Los Tres Mosqueteros.
Enviado por Willhen Santamaria • 5 de Junio de 2016 • Trabajo • 4.252 Palabras (18 Páginas) • 535 Visitas
LOS TRES MOSQUETEROS
CAPITULO I
Los tres presentes del señor D'Artagnan padre La historia se ubica en Paris en el año de 1625, en este capítulo se describe como el joven y valiente D'Artagnan parte de su hogar en Tarbes para ir hacia Paris y hacerse un mosquetero. Su padre se despide de èl no sin antes entregarle quince escudos, un caballo bastante particular de color naranja y una carta dirigida a uno de los hombres más importantes en el reino y màs específicamente entre los mosqueteros, el señor Treville. Su madre se despidió de èl más emotivamente y le entrego una receta de un bálsamo que curarìa cualquier herida de batalla que no fuera en el corazón. Finalmente el padre le da varios consejos y le entrega su propia espada. El mismo día el joven se puso en camino, provisto de los tres presentes paternos. En su viaje D'Artagnan tomó cada sonrisa por un insulto y cada mirada por una provocación. De ello resultó que tuvo siempre el puño apretado desde Tarbes hasta Meung, sin embargo, el puño no descendió sobre ninguna mandíbula, ni la espada salió de su vaina. D'Artagnan permaneció, pues, majestuoso a intacto en su susceptibilidad hasta esa desafortunada villa de Meung. Al llegar a un hostal en Meung tuvo su primer encuentro desafortunado ya que un desconocido se burlaba de su caballo para ser más específicos del color de este que era muy particular, esto resulto en un enfretamiento entre estos dos del cual D'Artagnan salió herido y mientras era curado por el hostelero el desconocido atacante al verse intimidado por saber de que este joven era el protegido de Trèville se dispone a robarle la carta que le había dado su padre para después tener un encuentro extraño con una joven y hermosa mujer afuera del hostal. Dos días después al marcharse el joven hacia Parìs se da cuenta de su pérdida pero esto no lo hace renunciar y continua su viaje en donde se decide a vender a su caballo para poder pagarse un lugar donde pasar la noche mientras encuentra a Treville. CAPITULO II. La antecámara del señor de Tréville Trèville era el capitán de los mosqueteros, tenía ese puesto debido a su gran fidelidad, rapidez e inteligencia, Luis XIII confiaba totalmente en él y le tenía mucho aprecio ya que este era capaz entregar su vida con tal de protegerlo. Al ver esta formidable elite que protegía a Luis XIII Richelieu quizò tener una igual esto provocaba que ambas guardias se enfrentaran constantemente tratando de probar siempre su valía. Además los mismos reyes se enfrentaban en partidas de ajedrez para probar el mérito de sus servidores. El capitán de los mosqueteros era admirado, temido y amado. El patio del palacio, situado en la calle del Vieux Colombier, se parecía a un campamento, de cincuenta a sesenta mosqueteros, que parecían turnarse para presentar un número siempre imponente, se paseaban sin cesar armados en plan de guerra y dispuestos a todo. A lo largo de aquellas grandes escalinatas, subían y bajaban solicitantes de París que corrían tras un favor cualquiera, algunos venian a traer al señor de Tréville los mensajes de sus amos. Allí había murmullo desde la mañana a la noche, mientras el señor de Tréville, en su gabinete contiguo a esta antecámara, recibía las visitas, escuchaba las quejas, daba sus órdenes y, como el rey en su balcón del Louvre, no tenía más que asomarse a la ventana para pasar revista de hombres y de armas. Esa mañana llego D'Artagnan en busca de Trèville, allí se encontró a toda esta gente que protegía y estaba servicio del Rey, pidió audiencia con un sirviente para hablar con Trèville y mientras espera observa el comportamiento bastante informal de los mosqueteros; allí ve por primera vez Phortos y Aramis personajes principales en esta historia; los vio teniendo una conversación bastante extraña en la que se dejaba ver a Phortos se le conocía por ser un Don Juan y a Aramis por