SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD, LA ESCUELA Y EL DOCENTE
Beluniis11 de Julio de 2013
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La escuela actual es una escuela premoderna, con unos maestros modernos y unos estudiantes postmodernos, es decir, actualmente existe un evidente desfase entre las demandas de la sociedad y las ofertas de la escuela, la formación del maestro, y la escuela misma, una institución rígida que tiende a mantenerse en el tiempo tal cual.
Las escuelas son el reflejo de la sociedad, por lo que es necesario que se analicen conjuntamente. No podemos estudiar los cambios que se han producido en la escuela sin tener en cuenta los cambios que ha experimentado la sociedad, porque estos últimos influyen en los primeros, y viceversa. La escuela es el reflejo de la sociedad, sí, pero no podemos olvidar que la escuela tienen también como función poner en cuestión los valores sociales de cada momento y transformarla por la educación, esto es, la educación debe propiciar el cambio tanto en la sociedad como en la escuela.
Partimos, pues, de la naturalización de la institución escolar como la entendemos hoy. Es necesario romper con esta naturalización a partir de dos cuestiones básicas; a saber: la escuela es de esta manera, pero 1) ¿siempre ha sido así? Y 2) ¿debe seguir así?
En el momento actual nos encontramos en proceso de reconstrucción de la escuela, en el cual es de suma importancia reflexionar sobre las demandas de la sociedad, la función de la escuela y, por supuesto, la función del docente en este proceso.
Para responder a estas dos preguntas, es necesario un proceso de análisis, reflexión y crítica con miras a mejorarla. Por otra parte, este proceso debe ser continuo, ya que los cambios que afectan a sociedad y a la escuela suceden ahora y continuarán sucediendo en el futuro, y las realidades que nos encontremos en las escuelas de ahora pueden ser muy diferentes de las de mañana.
Según los teóricos de la educación, en el momento actual nos encontramos en proceso de reconstrucción de la escuela, en el cual es de suma importancia reflexionar sobre las demandas de la sociedad, la función de la escuela y, por supuesto, la función del docente en este proceso.
Para comprender la escuela actual, tenemos que analizar la escuela que la ha precedido, analizar los cambios y reflexionar hacia dónde está yendo la educación. Para ello, debemos comenzar por analizar la sociedad que existía durante la etapa histórica anterior, puesto que la dictadura franquista implicaba una sociedad diferente a la hoy. En esta sociedad, los roles familiares estaban completamente diferenciados y los medios de comunicación, bastante restringidos. Los ciudadanos de esta sociedad vivían sometidos al sistema, que buscaba una masa de trabajadores homogéneos que no cuestionaran el orden establecido y que sólo acatasen órdenes; en definitiva, que no se rebelasen contra los principios de la dictadura.
Por tanto, ya que la educación favorece un tipo de ciudadano, desde la educación no se podía fomentar otra cosa que no fuese la adaptación, es decir, la reproducción social, sin posibilidad de cambio, ni de reconstrucción. La función primordial de la escuela era adoctrinar a los alumnos a través de una metodología transmisiva, con el maestro como única fuente de conocimiento, sin más referencia que éste, sin lugar para la reflexión, el razonamiento y mucho menos para la crítica o la pregunta y sin posibilidad de cuestionar el sistema, creando ciudadanos homogéneos que respetarán la autoridad que les había sido impuesta y todo lo que ésta decía.
Como cabe suponer, en una escuela así, el currículo escolar había de ser completamente rígido: existía una verdad absoluta impuesta, en la escuela se daba la pregunta y la respuesta, ambas como únicas e importantes, todo ello sujeto a la perpetuidad del sistema. Se trataba de una escuela que instruía a los alumnos en unos determinados contenidos, en los que se veía claramente la mano del régimen, que los alumnos debían memorizar y reproducir en el momento adecuado, teniendo en cuenta solamente el resultado y no el proceso. A través de estos contenidos y de esta metodología, la escuela llevaba a cabo su función de control social fundamentada en el autoritarismo. Así, el respeto del alumno al maestro no se basaba en la confianza y en la admiración, sino que era impuesto desde arriba.
Por otro lado, en la realidad del aula, no existía la diversidad, pues la selección empezaba antes de la escuela, de manera que los alumnos que componían el aula en su comienzo ya eran una masa homogénea y que, durante la escolarización, se homogeneizaba aún más.
