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La Nausea


Enviado por   •  14 de Mayo de 2012  •  64.550 Palabras (259 Páginas)  •  1.540 Visitas

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JEAN-PAUL SARTRE

LA NÁUSEA

9a. EDICIÓN

EDITORIAL ÉPOCA, S. A.

Emperadores No. 185 México 13, D. F.

Eliminado: 2¶

Título original francés

La Nausée

Traducción de

AURORA BERNÁRDEZ

Impreso en México Printed in México

Jean Paul Sartre 1

La Náusea

HOJA SIN FECHA

Lo mejor sería escribir los acontecimientos cotidianamente. Llevar un diario

para comprenderlos. No dejar escapar los matices, los hechos menudos, aunque

parezcan fruslerías, y sobre todo clasificarlos. Es preciso decir cómo veo esta

mesa, la calle, la gente, mi paquete de tabaco, ya que es esto lo que ha cambiado.

Es preciso determinar exactamente el alcance y la naturaleza de este cambio.

Por ejemplo, ésta es una caja de cartón que contiene la botella de tinta. Habría

que tratar de decir cómo la veía antes y cómo la1 ahora. ¡Bueno! Es un

paralelepípedo rectángulo; se recorta sobre... es estúpido, no hay nada que decir.

Pienso qué éste es el peligro de llevar un diario: se exagera todo, uno está al

acecho, forzando continuamente la verdad. Por otra parte, es cierto que de un

momento a otro —y precisamente a propósito de esta caja o de otro objeto

cualquiera—, puedo recuperar la impresión de ante ayer. Debo estar siempre

preparado, o se me escurrirá una vez más entre los dedos. No 2 nada, sino

anotar con cuidado y prolijo detalle todo lo que se produce.

Naturalmente, ya no puedo escribir nada claro sobre las cuestiones del

miércoles y de anteayer; estoy demasiado lejos; lo único que puedo decir es que

en ninguno de los dos casos hubo nada de lo que de ordinario se llama un

acontecimiento. El sábado los chicos jugaban a las tagüitas y yo quise tirar, como

ellos, un guijarro al agua. En ese momento me detuve, dejé caer el guijarro y me

fui. Debí de parecer chiflado, probablemente, pues los chicos se rieron a mis

espaldas.

Esto en cuanto a lo exterior. Lo que sucedió en mí no ha dejado huellas. Había

algo que vi y que me disgustó, pero ya no sé si miraba el mar o la piedrecita. La

piedra era chata, seca de un lado, húmeda y fangosa del otro. Yo la tenía por los

bordes, con los dedos muy separados para no ensuciarme.

Anteayer fue mucho más complicado. Y hubo además esa serie de

coincidencias y de quid pro quo que no me explico. Pero no me entretendré

poniendo todo esto por escrito. En fin; lo cierto es que tuve miedo o algo por el

estilo. Si por lo menos supiera de qué tuve miedo, ya sería un gran paso.

Lo curioso es que no estoy nada dispuesto a creerme loco; hasta veo con

evidencia que no lo estoy: todos los cambios conciernen a los objetos. Por lo

1 Espacio en blanco.

2 Hay una palabra tachada (quizá “forzar” o “forjar”); otra, agregada encima, es ilegible.

2 Jean Paul Sartre

La Náusea

menos quisiera estar seguro de esto.

Las diez y media3

Acaso después de todo, fue una ligera crisis de locura. Ya no quedan rastros.

Hoy los extraños sentimientos de la otra semana me parecen muy ridículos: ya

no me convencen. Esta noche estoy muy a mis anchas, burguesamente, en el

mundo. Éste es mi cuarto, orientado hacia el noreste. Abajo la calle des Mutilés y

el depósito de la nueva estación. Desde mi ventana veo, en la esquina del bulevar

Victor-Noir, la luz roja y blanca del Rendez-vous des Cheminots. Acaba de llegar el

tren de París. La gente sale de la antigua estación y se desparrama por las calles.

Oigo pasos y voces. Muchas personas esperan el último tranvía. Han de formar

un grupito triste alrededor del pico de gas, justo debajo de mi ventana. Bueno,

todavía tienen que esperar unos minutos: el tranvía no pasará antes de las diez y

cuarenta y cinco. Con tal de que esta noche no lleguen viajantes de comercio;

tengo tantas ganas de dormir y tanto sueño atrasado. Una buena noche, una sola,

barrerá con todas estas historias.

Las once menos cuarto; no hay nada que temer, ya estarían aquí. A menos que

sea el día del señor de Rouen. Viene todas las semanas; le reservan el cuarto Nº 2

del primero, el que tiene bidé. Todavía puede llegar; muchas veces toma un bock

en el Rendez-vous des Cheminots antes de acostarse. Por otra parte, no hace

demasiado ruido. Es muy bajito, y muy limpio, con bigote negro, encerado, y

peluca. Aquí está.

Bueno; era tan tranquilizador oírlo subir la escalera, que el corazón me dio un

saltito: ¿qué puede temerse de un mundo tan regular? Creo que estoy curado.

Y ahí viene el tranvía 7 “Mataderos-Grandes Diques”. Llega con gran ruido de

hierro viejo. Arranca. Ahora se hunde, cargado de valijas y niños dormidos, en

dirección a los grandes diques, a las fábricas, al este negro. Es el penúltimo

tranvía; el último pasará dentro de una hora.

Voy a acostarme. Estoy curado, renuncio a escribir mis impresiones día por

día, como las niñas, en un lindo cuaderno nuevo.

En un solo caso podría ser interesante llevar un diario: si4

3 De la noche, evidentemente. El párrafo que sigue es posterior a los anteriores. Nos

inclinamos a creer que, a más tardar, fué escrito al día siguiente.

4 El texto de la hoja sin fecha se detiene aquí.

Jean Paul Sartre 3

La Náusea

DIARIO

Lunes 29 de enero de 1932.

Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. Vino como una

enfermedad, no como una certeza ordinaria, o una evidencia. Se instaló

solapadamente poco a poco; yo me sentí algo raro, algo molesto, nada más. Una

vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude persuadirme

de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece.

No creo que el oficio de historiador predisponga al análisis psicológico. En

nuestro trabajo sólo tenemos que habérnoslas con sentimientos a los cuales se

aplican nombres genéricos, como Ambición, Interés. Sin embargo, si tuviera una

sombra de conocimiento de mí mismo, ahora debería utilizarlo.

Por ejemplo, en mis manos hay algo nuevo, cierta manera de tomar la pipa o

el tenedor. O es el tenedor el que ahora tiene cierta manera de hacerse tomar; no

sé. Hace un instante, cuando iba a entrar en mi cuarto, me detuve en seco al

sentir en la mano un objeto frío que retenía mi atención con

...

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