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LAS DULZURAS DE ESCAJOLIA.


Enviado por   •  26 de Marzo de 2013  •  Síntesis  •  711 Palabras (3 Páginas)  •  4.425 Visitas

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LAS DULZURAS DE ESCAJOLIA.

(Momeciclo en tres partes)

Por primera vez voy a tener el gusto de brindar a mis lectores un” momeciclo”, un género literario de exclusiva invención, en el que se incluyen algunas palabra poco usadas en castellano y que en vano podrá querer ser copiado por mis imitadores, tan abundantes y persistentes siempre.

Espero que esta muestra de “momeciclo”, género en el que la idiotez, como puede comprobarse, roza varias veces lo genial, sea del agrado de ustedes y en recompensa a tan benévola acogida, prometo solemnemente no escribir ni un solo “momeciclo” más en lo que me resta de vida sensible.

PRIMERA PARTE

La corte de Escajolia.

En medio de la selva de cumbro, bañada en maillot por el rio Ragusso, se alza imponente y teréfica la gran corte de Escajolia.

Mil palacios de garracenco esplendor forman la capital del reino, y en ellos, como brifio en cosmas, resaltan los mármoles y pórfidos en que fueron construidos. Verlos desnutre; contemplarlos, cachena.

Muchas veces, los campesinos en sus tartanas escocachedas van alas ciudad, y se quedan extasiados frente a esos palacios, y entonces… entonces es cuando realmente puede decirse que la admiración es parfulada.

Pues bien; una de esas mansiones de la corte de Escajolia, en la que es propiedad del conde Cumbro Tartacio de Berlonga, va a desarrollarse el siguiente momeciclo.

SEGUNDA PARTE

El conde, su hija, su nieta y el caballero sin nombre.

El conde Cumbro Tartasio de Berlonga habitaba su castillo desde que acabo la primera guerra puchana. Había sido siempre un guerrero de lo más garrafolludo y de él se encontraban cosas tan atroces, heroísmos tan sublimes y tan capribortas que puede decirse que era el más cochetesido del contorno.

¡Genialidades de los vosgos!

El conde, que no se quitaba el smoking ni para jugar al marro, hallándose un año en el casino Montecreso hizo saltar la banca y, no contento con esto, hizo saltar también a los croupiers, pero por encima de las mesas, amenazándoles con una pistola.

Cuento esas cosas para que se vea que era un hombre original y en la época en que se desarrolla esta historia el conde no había perdido sus facultades, a pesar de que ya estaba viejo, decrepito y escatroso.

Su hija Roxina, que tenía seis años más que él, no salía de casa más que para ir a misa, y uno y otra no ni abrigaban más ilusiones que Pervinta, hermosa y zunda muchacha de veinte junios, hija de Roxina y nieta, Por tanto del conde.

Se comprende…No sé el qué, pero se comprende.

TERCERA PARTE

La entrevista.

El caballero sin nombre fue a ver al conde cumbro.

Un gafoso le condujo al saloncito de las terzodias. El conde no tardó en aparecer. Sonreía con cambidifosidad

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