En cuanto al maestro, éste también debía ser un trabajador, ideológicamente sumiso al régimen, que servía al fin del mismo de reproducir sus normas y valores sociales, sin salirse de las normas establecidas. Al constituir casi la única fuente de conocimiento y de saber de la época, como nota muy positiva (que la escuela actual debería tener muy presente), cabe destacar que el maestro era una persona muy bien considerada y respetada por la sociedad y su labor educativa gozaba de bastante reconocimiento social. A pesar de este reconocimiento social, la profesión docente no estaba bien remunerada y las condiciones laborales eran bastante pésimas. Sin embargo, el maestro, junto al cura, el médico y el cabo de la Guardia Civil, formaba parte de los pilares básicos de la sociedad, de los que emanaba toda norma moralmente fiable.
En esta sociedad, los roles familiares ya no están tan bien definidos como durante la etapa anterior, al igual que la función de la familia en lo que respecta a la educación de sus hijos.
En la actualidad, la educación ha cambiado mucho desde la Dictadura de Franco, pero ¿ha cambiado lo suficiente para adaptarse a la sociedad actual? Y los cambios que se han producido, ¿han sido para mejor en todos los sentidos? La escuela de hoy está dominada por algunas cuestiones que vienen del pasado, como la cultura escolar, pero ha cambiado en muchos aspectos; sobre todo, en formas y también en contenidos.
En la sociedad democrática actual, se acepta y respeta la diversidad y la pluralidad. En esta sociedad, los roles familiares ya no están tan bien definidos como durante la etapa anterior, al igual que la función de la familia en lo que respecta a la educación de sus hijos. Por otra parte, los medios de comunicación se han beneficiado de los avances tecnológicos, dando lugar a una sociedad de la información (inmediata) y a un agente de socialización, que ha ganado importancia frente a la escuela, dando origen a una nueva sociedad evidentemente acrítica. Por contra, los ciudadanos de esta sociedad son diversos, y esta heterogeneidad acepta la diversidad cultural en la mayor parte de los casos. Todo esto conlleva nuevas demandas de la sociedad hacia la escuela.
La sociedad democrática ha influido notablemente en la escuela, democratizando la escuela, al menos en principio, pues se ha democratizado el acceso a la misma, pero no el éxito en la misma. La escolaridad obligatoria ha puesto en crisis, en gran medida, la institución escolar, es decir, la diversidad existente en las aulas ha hecho surgir una pregunta esencial: ¿Para quién es la escuela?
A pesar de que la escuela se encuentra abierta por igual a ambos sexos (coeducación) y se ha llevado a cabo la integración social, la cultura escolar que se reproduce sigue siendo la de la sociedad dominante, no se adapta a los alumnos y alumnas que son diversos, sino que trata de socializarlos en la cultura de la escuela, reproduciendo los valores y normas sociales del grupo social y cultural dominante, lo cual es muy fácil para aquellos alumnos que tienen la cultura de la escuela y a menudo imposible para aquellos que fuera de la escuela están socializados en una cultura diferente.
En multitud de ocasiones, la realidad de la escuela choca con la realidad del alumno, lo cual tiende a fomentar conflictos violentos, favorecidos por la violencia estructural y la sistémica. Se les ha dejado entrar en el recinto académico, pero no se ha hecho nada para que puedan tener éxito en el mismo. Sin embargo, el éxito o el fracaso de los alumnos no es tanto responsabilidad de éste como del sistema educativo, que no ha sido capaz de ofrecerles la posibilidad de tener éxito; no fracasan los alumnos, sino el sistema educativo. En la sociedad de la meritocracia, sigue teniendo más posibilidad quien tenga la cultura de la escuela.
En relación con esto, encontramos la función clasificadora de la escuela, la selección ya no se hace fuera, sino dentro, a través de las continuas calificaciones, que etiquetan al alumno fomentando la competitividad y el individualismo; calificaciones que resaltan la importancia del resultado frente al proceso, que convierten la motivación del alumno en extrínseca, favoreciendo la importancia de la puntuación frente a la del saber aprendido y las habilidades adquiridas o desarrolladas.
Esta motivación, favorecida también por la función credencialista de la escuela, evita que los aprendizajes
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