haber cambiado la sotana por un uniforme de mosquetero. Finalmente un lacayo hace pasar a D'Artagnan para hablar con el capitán de los mosqueteros. CAPITULO III. La audiencia D'Artagnan entra a donde estaba Trèville y lo saluda con vehemencia pero antes el capitán debe arreglar algunos asuntos con Athos, Porthos y Aramis a quienes llama con disgusto; de los tres solo se presentaron dos ante èl, porque según ellos Athos se encontraba herido; su capitán los reprendió por hacerse aprender por los soldados del cardenal porque según contaban habían perdido la partida antes estos, cosa que fue echada en cara por el señor cardenal ante el Rey. Athos estaba efectivamente herido debido a esa riña pero aùn asi se presente luego ante su capitán; lo cual estremeció a este último ya que èl vio esto como un acto de valentía; pero en pleno discurso Athos se devaneciò por lo que su capitán mando a llamar al mejor cirujano para evitar que este valiente hombre muriese; después de este suceso y con Athos ya en mejor estado la audiencia de D'Artagnan continuò el joven le expuso al capitán que quería pertenecer a su ejército, ser un mosquetero; Trèville le dijo que a pesar del aprecio y confianza que le tuvo a su padre él no podía entregarle ese cargo tan fácilmente, antes de eso debía pasar algunas pruebas, aprender y tener experiencia de estar en alguna otra armada aunque fuese de menor rango; lo único que le pudo ofrecer en ese momento el capitán era referirlo a la Academia Real en donde aprendería el manejo del caballo, esgrima y danza; esta acción le pareció demasiado fría e informal a D'Artagnan; y en ese momento se lamentó mucho por haber perdido la carta que le había dado su padre porque seguramente esto habría cambiado mucho las cosas; debido a esto termino por contarle el suceso en Meung y la forma en que le robaron la carta, incluso le describió al ladròn que al parecer era un conocido del señor Trèville el cual no quizò descubrir el nombre ante el joven más bien le recomendó que no se acercará a este hombre que al parecer era un peligro. Pero por un momento por una extraña razón el capitán sospecho que el joven había sido enviado por el cardenal para hacerle algún prejuicio y por esto se vio en la necesidad de hacerle una prueba; esta prueba consistía en hacer que este hablará muy mal del cardenal pero no lo logro ya que su padre le había aconsejado muy bien y le dijo antes de marcharse que debía siempre respetar al Rey, al Cardenal y al Capitán Trèville; con este acto el capitán sintió admiración por el joven y dejo a un lado su sospecha. Con esto terminò la audiencia solo le quedaba por esperar la carta que le había ofrecido Trèville para la Academia Real mientras èl observaba por la ventana a los mosqueteros en formación, cuando finalmente el capitán le iba a entregar la carta D'Artagnan este saliò casi de un saltò de su despacho diciendo que esta vez no se le escaparía el ladrón; dejando al capitán totalmente desconcertado. CAPITULO IV. El hombro de Athos, el tahalíde Porthos y el pañuelo de Aramis D'Artagnan corrìa furiosamente tras el ladròn que robo su carta pero en el camino se le atravesaron tres contratiempos; el primero fue con Athos que por ir tan rápido golpeò fuertemente y sin querer en el hombro; Athos entonces sintiéndose bastante adolorido ya que era allì donde le acababan de curar una herida lo reto y lo cito a las doce Junto a los Carmelitas Descalzos; luego al salir del palacio se por la velocidad con que corrìa se enredó en el tan apreciado tahalí de Porthos quien se sintió ofendido al quedar descubierto por D'Artagnan cuando este ve que su preciado tahalí no es lo que parece ya que solo esta cubierto de oro por encima y por debajo no es más que de bufalo y con gran ingenio se lo deja ver entre sarcasmos, Porthos entonces lo cita a duelo a la una detràs del Luxemburgo; el joven sigue corriendo por la calle y solo después de un rato se da cuenta que ya ha perdido a aquel desconocido ya tranquilo entonces se sienta