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Enviado por   •  1 de Diciembre de 2013  •  2.519 Palabras (11 Páginas)  •  335 Visitas

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“La Educación del Hombre (fragmentos)” F. Froebel (2001) 24 de septiembre de 2013

La educación del hombre no es sino la vía o el medio que conduce al hombre, ser inteligente, racional y consciente, a ejercitar, desarrollar y manifestar los elementos de vida que posee en sí propio. Su fin se reduce a conducir, por medio del conocimiento de esta ley eterna, y de los preceptos que ella entraña, a todo ser inteligente. Racional y consciente a conocer su verdadera vocación y a cumplirla espontánea y libremente. La educación tiene por objeto formar al hombre, según su vocación, para una vida pura, santa y sin mancha: en una palabra, a enseñarle la sabiduría propiamente dicha.

La sabiduría es el punto culminante hacia el cual deben dirigirse todos los esfuerzos del hombre: es la cúspide más elevada de su destino."

Todo lo que es interno -el ser, el espíritu, la acción de Dios en los hombres y en las cosas- pone en evidencia por medio de manifestaciones exteriores. No obstante, aunque la educación y la enseñanza se refieran sobre todo a las manifestaciones exteriores del hombre y de las cosas, y la ciencia las invoque como libres testimonios que hacen deducir del interior al exterior.

La negación de esta verdad es la causa de la inutilidad de tantos esfuerzos, de tantos desengaños en la educación y en la vida. Los fallos pronunciados sobre la naturaleza de un niño, en vista únicamente de sus manifestaciones externas, constituyen el motivo de tantas educaciones fracasa9as. De tantas malas inteligencias entre los padres y los hijos, de tantos desvaríos de la fantasía. De tantas esperanzas defraudadas.

Los preceptores y los institutores no pierdan de vista el doble deber a que están obligados en el ejercicio de sus funciones; precisa que, siempre y a un tiempo, den y tomen, unan y separen, se adelanten y sigan; precisa que obren y dejen obrar, que escojan un objetivo o abandonen al niño el cuidado de elegir uno; que sean a la vez firmes y flexibles. Pero entre el niño y el preceptor, entre el maestro y el alumno, surge una tercera exigencia a la cual deben igualmente someterse el niño, el educador, el maestro y el alumno; esto es, la elección de todo lo que está conforme con la justicia y con el bien. Por la satisfacción de esta exigencia revelarán...ellos y manifestarán la justicia y el bien que llevan en sí propios; y conviene a este propósito dejar establecido que el niño, desde su más temprana edad, satisface a esta exigencia con un tacto sorprendente, pues rara vez le vemos sustraerse a ella de una manera voluntaria.

En los tiempos que alcanzamos, los niños están por demás ocupados en todo lo que es intelectual: no se otorga bastante espacio al trabajo. Bien que nada sea tan ventajoso para el desarrollo de los niños como la instrucción que adquieren mediante el ejercicio de esa facultad creadora y productora que llevan en sí mismos. Los padres y los hijos descuidan y desdeñan harto frecuentemente la potencia de actividad que en cada uno de ellos reside: incumbe a toda educación verdadera, a toda enseñanza seria. El abrirles los ojos sobre el particular. La educación actual, dada en la familia y en la escuela. Fomenta en los niños la pereza y la indolencia, y el germen del indecible poder humano, lejos de desarrollarse así, se destruye. Además de las horas consagradas a la enseñanza. Se consagrarán algunas al trabajo manual, al desenvolvimiento de la fuerza física. Cuya importancia y cuya dignidad son harto desconocidas actualmente.

Segundo grado de desarrollo del hombre: el niño

"En este grado de la vida, en que el interior del hombre se manifiesta por el exterior, en que importa buscar el enlace entre el interior y el exterior, y la unidad en la cual ambos se confunden, se inicia la educación del hombre, y se declara, además de la necesidad de continuar prodigándole los cuidados físicos anteriormente reclamados, la necesidad, más imperiosa aún, de los cuidados intelectuales." todo grado en el desarrollo y en el perfeccionamiento del hombre sea muy importante en su orden respectivo, permítasenos que insistamos sobre la importancia especial que toma a nuestros ojos el grado presente. Es, en efecto, la primera manifestación del lazo que une al hombre al mundo exterior; es el primer paso dado por él en la vía de la comprensión de este mundo exterior, que se le aparece entonces bajo las formas más diversas.

La palabra y el juego componen el elemento en que vive el niño de esta edad. Atribuyendo a cada cosa la vida, el sentimiento, la facultad de oír y de hablar que él siente en sí mismo, imaginase también que todo objeto oye y habla; y no vacila, desde que empieza a manifestar su interior,- en atribuir una actividad semejante a la suya a las piedras, a los árboles, a las plantas, a-las flores, a los animales y a todo lo que le circunda. El niño, paciente y sufrido por temperamento, que juega enérgicamente hasta el punto de cansarse el cuerpo, llega por necesidad a ser un hombre robusto, mucho más tranquilo y dispuesto al sacrificio de sus comodidades y de su bienestar.

El deseo de conocerlo todo. Le empuja hacia nosotros; nos trae sus pequeños descubrimientos. Y al interrogarnos, se revela a nosotros. La menor de las cosas, nueva para él. Es a sus ojos una conquista importante: gusta de todo lo que le ensancha su círculo, aún tan limitado. ¿Despertándose su curiosidad? quiere conocer el nombre, las propiedades, la esencia íntima de cada ser o de cada cosa de este mundo, que se descubre paulatinamente ante sus ojos. El niño vuelve y revuelve en todos sentidos los objetos de que se apodera, los rompe y los descompone, llevarlos a su boca, dirígelos a sus dientes o al órgano de su gusto para reconocerlos o distinguirlos, y nosotros, a veces ¿qué hacemos? Le reñimos, y lo apartamos. De este sistema de análisis, sin pensar que este niño es, más que nosotros, razonable y lógico. El niño, porque quiere instruirse, interroga los objetos; quiere distinguir el interior de las cosas de la multiplicidad de sus apariencias exteriores y conocer las relaciones que les son comunes; siente que las ama, las desea, o instintivamente quiere averigua la razón, el móvil de esta tendencia. No desdeñemos en el niño de esta edad el modo de enseñanza que más tarde le impondremos por la pedagogía. La inteligencia perfecta de estas acciones contribuye singularmente a despertar en el niño la facultad creadora y a formar su criterio; dale asimismo el hábito de la reflexión.

El dibujo y la palabra marchan a una como la luz y la sombra, el día y la noche, el espíritu y el cuerpo. El hombre revela la aptitud para el dibujo, como ha revelado la aptitud para la palabra;

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