Caso Kodak

No hay excusas para no triunfar

Vestido con traje color cremas en medio de un mar de sacos oscuros, Antonio M. Pérez parecía más el maestro de ceremonias de un refulgente espectáculo de Las Vegas que un jefe corporativo, cuando subió al escenario frente a una sala sin asientos y atiborrada de dueños de tiendas de cámaras y entusiastas de la fotografía en la meca estadounidense de las apuestas. El director de operaciones de Eastman Kodak Co. desplegó las baladronadas de un hombre espectáculo cuando declaró: “Kodak tiene una mano ganadora”.

Desde luego, algunos de los asistentes pensaron que Pérez bromeaba. Kodak trata desesperadamente de reinventarse en la era digital y Pérez, de 58 años. Que vigiló el ascenso de Hewlett-Packard Co. al dominio de las impresoras de inyección de tinta, fue contratado hace un año para encabezar la marcha. Kodak está en una carrera contra el tiempo mientras desaparece su negocio tradicional de películas. Las ventas alcanzaron en 1999 su máximo de 14 millones de dólares y en 2003 habían bajado a 13 300 millones. En la actualidad Kodak se encuentra en la difícil posición de tener que establecerse en un campo dominado por otro.

Es una dolorosa ironía para la empresa. Durante un siglo, Kodak disfrutó un poder casi monopólico, hasta que llegó Fuji Photo Film Co. Kodak lanzó la primera cámara digital en 1975, pero apenas ahora empieza a capitalizar la tecnología.

Una visión clara.

Pérez se movió con rapidez en una compañía famosa por su toma de decisiones ruinosamente lenta. Dejó en claro lo que muchos negaban en la matriz de Rochester: que el principal negocio de Kodak tenía que ser el de la fotografía digital. En septiembre, la compañía anunció que acentuaría su enfoque en los negocios digitales para sus unidades de consumo, empresas y salud, que, según sus pronósticos, aumentarían los ingresos de la compañía 23% a 16 mil millones en 2006 y a 20 mil millones en 2010.

Pérez concibió cómo pagar la transición: principalmente, reducir las inversiones en película y despedir a casi una cuarta parte de los 60 mil empleados de Kodak. Ha instilado una nueva disciplina en la compañía, que acelera el desarrollo de productos. Además, ha descubierto nuevos usos para las 20 mil patentes de Kodak. “La propiedad intelectual y los conocimientos de la compañía son increíbles –dice–. No hay excusas para no triunfar.”

Pero todavía lo esperan las mayores dificultades. Pérez tiene que hacer que los ingenieros y vendedores de Kodak colaboren para idear productos competitivos en campos en los que la empresa tiene poca credibilidad. Por ejemplo, después de rebuscar en los venerables laboratorios Kodak, Pérez piensa que ha encontrado una tecnología revolucionaria que cambiaría en negocio de las impresoras de inyección de tinta. Pero no dirá una palabra más.

A algunos les parecen buenos deseos. “No se trata de patentes, sino de comercializar la tecnología

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