Tercer Capitulo Valor De Educar
Enviado por kike26 • 13 de Octubre de 2014 • 1.497 Palabras (6 Páginas) • 377 Visitas
EL VALOR DE EDUCAR TERCER CAPITULO
EL ECLIPSE DE LA FAMILIA.
En la familia el niño aprende importantes aspectos como: distinguir a nivel primario lo que está bien o mal. Después la escuela los grupos de amigos, el lugar de trabajo llevaran a cabo la socialización secundaria en cuyo proceso adquirirá conocimientos y competencias de alcance más especializadas.
En el aprendizaje familiar el clima esta recalentado de afectividad con un trasfondo: la amenaza de perder el cariño de aquellos seres sin los que uno no sabe aún cómo sobrevivir y el miedo de dejar de ser amado. La certeza del amor cuando existe, nos hace invulnerables.
La educación familiar funciona por vía del ejemplo, no por funciones discursivas de trabajo, y está apoyada por gestos, humores compartidos, hábitos del corazón, chantajes afectivos junto a la recompensas y castigos distintos para cada cual. Lo que se aprende de la familia tiene una indeleble fuerza persuasiva que es favorable, los principios moralmente estimables que resistirán luego las tempestades de la vida. Y desfavorable, hace arraigar prejuicios que más tarde serán casi imposibles de arraigar. La mayor parte de las veces principios y prejuicios van mezclados de tal modo que ni siquiera al interesado, muchos años más tarde le resulta sencillo discernir los unos de los otros, lo que constituye un serio problema para la escuela y los maestros.
Los padres y otros familiares a cargo de los niños sienten desanimo ante la tarea de formar las pautas mínimas de su conciencia social y las abandonan a los maestros.
La generosa pureza de los jóvenes es su falta de experiencia vital que se transforma fácilmente en radicalismo manipulable. En el terreno laboral se prefiere el joven virgen de toda malicia y condicionamiento por no tener aprendida ninguna maña anterior.
Para que la familia funcione educativamente es imprescindible que alguien en ella se resigne a ser adulto. Cuantos menos padres quieren ser los padres, mas paternalista se exige que sea el Estado. Se trata de una crisis de autoridad en las familias. Autoridad significa “ayudar a crecer”, es un principio de realidad que implica la capacidad de restringir las propias apetencias en vista de la de los demás y aplazar o templar la satisfacción de algunos placeres inmediatos en vistas al cumplimiento de objetivos recomendables a largo plazo.
Los niños son educados para ser adultos, no para seguir siendo niños puesto que van a crecer irremediablemente. Si los padres no ayudan a los hijos con su autoridad amorosa a crecer y prepararse para ser adultos, serán las instituciones públicas las que se vean obligadas a imponerles el principio de realidad no con afecto sino con la fuerza. Y de este modo solo se forman niños envejecidos, no ciudadanos adultos libres.
El miedo no es sino la primera reacción que produce contemplar de frente el rostro de nuestra finitud, miedo a la muerte y de esto provendrá el respeto por la realidad y en especial el respeto por los semejantes y cómplices de nuestra finitud. Nunca aprenderemos a librarnos del miedo si nunca hemos temido y aprendido después a razonar a partir de ese temor.
Ya no podemos basar el aprendizaje académico en el miedo, pues cobra un precio tremendo en forma de inhibición y rigidez. Pero el niño debe temer algo si queremos que se aplique a la ardua tarea de aprender.
La desaparición de toda forma de autoridad en la familia no predispone a la libertad responsable sino a una forma de caprichosa inseguridad. El modelo tradicional de nuestras sociedades ha sido el padre, pero los padres actuales de Italia no tienen como modelo de relación ideal con sus hijos sino la que mantuvieron con sus madres “quiero ser un buen padre como mi madre lo fue conmigo”
Neil Postman señala en su libro “la desaparición de la infancia” que la causante de esta desaparición es la televisión. La televisión ha terminado con ese progresivo desvelamiento de las realidades feroces e intensas de la vida humana: las verdades de la carne y las verdades de la fuerza se hurtaban antes a las miradas infantiles cubriéndolas con un velo de recato o vergüenza que solo se levantaba poco a poco. La identidad infantil consistía en ignorar esas cosas o no manejar sino fabulas acerca de ellas. El niño crecía en una oscuridad acogedora, levemente intrigado por esos temas sobre los que aún no se le respondía del todo. Pero la televisión lo cuenta todo, mientras los adultos se van infantilizando también ante la tele al irse haciendo superflua la preparación estudiosa que antes era imprescindible para conseguir información.
La televisión tiende a reproducir los mecanismos de socialización primaria empleados
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