a analizar la aventuras que aùn siendo tan solo las 11 del dìa había protagonizado y a lo que màs trade se enfrentarìa con Athos y Porthos por tener la cabeza caliente, mientras pensaba diviso a Aramis junto a tres guardias conversando y pensó en reparar el error que había cometido antes con Athos y Porthos y decidió esta vez ser màs amable los saludo entonces cordialmente pero pronto recibió la desaprobación de Aramis quien se sintió avergonzado porque recordó que frente a este su capitán le había reprendido, D'Artagnan entonces se da cuenta que no tiene nada que hacer en esa conversación y trata de irse no sin antes intentar ser cordial una vez màs con Aramis recogiendo un pañuelo que este al parecer tenía escondido bajo el pie pero esta vez volvió a disgustar a un hombre más ya que dejó en evidencia a Aramis ante los guardias haciéndolos pensar que este tenía algún amorío con la dueña de ese pañuelo quien era una mujer casada; después de supuestamente solucionar el malentendido los guardias toman por su lado y Aramis por el suyo y aquí D'Artagnan piensa que es el momento de hacer las paces con el mosquetero pero nuevamente su carácter guerrero vuelve a relucir y aunque Aramis parece màs pacifico logra que este pierda el control y lo rete a las 2 en el palacio de Trèville. Los jóvenes se despiden, Aramis sube hacia el Luxemburgo y D'Artagnan por la hora se dirige hacia los Carmelitas Descalzos mientras piensa que si muere en este duelo por lo menos será por un mosquetero. CAPITULO V. Los mosqueteros del rey y los guardias del señor cardenal Llego la hora del primer duelo con Athos a las Doce en Los Carmelitas Descalzos, allí están lo dos entonces frente a frente Athos y D'Artagnan este último le ofreció a su adversario el bálsamo de su madre para curar primero su herida y luego de tres días ya estando curado reanudar el duelo pero este no acepto y dijo que no sería esto bien visto; pero antes de empezar el duelo Athos pidió esperar por su padrinos que para sorpresa de D'Artagnan no eran màs que Porthos y Aramis los cuales quedaron también sorprendidos ya que ellos tenían un duelo en horas posteriores con este mismo joven; ni bien sacaron y chocaron el acero de sus espadas se presentó de pronto la cuadrilla de Jussac de la guardia del cardenal y sin esperar màs se dispusieron a pelear, los moqueteros eran tres y en la cuadrillo eran cinco al parecer estaban en desventaja y esta vez no podían perder ya que Trèville ya los había reprendido por esto, entonces D'Artagnan casi sin pensarlo se unió a los mosqueteros aun sabiendo que con esto se declararìa enemigo del cardenal un hombre màs importante que el mismo rey y al que el padre le había dicho que debía venerar y obedecer pero no lo pensó màs ya que su gran sueño era ser mosquetero y esta batalla lo pondría muy cerca de serlo; después de una batalla en la D'Artagnan hiere al mismo Jussac, Athos hiere a su adversario, Aramis mata a uno y hiere a otro y finalmente Porthos y los demás hacen que el ultimo adversario ser rinda; todos incluyendo D'Artagnan se dirigen a donde Trèville orgullosos para informarle de su victoria, aunque el màs feliz de todos era el joven que ahora paso a ser un aprendiz de mosquetero. CAPITULO VI. Su majestad el rey Luis XIII Al estar los cuatro ante Trèville este ya sabìa casi todo lo ocurrido con detalles y los reprendió en voz alta para luego en vos baja los felicito por su victoria; Trèville fue luego ante el Rey para hablar de lo sucedido al contarle todo este pidió conocer al joven casi niño como lo describió el capitán llamado D'Artagnan, ese joven que había sido capaz de derrotar al propio Jussac; cito a los tres mosqueteros y a D'Artagnan para el siguiente dìa a las 12 en el Louvre en una cita que al parecer debía ser secreta ya que eso iba contra las normas debido a que esto podía hacer pensar que el Rey estaba apoyando ese tipo de duelos que estaban prohibidos ante la ley. Al siguiente día mientras esperaban la hora de la audiencia