El realismo de Aira en "Yo era una mujer casada"
Enviado por 30292635 • 9 de Noviembre de 2022 • Monografía • 3.552 Palabras (15 Páginas) • 67 Visitas
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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL.
CICLO DE LICENCIATURA EN ENSEÑANZA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA.
AÑO ACADÉMICO: 2021.
ASIGNATURA: TEORÍA Y CRÍTICA II.
PROFESORA: ARCE, RAFAEL.
TÍTULO:
ESTUDIANTE: BELLO, NATALIA.
FECHA DE ENTREGA:
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo se propone realizar una lectura crítica de la novela “Yo era una mujer casada” de César Aira (2010) para desglosar los procedimientos que construyen un realismo sin pretensiones representativas sino como invención de un dispositivo que pone en primer plano el proceso.
Para ello se partirá de la caracterización de las vanguardias en el arte como forma de combatir el envejecimiento de las civilizaciones y el agotamiento de sus formas artísticas, como en el caso de la literatura, la novela y el rol del artista frente a eso. ¿Qué se hace cuando las invenciones ya han sido hechas y explotadas? Aira (1998) sostiene que, ante la dificultad para seguir haciendo obras, la salida está en volver a inventar el arte. Solo quien se desprenda completamente de las inscripciones sociales será capaz de reinventar los modos de producción de un sistema que atraviesa el conjunto de series operantes.
En esta búsqueda, que entiende a la obra como un procedimiento para hacer obras, se involucran tanto el azar y la distracción, como la invención más valiosa: aquella que permite sostener elementos heterogéneos en un todo coherente.
MARCO TEÓRICO
En “La nueva escritura” Cesar Aira (1998) sostiene que las vanguardias han sido la respuesta del arte a la encrucijada de un proceso consumado: la profesionalización del artista. En la búsqueda de una dinámica evolutiva que supere la restricción de las prácticas del arte a los especialistas, con la consecuente pérdida de experiencias de otros sectores sociales se intenta, según Aira, recuperar el gesto del aficionado, aunque en un nivel más elevado porque se trata de un campo, la literatura, que ya ha sido validados socialmente.
De esta manera, con nuevas prácticas, el procedimiento es la herramienta de la vanguardia, en tanto simulacro del proceso por el cual la cultura establece el modo de operar del artista. En el siglo XX se plantearon procedimientos para que las obras se hicieran solas frente al envejecimiento de una civilización en la que se habían hecho y explotado cantidad de invenciones. Seguir haciendo obras implica volver a inventar el arte, crear una obra que sea un procedimiento para hacer obras, dejar de lado el resultado para ponderar el proceso.
Sandra Contreras, en “En torno al realismo” (2018) argumenta que, así como “el signo más notorio de la intransigencia artística de Aira es su apuesta al valor extremo de la invención” (2018:19), el impulso que define su literatura es el realismo. En un contexto narrativo que se sigue preguntando por la posibilidad de aprehensión de la realidad, el realismo de Aira propone funcionar como un dispositivo orientado a la producción de efecto de realidad a partir de dos procedimientos: una inmediata conexión con lo real y la incorporación de fragmento de realidad a cualquier precio, menos aquellos que ha utilizado el realismo como ilusión referencial. “A mayor realismo, mayor expresión de la forma (mayor expresionismo); a mayor realismo, menor verosimilitud” (2018:20)
Otra de las hipótesis que desarrolla Contreras (2018) postula que emerge una forma de realismo de documentación. En aquellos fragmentos más verosímiles intercalados con el delirio, pueden observarse rasgos de civilizaciones, como mundos dentro de otros mundos, sujetos su propia lógica. Por un lado, irrumpe la realidad y por otro se configura una forma testamentaria que deja acotaciones y huellas para generaciones futuras un punto de vista Aira para cuando la Argentina haya desaparecido, una especie de etnografía anticipada con “vocación de totalidad, a través de una forma indiciaria” (2018:20)
Contreras (2018) se plantea el interrogante de por qué insistir en llamar Realismo a una narrativa cuyos procedimientos y efectos son otros. En primer lugar, la respuesta a esa pregunta se encuentra en la forma de un deseo que determinada por la concepción que se tenga del realismo, podrá entenderse como una representación de la realidad con procedimientos y fechas propias o si, en cambio, será considerado la invención de una forma. En ese sentido, en la Literatura de Aira se puede leer la invención de un realismo, una explosión de realidad que irrumpe y se repite en los relatos. Leer esa insistencia habla de un deseo que es también un simulacro, un gesto de ironía al realismo burgués. Para Aira el verdadero realismo sólo lo consigue aquel que se desprende de todas sus determinaciones históricas y busca lo nuevo.
Esta lectura errónea que Aira hace de Lukács es para Contreras una grieta por la que se liberan potencias de sentido, así, este malentendido permite pensar en que “lo que determina al realismo es el fanatismo de realidad del escritor antes que la verosimilitud de la obra.” (2018:23) La literatura de Aira hace realismo a partir del desplazamiento del orden de la representación al orden de la performance. Sus historias rompen el verosímil costumbrista con la irrupción de las historias más increíbles en clara sintonía con el mundo de las imágenes televisivas, esa es la vuelta de tuerca que Aira le da a la vuelta al Realismo de fin de siglo. Su propuesta no implica necesariamente una deconstrucción de los procedimientos clásicos del realismo representativo, sino que se transforma la naturaleza del vínculo creativo entre lo real y el artista, se pasa del conocimiento a la acción.
DESARROLLO
“Yo era una mujer casada” es una novela de Aira que articula y pone a dialogar elementos del costumbrismo con diversas alteraciones en la percepción. La voz del narrador, encarnada en una mujer casada, de clase trabajadora, en un barrio de Buenos Aires asumirá una perspectiva capaz de oscilar entre la lucidez y la alucinación para construir un relato que puede ser pensado como parte del ciclo realista del autor, pero con una mirada expresionista en estrecho vínculo con una lógica escenográfica. La mujer aparece con una doble mirada, por un lado, se pone en su estereotipo, la estabilización y perpetuación del discurso conservador y por otro, se habilita un espacio de desestabilización, de ruptura y quiebre de los mandatos de una sociedad patriarcal.
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