Thomas Hobbes "Leviatán"
Enviado por lembrino • 4 de Septiembre de 2011 • 10.049 Palabras (41 Páginas) • 1.291 Visitas
Thomas Hobbes
Leviatán. Thomas Hobbes
Biblioteca del Político. INEP AC
INTRODUCCIÓN
LA NATURALEZA (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo) está imitada de tal modo, como en
otras muchas cosas, por el arte del hombre, que éste puede crear un animal artificial. Y siendo la vida un
movimiento de miembros cuya iniciación se halla en alguna parte principal de los mismos ¿por qué no
podríamos decir que todos los autómatas (artefactos que se mueven a sí mismos por medio de resortes y
ruedas como lo hace un reloj) tienen una vida artificial? ¿Qué es en realidad el corazón sino un resorte; y los
nervios qué son, sino diversas fibras; y las articulaciones sino varias ruedas que dan movimiento al cuerpo
entero tal como el Artífice se lo propuso? El arte va aún más lejos, imitando esta obra racional, que es la
más excelsa de la Naturaleza: el hombre. En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos
república o Estado (en latín civitas) que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y robustez
que el natural para cuya protección y defensa fue instituido; y en el cual la soberanía es un alma artificial que
da vida y movimiento al cuerpo entero; los magistrados y otros funcionarios de la judicatura y ejecución,
nexos artificiales; la recompensa y el castigo (mediante los cuales cada nexo y cada miembro vinculado a la
sede de la soberanía es inducido a ejecutar su deber) son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo
natural; la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constituyen su potencia; la salus
populi (la salvación del pueblo) son sus negocios; los consejeros, que informan sobre cuantas cosas precisa
conocer, son la memoria; la equidad y las leyes, una razón y una voluntad artificiales; la concordia, es la
salud; la sedición, la enfermedad; la guerra civil, la muerte. Por último, los convenios mediante los cuales las
partes de este cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, aseméjanse a aquel fíat, o hagamos al
hombre, pronunciado por Dios en la Creación.
Al describir la naturaleza de este hombre artificial me propongo considerar:
1° La materia de que consta y el artífice, ambas cosas son el hombre.
2° Cómo y por qué pactos, se instituye, cuáles son las derechos y el poder justo o la autoridad justa de un
soberano; y qué es lo que lo mantiene o lo aniquila.
3° Qué es un gobierno cristiano.
Por último qué es el reino de las tinieblas.
Por lo que respecta al primero existe un hecho acreditado según el cual la sabiduría se adquiere no ya
leyendo en los libros sino en los hombres. Como consecuencia aquellas personas que por lo común no
pueden dar otra prueba de ser sabios, se complacen mucho en mostrar lo que piensan que han leído en los
hombres, mediante despiadadas censuras hechas de los demás a espaldas suyas. Pero existe otro dicho
más antiguo, en virtud del cual los hombres pueden aprender a leerse fielmente el uno al otro si se toman la
pena de hacerlo: es el nosce te ivsurn, léete a ti mismo: lo cual no se entendía antes en el sentido, ahora
usual, de poner coto a la bárbara conducta que los titulares del poder observan con respecto a sus
inferiores: o de inducir hombres de baja estofa a una conducta insolente hacia quienes son mejores que
ellos. Antes bien, nos enseña que por la semejanza de los pensamientos y de las pasiones de un hombre
con los pensamientos y pasiones de otro, quien se mire a sí mismo y considere lo que hace cuando piensa,
opina, razona, espera, teme, etc, y por qué razones, podrá leer y saber, por consiguiente, cuáles son los
pensamientos y pasiones de los demás hombres en ocasiones parecidas. Me refiero a la similitud de
aquellas pasiones que son las mismas en todos los hombres: deseo, temor, esperanza. etc.: no a la
semejanza entre los objetos de las pasiones, que son las cosas deseadas, temidas, esperadas, etcétera.
Respecto de éstas la constitución individual y la educación particular varían de tal modo y son tan fáciles de
sustraer a nuestro conocimiento que los caracteres del corazón humano, borrosos y encubiertos, como
están, por el disimulo, la falacia, la, ficción y las erróneas doctrinas, resultan únicamente legibles para quien
investiga los corazones. Y aunque, a veces, por las acciones de los hombres descubrimos sus designios,
dejar de compararlos con nuestros propios anhelos y de advertir todas las circunstancias que pueden
alterarlos, equivale a descifrar sin clave y exponerse al error, por exceso de confianza o de desconfianza,
según que el individuo que lee, sea un hombre bueno o malo.
Aunque un hombre pueda leer a otro por sus acciones, de un modo perfecto, sólo puede hacerlo con sus
circunstantes, que son muy pocos. Quien ha de gobernar una nación entera debe leer, en si mismo, no a
este o aquel hombre, sino a la humanidad, cosa que resulta más difícil que aprender cualquier idioma o
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ciencia; cuando yo haya expuesto ordenadamente el resultado de mi propia lectura, los demás no tendrán
otra molestia sino la de comprobar si en sí mismos llegan a análogas conclusiones. Porque este género de
doctrina no admite otra demostración.
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PRIMERA PARTE
D E L H O M B R E
CAPÍTULO I
DE LAS SENSACIONES
Por lo que respecta a los pensamientos del hombre quiero considerarlos en primer término singularmente, y
luego en su conjunto, es decir, en su dependencia mutua.
Singularmente cada uno de ellos es una representación o apariencia de cierta cualidad o de otro 'accidente
de un cuerpo exterior a nosotros, de lo que comúnmente llamamos objeto. Dicho objeto actúa sobre los ojos,
oídos y otras partes del cuerpo humano, y por su diversidad de actuación produce diversidad de apariencias.
El origen de todo ello es lo que llamamos sensación (en efecto: no existe ninguna concepción en el intelecto
humano que antes no haya sido recibida, totalmente o en parte, por los órganos de los sentidos). Todo lo
demás deriva de ese elemento primordial.
Para el objeto que ahora nos proponemos no es muy necesario conocer la causa natural de las
sensaciones; ya en otra parte he escrito largamente acerca del particular. No obstante, para llenar en su
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