desafortunadamente D'Artagnan tuvo otro encuentro desagradable con los hombres del cardenal, del que salió nuevamente victorioso; pero esto no impidió que los mosqueteros y D'Artagnan junto a Trèville fueran al encuentro con el Rey pero desafortunadamente este no se presentó debido a un imprevisto. Trèville después de solucionar sabiamente lo del duelo de esa mañana y de cenar con los cuatro hombres que ahora parecían muy amigos se dirigió nuevamente a la seis a buscar al Rey pero esta vez no lo hizo de forma secreta, esta vez se presentó con los cuatro hombres a la antecámara; después de un rato apareció el Rey que volvía ya de su compromiso anterior y no se le veía nada contento. Trèville entro para hablar primero con él, la charla pareció tan larga que los 4 hombres terminaron por irse ya que el mismo capitán les dijo que si no salía en algunos minutos se marcharan. La charla entre el capitán y el rey fue sobre el incidente de la mañana, el Rey se encontraba muy enfadado ya que le habían dicho que los mosqueteros habían empezado la riña y armado un gran alboroto; Trèville entonces trato de solucionar la situación y le pidió que escuchara la verdad y no se dejará llevar solo por lo que le había dicho el cardenal; salió de allí y le dijo al rey que volvería al día siguiente para lo que cito a los mosqueteros y a D'Artagnan al dia siguiente a las 6:30 de la mañana en su casa y asi luego llevarlos con èl a ver al rey, sin asegurar que el rey los quisiera ver. Gracias a que el Rey aclaró las cosas del dìa anterior se encontraba ya más tranquilo y pidió que los 4 hombres se presentaran ante él. Después que los mismos hombres protagonistas de ambos duelos le contaran lo que había sucedido y de que el Rey los reprendiera un poco aunque pareciera más una felicitación por haber derrotado a 7 de los mejores hombres del cardenal en dos días, el rey decidió premiar a D'Artagnan con 40 monedas, las que este recibió con mucho agradecimiento e hizo que se retiraran, mientras él hablaba con Trèville para decirle que como D'Artagnan no había recibido el entrenamiento reglametario para ser mosquetero y como de momento no había una plaza libre para pertenecer a esa cuadrilla , aun así lo colocarà en la compañía de los guardias del señor Des Essarts, cuñado de Trèville a sabiendas que por este acto el cardenal se enojaría mucho tanto así que no asistió a varias de las partidas tradicionales de ajedrez que ellos tenían. D'Artagnan en las afueras repartía las monedas con Porthos, Athos y Aramis. CAPITULO VII. Los mosqueteros por dentro D'Artagnan pregunto a sus nuevos amigos que hacer con el dinero que había obtenido; Athos voto por una buena comida la cual hicieron los cuatro esa misma mañana, Porthos por contratar un lacayo al cual el mismo llevo y se llamaba Planchet y finalmente Aramis opto por que se consiguiera una amante. Athos tenía un sirviente también llamado Grimaud que era totalmente callado y reservado esto debido a que se acoplo a la forma de ser de su amo quera muy serio, reservado, simple y poco expresivo, a Athos no se le conocía mujer a pesar de ser un hombre joven y de buen ver. Porthos por el contrario era muy hablador, hablaba de todo menos de ciencia que según el decía no se le daba y se la dejaba a los sabios; se ganaba a la gente con solo contar sus grandes aventuras a grandes voces, y a diferencia de Athos él tenía el amor de una princesa extrajera; además tenía este también un sirviente llamado Mosquetòn por el mismo Porthos, a quien le pagaba con vestimenta, alojamiento y dos horas libres diarias. Aramis tenía un lacayo llamado Bazin, este siempre iba vestido de negro como debía estar el lacayo de un eclesiástico debido a que este esperaba algún día vestir la sotana; Bazin era un hombre agradable que le gustaba leer en sus horas libre, sordo, ciego y mudo y con una fidelidad a toda prueba. La casa de Athos era modesta pero decentemente decorada, en ella había una espada antigua, la cual Porthos deseaba algún día