El Anillo De Giges Capítulo III
Enviado por sol.viveros • 25 de Mayo de 2013 • 2.928 Palabras (12 Páginas) • 865 Visitas
Joaquín García Huidobro
El anillo de Giges
Capítulo III
“El bien es el fin de todas las acciones
y aquello en vistas de lo cual
todo lo demás debe ser hecho".
Platón
El fin del hombre
Hay cosas que nos ocurren y cosas, en cambio, que nosotros hacemos. Así, entre las primeras, crece nuestro pelo, late nuestro corazón y nuestro cuerpo secreta adrenalina cuando se enfrenta a un peligro grande y sorpresivo. Estos términos pertenecen al género de lo que simplemente nos sucede, sin que intervenga nuestra voluntad. Aunque estas acciones y reacciones no dependen de nosotros, sino que son expresión de nuestra biología, hay otro grupo de cosas que son las que de hecho hacemos pero podríamos no hacerlas, es decir, pertenecen a un género distinto de las cosas que simplemente nos ocurren: por ejemplo, leer estas páginas o llamar a alguien por teléfono. Estas últimas son propiamente actividades nuestras, mientras que las primeras simplemente suceden en nosotros. Los medievales llamaban a unas —las que se producen por intervención de la libertad— "actos humanos" y a las otras "actos del hombre". Ambas actividades son muy importantes, pero unas — los actos humanos — son exclusivas nuestras, mientras que las otras las tenemos en común con el resto de los animales. Se trata de una distinción importante. Únicamente somos responsables de los actos que podemos llamar humanos, pues sólo en ellos nos proponemos un fin y lo elegimos. En los otros, también existe una finalidad, pero ella no es puesta por nosotros.
Necesidad de un fin
Detrás de cada acto humano, entonces, podemos reconocer un fin. Existe una coherencia entre lo que hacemos y lo que perseguimos. Sin embargo, vemos que los hombres persiguen cosas muy diversas. ¿Son todas ellas equivalentes? ¿Da lo mismo dedicar la vida al servicio de los demás o a su explotación? Por otra parte, ¿hay un fin que sea común a todos los hombres, o cada uno debe buscar hacer en la vida lo que le parezca? En realidad, siempre hacemos lo que nos parece, pero, ¿da lo mismo qué sea eso? A primera vista, si todos tenemos un único fin se corre el riesgo de introducir una monótona uniformidad en h. vida humana. Sin embargo, pensar que no hay un fin común a los hombres tiene también grandes inconvenientes, entre otros el debilitar enormemente la unidad del género humano, reduciéndola a la sola pertenencia biológica a una especie. Además, desde el punto de vista político, puede resultar muy peligroso que algunos hombres decreten que otros no tienen el mismo fin que ellos, y, por tanto, no son acreedores de los mismos medios — incluido el respeto por la propia dignidad — para lograrlo.
Para intentar responder en alguna medida a esas preguntas es necesario hacer antes algunas constataciones elementales. La primera es que todo lo que se hace se hace por un fin. Es imposible encontrar un acto humano que no esté dirigido a un fin, cada vez que hacemos algo lo hacemos por algo. Este fin es cierta cosa que consideramos buena desde algún punto de vista. Por eso, el personaje Sócrates en el Gorgias dice que "es en vistas del bien que todas las cosas son hechas por aquéllos que las hacen.
Deseamos los bienes: las cosas que no son ni buenas ni malas o que son malas no las deseamos". Esta es una idea importante. Aunque los hombres seamos falibles, no podemos equivocarnos en creer que hacemos algo en vistas del bien, aunque sí podemos equivocarnos al pensar que eso es realmente bueno para nosotros, como Gollum, en El Señor de los anillos, que a fuerza de abusar del anillo que lo tornaba invisible había terminado por perder hasta su apariencia física original. Es el caso de alguien que hace lo que, en realidad, no le conviene.
Tener conciencia de eso es propio de los seres racionales y tiene que ver con el tema de la responsabilidad, que veremos más adelante. Ante cada uno de nuestros actos, un observador podría preguntarnos por el porqué y nosotros deberíamos ser siempre capaces de dar una respuesta. Si no pudiésemos dar una explicación, sería señal de que no se trató de un acto humano, sino sólo del hombre, como lo que realiza un sonámbulo o un hipnotizado. No basta con responder: "porque tuve ganas", ya que eso significaría que hemos tratado un acto humano como si fuese sólo un acto del hombre, algo que no se halla sometido a nuestra razón. Y no sería verdad.
Aunque todo lo que hacemos lo hacemos por algo, es interesante constatar que ese algo o fin no siempre constituye la razón última de nuestro actuar. A lo mejor alguien lee estas páginas para conocer la materia de una prueba y obtener una buena nota. Pero la búsqueda de una buena calificación en un curso está lejos de constituir el objetivo final de la existencia. Obtener una buena nota es un fin, pero no un fin final, sino un fin subordinado a otros propósitos. Con todo, no parece posible que sólo existan estos fines que son a la vez medios. Si cada cosa que buscamos la buscamos en función de otra, y ésta de otra, y así hasta el infinito, llegaríamos a una situación en la que se haría imposible actuar. Ya Aristóteles advirtió la imposibilidad de una regresión al infinito en los fines de nuestras acciones. Debe existir, entonces, algún fin que no esté subordinado a otro, es decir, que tenga el carácter de último. No parece difícil identificarlo, al menos en un sentido amplio, porque lo que todos los hombres buscan es la felicidad. Es imposible encontrar un hombre que no quiera ser feliz. Sobre esto no deliberamos, es un fin que nos está dado por la naturaleza.
El contenido de la felicidad
El problema, entonces, no reside en la identificación de aquello que, en último término, mueve nuestros afanes, sino en saber en qué consiste, de hecho, ser feliz. Porque, aunque todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, no todos coincidimos en el contenido concreto de la felicidad. Unos, en efecto, la buscan en el dinero, otros en los honores y los de más allá en el placer o en otras cosas. Resolver esta cuestión no es poco importante, a menos que se quiera pasar la vida diciendo, como Mick Jagger:
"I can't get no satisfaction,
I can't get no satisfaction.
'Cause I try and I try and I try and I try.
I can't get no, I can't get no".
En algún caso, resulta relativamente fácil descartar ciertas cosas como representativas del último fin, o sea, de la felicidad. No parece que el dinero o el poder lo sean, ya que no se buscan por sí mismos, sino con vistas a otras cosas. Otro tanto parece suceder con la fama, que, aparte de inestable, está más en los que la dan que en el hombre famoso. En cambio, hay otros candidatos que sí
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