versión occidentalizada de los cronistas del siglo XVI. La organización política, económica y social del Incario, o los fundamentos de su religión, ha sido objeto de investigaciones rigurosas que han renovado con una metodología más refinada en el manejo de las fuentes documentales, el conocimiento de la realidad de un pasado histórico y cultural que ha trascendido en la mentalidad de las poblaciones andinas con más pujanza de la que parecía reconocerle la historiografía tradicional.
I.LA FAMILIA, INSTRUMENTO DEL ESTADO
La familia, no como núcleo independiente sino como parte integrante de la comunidad de los ayllus, fue un verdadero instrumento del Estado, dirigido a conseguir una educación eminentemente pragmática con el fin de estimular el espíritu de colaboración y de responsabilidad colectiva. Estos principios fueron aplicados a toda la población del Tahuantinsuyo en un primer nivel educativo; pero el carácter inflexiblemente clasista y jerárquico de la sociedad establecida por los incas como base de su Imperio se refleja en una profunda diferencia en los niveles de una educación superior a la que sólo tenían acceso las elites.
Convenía que los hijos de la gente común no aprendiesen las ciencias, las cuales pertenecían solamente a los nobles, porque no se ensoberbeciesen y amenguaran la república. Que les enseñasen los oficios de sus padres, que les bastaban. Que los hijos sirviesen a sus padres hasta los veinticinco años, y de allí adelante se ocupasen de las cosas de la República.
Las razones: interés por privar a la gente del pueblo de conocimientos superiores, capa- ces de llevarlos a una posible crítica de su política y de la conveniencia o no, de secundarla ciegamente. Pero un criterio general se aplicó tanto a la educación de la clase dominadora inca como a la de los pueblos dominados. Su primer nivel se desenvolvía en el ámbito de la familia, fuera cual fuera su estatus: elites imperiales, nobleza regional de los curacas o tributarios del pueblo.
Era un aprendizaje progresivo que se iniciaba en la primera infancia y que se iba adaptando a los cambios que imponía cada edad o condiciones del ciclo biológico. La incorporación de los niños, o niñas, a las actividades que se desarrollaban en el seno de la familia extensa, adquiría una cierta solemnidad con la práctica de un ritual, al llegar a la edad de cuatro o cinco años, que se centraba en el corte de uñas y cabellos que llevaba a cabo uno de los tíos, que también le imponía un nombre propio e individual, aunque no sería el definitivo. Dejaba de ser el bebé, o la huahua. Este ritual llamado Rutu-Chicuy era una fiesta privada en la que participaba toda la parentela que agasajaba al niño con ofrendas y regalos, cuya importancia dependía del estatus de la familia, noble o plebeya, pero que en todo caso comportaba la celebración de una comida y largos festejos de cantos y bailes de componente religioso y de significación social. Lo importante era que a partir de ese momento el niño o la niña adquirían personalidad propia, subrayada por la imposición de un nombre, y que mediante esa ceremonia ellos mismos se convertían en elementos activos mediante los cuales se establecían o reafirmaban compromisos de reciprocidad entre los integrantes de la familia extensa. Y a partir de ahí empezaba su aprendizaje como miembro de esa familia. El establecimiento de grupos de edad como forma de organizar una sociedad integrada por grupos cuya población necesariamente, y debido a la diversidad y fragmentación del espacio, se instalaba en asentamientos dispersos, obedecía a una estrategia ya vigente en la tradición panandina de la época preincaica. Fue precisamente la dispersión de los asentamientos, el factor que impulsó o estimuló la coherencia de las colectividades humanas, de mayor o menor entidad, a partir de la organización de núcleos familiares en- cuadrados en los ayllus. Los incas dirigieron esta actitud tradicional a su programa de planificación integral, cuyo éxito se basaba en el logro del equilibrio entre los recursos económicos que les brindaba una geografía difícil y las personas que debían extraerlos para sustentar las necesidades estatales y el mantenimiento de las personas. Para conseguirlo desarrollaron un perfecto sistema de contabilidad y de métodos de estadística demográfica que les permitieron conocer la capacidad productiva de sus tributarios en función de su edad y de su sexo para responsabilizarlos, de acuerdo con esas circunstancias, de los distintos trabajos que debían desempeñar; porque el tributo se exigía en tiempo de trabajo, no en la entrega de productos. De esta forma los grupos de edad, objeto hoy de un interés especial para la moderna sociología, fueron precisamente el punto de partida de la organización demográfica del Tahuantinsuyo, y referencia para, a partir de ellos, dotar a la población de una formación y una educación que convertía a sus súbditos en productores eficientes y disciplinados.
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