Emilio O La Educacion
Enviado por Dianna_mousse • 17 de Abril de 2015 • 8.986 Palabras (36 Páginas) • 321 Visitas
Los de mayor prudencia se atienen a lo que necesitan saber los hombres, sin tener en cuenta lo que pueden aprender los niños. Buscan siempre al hombre en el niño, sin considerar lo que éste es antes de ser hombre.
Rousseau.
INTRODUCCIÓN
Este artículo de reflexión muestra el trayecto sobre la concepción de niño y de educación, que sigue el autor en sus desarrollos filosóficos en el tratado pedagógico, conocido como “El Emilio”, publicado por Juan Jacobo Rousseau en 1762. Allí, él centra su preocupación en la educación del individuo, cuyo referente está en la formación del niño durante su infancia, su adolescencia y su juventud, hasta convertirse en un hombre libre, un ciudadano, y un individuo independiente. Entre otros enunciados centrales, se encuentra aquel que afirma que todo "está bien en el niño al salir de las manos del autor de la naturaleza y que todo degenera en las manos del hombre”. Con esta afirmación se da inicio en este texto a la trayectoria recorrida por Rousseau a propósito de estas concepciones. De ahí que la pretensión de este escrito es la de trazar de manera general, las líneas genealógicas que determinan su pensamiento pedagógico, señalando los enunciados que en el transcurso de su obra, van conformando el modo como el autor de “El Emilio” concibe el concepto de niño, de educación y el tipo de relación que establece con las nociones de naturaleza, de hombre y de cosas. Por ello, se aclara que la selección bibliográfica tiene como referente principal y casi único “El Emilio”, dado que se trata de sacar a la superficie de este discurso pedagógico los grandes enunciados que Rousseau (1981) produce acerca de concebir al niño como un ser natural, señalando que la educación procurada por el hombre, en general, es un contrasentido, puesto que el mismo hombre se preocupa más de "doblegar, desfigurar y apartar" (Rousseau, 2000:4) al niño de sí mismo contrariando su naturaleza, mediante el mecanismo de la prohibición y de la autoridad, que de satisfacer sus necesidades complementando lo que le hace falta. Bajo esta consideración, (Rousseau, 2000:10) entiende la educación como un efecto de la relación que se conforma entre el niño y su naturaleza, el niño y los hombres, el niño y las cosas. Tal que, en la medida que la naturaleza tiene que ver con el desarrollo interno de las facultades y de los órganos, el hombre tiene que ver con la educación, en tanto enseña el uso que se hace de esas facultades y de esos órganos y con las cosas, porque enseñan lo que la propia experiencia da a conocer, aunque se privilegie la relación del niño con las cosas. En este sentido Deleuze señala que Rousseau:
En una de sus más recientes tesis, explica que el hombre es bueno en estado de naturaleza, o al menos no es malo. No se trata de una proposición nacida de los buenos sentimientos ni de una manifestación de optimismo; es un manifiesto lógico extremadamente preciso. Rousseau quiere decir que el hombre, tal y como podemos imaginarlo en estado de naturaleza, no puede ser malicioso, porque las condiciones objetivas que hacen posible la malicia humana y su ejercicio no existen en tal estado. En el estado de naturaleza, el hombre se encuentra en relación con las cosas, no con otros hombres (salvo de manera fortuita, que sucede de manera inesperada y por casualidad). "Los hombres probablemente se atacarían si se encontrasen unos con otros, pero raramente coinciden. Reina en todas partes el estado de guerra, pero la tierra entera permanece en paz" (Deleuze, 2005:396). El estado de naturaleza no es solo un estado de independencia, sino también de aislamiento. Uno de los temas constantes de Rousseau es que la necesidad es un factor de agrupación, no solamente no reúne, sino que, al contrario, aísla. Debido a nuestras limitaciones, nuestras necesidades, en estado de naturaleza, alcanzan una especie de equilibrio necesario con nuestros poderes, adquieren una suerte de autosuficiencia (71-72).
Entonces, podríamos decir que las necesidades, del desarrollo de las facultades, el uso que se hace de ellas y el conocimiento de los objetos a través de la experiencia, se relacionan según Rousseau, en función de un mismo fin, de acuerdo con unos mismos puntos de vista y mediante una serie de lecciones. El autor considera determinante esta combinación para educar bien al niño; las necesidades, el desarrollo de las facultades y el conocimiento de los objetos a través de la experiencia, conforman tres tipos de educación, distintas entre sí. Las necesidades permiten comprender que el ser de la naturaleza no depende de nosotros. El desarrollo de las facultades muestra que no se trata de pensar la naturaleza en tanto objeto, que los hombres no son los dueños de la educación, como se supone; y el conocimiento de los objetos configura un tipo de relación con las cosas, favoreciendo la construcción de la experiencia. Rousseau, frente a estas distinciones, se pregunta ¿quién se puede esperar que ha de dirigir por completo los razonamientos y las acciones de todos, cuando a un niño se acerque? ¿Cuál es el propósito de la educación en tanto arte? (Deleuze: 9-10). Él responde a la primera pregunta al hablar sobre la concurrencia de las tres educaciones: la de la naturaleza, la de los hombres y la de las cosas (experiencia) y precisa cómo la educación dada por los hombres y por la relación que el niño establece con las cosas debe dirigirse a la educación que se debe dar, siguiendo el orden de la naturaleza del niño.
Nosotros entendemos que cuando él hace referencia al orden y al dominio de la naturaleza, está hablando de la naturaleza del niño en cuanto su modo de ser natural, es decir, de acuerdo con lo que el niño es en tanto niño. En ese sentido, nos presenta su concepción de edad como un estado natural de la vida, marcada por una serie de cambios, por los que el niño necesariamente pasa durante sus periodos de crecimiento, desarrollo y formación. Acerca de la segunda pregunta, responde que si bien la educación es un arte, es casi imposible su logro, y ella solamente es posible conseguirla a fuerza de diligencia: puesto que de nadie depende el concurso de causas indispensables, para él. Todo cuanto puede conseguirse a fuerza de diligencia es acercarse más o menos al propósito; pero se necesita suerte para conseguirlo. ¿Qué propósito es este? El mismo que se propone la naturaleza; esto lo hemos probado ya. Una vez que para su recíproca perfección es necesario que concurran las tres educaciones, hemos de dirigir las otras dos a aquella en que ningún poder tenemos. Pero, como acaso tiene la voz de naturaleza una significación sobrado vaga, conviene que procuremos fijarla (Deleuze, 2005:9).
En esta dirección, en el libro primero Rousseau teoriza y reflexiona sobre la noción de sensación, sobre la
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