tener, había también un retrato colgado de alguno de sus antepasados, y un cofre del cual siempre llevaba la llave consigo en su interior según Porthos solo habían papeles. Porthos vivía en un piso amplio y de apariencia suntuosa al cual presuntuosamente llamaba su mansión y al que nadie había sido invitado jamàs para saber si tendría en realidad las riquezas que aparentaba. Aramis vivía en un piso modesto compuesto por tres ambientes y vista al jardín. D'Artagnan con lo curioso que era se vio en la tarea de querer conocer más a fondo a sus nuevos amigos pero no logro mucho ya que ni entre ellos se conocían lo suficiente, de Athos solo se sabía que alguna traición amorosa le había envenenado el carácter, Aramis por otro lado parecía el más misterioso de todos no como Porthos que por su forma de ser daba a conocer a todos su vida, lo único que no se le conoció era su nombre real. Aunque no pudo sacar mucho del pasado y el presente de los mosqueteros decidio tener paciencia y ver mientras tanto, a Athos como a un Aquiles, a Porthos como a un Ayax, y a Aramis como a un José. D'Artagnan a pesar de nos haber logrado su deseo de ser mosquetero cumplió siempre de buen modo y con gran devoción las ordenes que se le daban lo que le hizo ganarse la confianza y amistad de todos los mosqueteros, quienes la lo tenían como un gran camarada y por esta razón Trèville no dejaba de recomendárselo al Rey. CAPITULO VIII. Una intriga de corte Las monedas del Rey se acabaron y entre los cuatro empezaron a ayudarse para salir de sus apuros económicos pero ya la situación no se sostenía más, lo que hizo a D'Artagnan pensar en algún tipo de ocupación extra que les trajera algún beneficio económico, pensó que debía utilizar todas aquellas ventajas que tenían de estar juntos y ser tan hábiles y astutos con la espada para obtener algunas monedas extras; mientras tanto a su casa se presentó el señor Bonacieux quien decía ser su casero, D'Artagnan no parecía conocerlo más bien solo conocía a su esposa; el señor Bonacieux fue en busca de ayuda ya que su esposa había sido secuestrada por el mismo hombre que le había robado la carta de su padre, según contaba él era debido a algún amorío que tenía la reina y a las ganas que tenia el cardenal de dejarla al descubierto, para lo que mando a secuestrar a la señora Bonacieux quien trabaja en palacio como modista de la reina y por estar muy cerca de ella y saberlo muchos de sus secretos había sido involucrada en toda esta intriga quien sabe para qué; el señor Bonacieux ofrecio a D'Artagnan olvidar el alquiler que le debía y todos los alquileres futuros mientras el viviera en esa casa además de 50 monedas con tal de que el trajera a su esposa pronto a casa. Mientras D'Artagnan leia la carta que le habían dejado al señor Bonacieux, en donde decía que no hiciera nada para encontrar a su esposa que ella regresarìa cuando ya no se necesitara de ella y que si no obedecía a esto tendría que atenerse a las consecuencias, se asomó a la ventana para verla con más claridad al hacerlo pudo divisar a lo lejos a aquel hombre que ahora ambos buscaban ese hombre con la cicatriz en la frente que había robado su carta y secuestrado a la señora Bonacieux, entonces salió como un loco desenvainando su espada gritando que esta vez no se lo escaparía, en las escaleras se encontró con Athos y Porthos que venían a visitarlo pero estos no le tomaron en serio y decidieron subir y esperarlo dentro hasta que D'Artagnan volviera nuevamente a su casa. CAPITULO IX. D'Artagnan se perfila Al cabo de media hora D'Artagnan regreso y sus amigos le esperaban a esas horas ya se les había unido Aramis, esta vez también perdió a aquel hombre misterioso. Aprovecho entonces para contarles el negocio que se traìa entre manos, le dijo todo lo que había sucedido entre él y su casero, y como el hombre que le había robado su carta tenia también mucho que ver en esto. Le conto del amorío que tenía la reina con el duque de Buckingham de Inglaterra y de la persecución que le tenía el cardenal para develar este hecho demás del secuestro de la esposa de su casero, y no siendo suficiente del falso aviso que recibió la reina para asistir a Buckingham, seguramente un trampa planeada por el miso cardenal. Athos veía a D'Artagnan como a la cabeza fuerte del grupo y decidió entonces que era bueno seguirle, Aramis entre la conversación dejo ver que al parecer tenía alguna que otra aventura con algunas mujeres distinguidas de los alrededores, en cuanto a Porthos no perdió oportunidad con su charlatanería en tratar de dejar en evidencia a Aramis y sus aventuras amorosas que al parecer ya a estas alturas eran lo que no lo había dejado tomar los hábitos. De pronto entro en la habitación bruscamente su casero que pedía ayuda porque le perseguían unos guardias para apresarlo; pero por órdenes de D'Artagnan no hicieron nada para ayudarlo porque según èl en este caso debían elegir sabiamente la prudencia y no la pelea, porque indudablemente si elegían la pelea esta vez si quedarían presos los cuatro y no podrían cumplir con su cometido. Dejo entonces que los guardias se llevaràn al señor Bonasiuex mientras llenaba de halagos falsos a los guardias con el fin de que estos revelaran el nombre de la persona que los había mandado a apresar a su casero; que según ellos se llamaba Boisrenad. D'Artagnan obtuvo la información que quería con gran ingenio y con esto logro la admiración y felicitación de Athos y Aramis mientras que Porthos no entendió ni aprobó el suceso, extendieron la mano y los cuatro en un solo grito exclamaron: ¡Todos para uno y uno para todos! CAPITULO X. Una ratonera en el siglo XVII Descripción de una ratonera: es cuando secretamente se detiene a un hombre por 4 o 5 guardias y luego se quedan en su propia casa y cada vez que tocan el visitante es atendido y encerrado en la misma casa por los guardias para ser interrogado entonces después de varios días se interrogan a todos los conocidos o involucrados con el detenido principal; se hizo una ratonera de la vivienda del señor Bonacieux. D'Artagnan quito las baldosas de su habitación en el piso de arriba y así pudo escuchar bien todos los interrogatorios que hacían a los apresados. La noche después del arresto como a las nueve se escuchó que tocaron a la puerta y luego que rápidamente la abrieron y cerraron, al parecer otro prisionero había caído en la ratornera, D'Artagnan rápidamente puso el oído en el piso para saber de qué se trataba y después de escuchar ruidos y quejidos se dio cuenta enseguida que se trataba de la señora de Bonacieux; estaba siendo amordazada parecía que se la llevarían como prisionera; D'Artagnan ordeno a Planchet ir en busca de los mosqueteros para que lo ayudarán, el joven bajo y toco la puerta para que a èl también lo tomaran como prisionero en cuanto se cerró la puerta se oyeron ruidos fuertes y en poco tiempo la puerta se volvió a abrir solo para que los guardias salieran lanzados por D'Artagnan hacia afuera de la casa. Luego el joven y la señora salieron de la casa para buscar un refugio para la dama, D'Artagnan pensó en esconderla en la casa de Athos mientras buscaba ayuda en el palacio de Louvre con el sirviente fiel de la reina el señor La Porte quien además era padrino de la señor Bonacieux, le pidió que fuera a hablar con la dama escondida para que ella supiera que hacer mientras el joven D'Artagnan iba en busca de Trèville para retrasarle el reloj y usarlo como cuartada por si fuera necesario, de modo que el capitán dijera que el había estado con el como a las nueve y no se le vinculará con lo que había sucedido en la vivienda de su casero. Al parecer ahora hacia todo este sacrificio no solo por la recompensa económica si no porque se había enamorado de la esposa de su casero una mujer al parecer bastante hermosa que tenía entre sus pertenecías un pañuelo igual al que le había visto a Aramis bajo el pie, hecho que había preferido olvidar.
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