EL EMILIO Y LA EDUCACIÓN
Enviado por OLIFERNELLY • 7 de Mayo de 2015 • 2.955 Palabras (12 Páginas) • 143 Visitas
INTRODUCCIÓN
"El Emilio" es una de las obras literarias más importantes y destacadas de Jean-Jacques Rousseau cargada de un gran contenido pedagógico, criticada y a la vez ensalzada tras su publicación en la segunda mitad del siglo XVIII. Su aceptación social y educativa ha hecho que hoy sea uno de los puntos de referencia de las diferentes materias en muchos de los sistemas educativos actuales en el tratamiento pedagógico de la enseñanza que se imparte en los centros escolares.
El Emilio es una obra reaccionaria a la educación formal e instrumental de la época en la que el autor propone una serie de pautas y principios educativos que parten muchas veces de la propia intuición personal ante la opresión y degeneración con que la sociedad somete a los individuos en su compleja evolución y transformación. Ante ello el autor propone un modelo de educación para el niño desde la propia naturaleza desarrollado en cinco libros de acuerdo a las etapas de desarrollo infantil con el fin de formar un individuo libre y autónomo capaz de poder valerse por sí mismo posteriormente en su entorno social.
Libro I
El autor desarrolla un modelo de educación para el niño hasta los 5 años fundamentada en las sensaciones y en la experiencia no coercitiva con el entorno, es decir, sin trabas ni límites que partan de las voluntades sociales de los adultos (los hábitos) ni del proteccionismo paterno, sin que el niño llegue a tener el control de las decisiones (caprichos).
En este primer libro, Rousseau ya insiste en Lo que será su máxima a lo largo de toda la obra: "seguir a la naturaleza", o sea, sujetarse a las necesidades naturales: comer cuando y solo si se tiene hambre, beber cuando y solo si se tiene sed. . . y obrar, siempre que se pueda, por uno mismo, sin pedir ayuda innecesaria.
Para Rousseau, hay tres tipos de educación: la educación de la naturaleza (desarrollo de nuestros órganos y de nuestras facultades innatas), la educación de los hombres (el uso que, de los mayores, aprendemos a darles a nuestros órganos y facultades), y la educación de las cosas (la experiencia que tenemos de los objetos que nos afectan). La primera educación no depende de nosotros, pues está determinada desde el nacimiento. La tercera está sujeta, en mayor o menor grado, al azar. La segunda, en cambio, es el campo propio de la labor del maestro, y depende plenamente de la relación que se establezca entre el preceptor y su discípulo.
Rousseau propone una educación que tiene un fin preciso: educar para la vida, o en otras palabras, hacer del niño un hombre que sea dueño de sí. La educación es un arte, y por tanto, depende menos de los conocimientos del preceptor que de su ingenio y habilidad para transmitirlos, y para ganarse la buena voluntad de su discípulo. La verdadera nodriza es la madre y el verdadero preceptor es el padre, pues no hay que confiar ni en las nodrizas ni en los maestros que cumplen sus funciones a cambio de dinero. Por ello, Rousseau opina que quienes no pueden o no quieren encargarse de la crianza y formación de sus hijos, deben renunciar a sus derechos de padres en favor de otro que sí esté dispuesto: un preceptor-padre sustituto.
No cualquiera, por supuesto, sino alguien que tenga las cualidades necesarias para actuar como un segundo padre, realizar su labor desinteresadamente, y convertirse en el mejor amigo de su alumno. Para que esto llegue a ser tal cual se expone, a cada preceptor debería corresponderse un solo discípulo, y a cada discípulo, un solo preceptor.
Los primeros años de la vida de un niño hay que dedicarlos exclusivamente a formar al infante en las necesidades naturales: se le enseña a obedecer solo por necesidad, no por temor, y a no pedir lo que pueda obtener por sí mismo.
Libro II
Posteriormente (Libro II) y hasta los 12 años el autor hace especial hincapié en la educación integral del niño a través de los sentidos (oído, gusto, olfato,...), de las habilidades motrices, del lenguaje y del miedo siguiendo una modelo claramente negativo, es decir, guiando al niño hasta el conocimiento de tal forma que no llegue a adquirir vicios o errores y sin desvelarle la verdad. Rousseau proporciona experiencias (naturales) a su Emilio mediante el control del ambiente en el que están, sin ordenar y sin obligar, permitiendo que realice las cosas sin que parezca que es de forma intencionada. En este momento la educación física y los juegos serán los ejes de la educación del niño proporcionándole experiencias necesarias para un posterior desarrollo de su inteligencia en un entorno de libertad y diversión. Es importante destacar también en este proceso que el niño no es un adulto en pequeño y por tanto se deben respetar las características de la infancia
En este apartado es la niñez, desde que el pequeño comienza a hablar hasta que tiene unos doce años. El preceptor continúa formando a Emilio en las necesidades naturales. Lo anima a ejercer sus facultades sensoriales y a ejercitar su cuerpo (jugar, correr, saltar, nadar...) La educación moral, a esta edad, debe consistir en ejemplos, no en reglas (nada de "catecismos" con preguntas y respuestas preestablecidas). La educación intelectual debe partir siempre de un interés sensible, y ha de desecharse todo sistema teórico que solo confundiría al niño.
Resulta muy curiosa, la recomendación de no poner libro alguno en manos de un niño hasta que cumpla los doce años. Pero esto, en realidad, no es más que una consecuencia lógica de la propuesta educativa de Rousseau: respetar la naturaleza de la niñez. En efecto, la niñez es la edad del juego, de la actividad física, no de horas interminables de lecturas áridas y complejas que el niño no está en capacidad de comprender. Sin embargo, Rousseau declara que no hay impedimento para enseñar al niño los rudimentos de la lectura y la escritura, pues ya tendrá ocasión de ejercitar estas habilidades cuando sea necesario, Así pues, la educación roussoniana, además de naturalista, se ha llamado negativa, porque, según este enfoque pedagógico, el maestro no
Debe intervenir en el aprendizaje natural del alumno con reglas, lecciones u órdenes, sino dejar que éste mismo, según sus necesidades, pida al maestro que le enseñe.
...