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Enviado por lizeth_hb • 11 de Febrero de 2014 • Tesis • 2.238 Palabras (9 Páginas) • 276 Visitas
El 22 de junio de 2003 publiqué en El Colombiano un análisis sobre la liquidación de Icasa: La mató el desgobierno . El testimonio que a continuación hace Jaime Glottmann, confirma la validez del análisis.
TESTIMONIO / CATORCE AