Primera Parte – Yo la maté
Enviado por brayan2904 • 1 de Abril de 2019 • Apuntes • 2.410 Palabras (10 Páginas) • 238 Visitas
Primera Parte – Yo la maté.
Capítulo 1.
El despertador que se encontraba encima del buró marcaba con números grandes y rojos las 7:00 a.m. en punto cuando empezó a sonar; un pequeño gruñido surgió de la garganta del detective Collins a la vez que extendía el brazo para acabar con ese terrible sonido que amenazaba con destrozar sus oídos. Lentamente apartó la sábana que tenía encima y se sentó a la orilla de la cama; la tristeza al despertar era parte de su rutina diaria desde que ella se fué, pero no iba a pensar en eso, no quería hacerlo.
Se puso sus sandalias y dejó que el rostro que lo miraba sonriente a diario, desapareciera al colocar el portarretratos boca abajo a un lado del reloj despertador. Salió de su recámara y se dirigió a la cocina cruzando por un pasillo que estaba orgullosamente adornado con enormes cuadros que enmarcaban sus mayores logros como detective de la policía de Los Ángeles. Uno de ellos llamó su atención, se detuvo de inmediato para observarlo. Condecoración al detective Joseph Collins por haber capturado al peligroso asesino serial “Manos de acero”; su mirada cambió totalmente, la tristeza lo había invadido y se había inundado en un mar de pensamientos, cuanto había costado esa captura, lagrimas amenazaban con brotar de sus ojos, se palmeó la cara y se obligó a no pensar más. Dirigió su mirada a la cafetera que se encontraba en la barra al final del pasillo y decidió que era la hora del desayuno.
Preparó café, fuerte, como todas las personas que necesitaban estar alertas lo hacían. Mientras dos panes se tostaban, Collins hacía una extraña mezcla de huevos con queso y vegetales que parecía sólo él podría disfrutar, él y ...
- ¡Basta Collins! ¡Se ha ido y tienes que aceptarlo! - Se reprendió duramente como cuando una madre regaña a su hijo por haber derramado refresco en su ropa nueva y continuo preparando el desayuno.
Aún en pijamas tomó una taza de la alacena y se sirvió café; en un plato sirvió su desayuno acompañado de sus dos panes tostados y se dirigió hacia la pequeña mesa de madera. Se sentó en su silla de siempre, de frente a una silla vacía que parecía gritarle que estaba sólo. Intentaba no pensar en ella pero todo en la casa parecia conspirar contra su deseo de no hacerlo. Se disponía a dar el primer bocado cuando el celular, que había colocado en la barra, comenzó a timbrar. Pensó en ignorar la llamada pero no pudo, se levantó rápidamente de la silla y tomó el celular. Cuando se dió cuenta que en la pantalla se mostraba el nombre de Policía de los Ángeles, sintió la misma emoción y suspenso que la primera vez que fue asignado a un caso como detective y fue sacado súbitamente de el transe que hasta hace poco invadia su mente.
- Collins. -Respondió con su ya tan habitual tono serio y frío, pero intrigado a la vez.
- ...
- Correcto, estaré en el lugar en 20 minutos. -Terminó la llamada y se sorprendió de que después de tanto tiempo aún tenía que fingir cordura, cuando en su interior había una mezcla de sentimientos todos ellos deseando salir al mismo tiempo.
Se olvidó del desayuno, apenas y dió un sorbo a su taza de café y una mordida a uno de los dos panes que había preparado. Caminó hacia su recámara y sacó del guardarropa una camisa lisa azul, y unos pantalones negros. De la caja del buró sacó su placa y su pistola, artículos que a la mirada de los niños lo hacían un policía de verdad. Tenía la curiosa costumbre de guardar su chaleco antibalas debajo de la cama, así que se inclinó y con una mano lo arrastró hasta levantarse y dejarlo encima de su cama. Se colocó su chaleco después de vestirse y se armó con placa y pistola, listo para descifrar un caso más.
Afuera el clima parecía agradable, según había visto en las noticias la temperatura marcaba los 22 grados celsius y el sol, contrario a otros días, sólo cumplía con dar luz, nada de que preocuparse por rayos intensos que penetraran la piel.
Salió de su casa y se dirigió a su coche, un hermoso Camaro negro que la policía le había regalado por su grandiosa labor en algún caso que había resuelto, y que por ahora no se preocuparía en recordar.
Encendió el auto y en la radio comenzó a sonar una canción country que amaba pero jamás podía recordar su nombre. Creía que era extraño que un detective amara el country, ya que todos lo odiaban, incluso... ¿De nuevo? Apagó el estereo del auto y se hundió en sus pensamientos, imaginando a que clase de enfermo asesino estaba a punto de enfrentarse.
Avanzó por la quinta avenida a una velocidad considerable, tomando ventaja de que era el detective Joseph Collins y por supuesto de la sirena portatil que guardaba bajo el asiento. Conforme se acercaba a la escena, su respiración se agitaba; no podía creer que con toda su trayectoria aún se sintiera como un novato cada que un nuevo caso aparecía. Después de pasar a alta velocidad en una zona escolar, girar en sentido contrario y dar una vuelta prohibida, finalmente llegó a su cita con el destino.
La entrada principal del “Grand Plaza” se había convertido en el escenario de uno de los asesinatos más terrorifícos de los últimos tiempos en la ciudad de Los Ángeles. Una gran cantidad de personas se reunía alrededor del cuerpo, sólo separados por la típica cinta amarilla que recita “prohibido el paso” con la que la policía suele aislar la escena de un crimen, mientras el detective Collins, quien con su traje de color oscuro, su cabello bien peinado y su semblante serio provocando una mezcla de miedo y respeto, intentaba abrirse camino entre la multitud. A su paso se escuchaban comentarios nerviosos acerca del terrible suceso, y conforme más se acercaba, los comentarios pasaban de ser palabras a ser una mezcla de sorpresa y terror que dejaba sin aliento a cualquiera que presenciaba el acontecimiento, pero ésto no sorprendia al detective, sólo lo emocionoaba más, de un semblante frío, su cara ahora expresaba impaciencia, como la que muestra un niño cuando espera abrir su regalo de navidad.
Cuando por fin llegó a donde yacía el cuerpo sin vida, pudo darse cuenta del porque el asombro de toda la gente que se había reunido para mirar; parecía como si el cuerpo se hubiera quedado sin sangre, un enorme charco se había expandido debajo, tenía cortes en los brazos, en el abdomen, en las piernas y en la cara.
Collins parecía tener una expresión lista para cada momento, ahora en su cara había asombro, ¿Cómo pudo alguien traer a ésta mujer hasta aquí, y cortarla de una manera tan precisa sin escuchar algún grito desesperado de auxilio, o sin ser visto? ¿El asesinato ocurrió en este preciso lugar, o arrastró el cuerpo muerto desde el lugar del homicidio? Imposible, no había ningún rastro que hiciera suponer algo así.
...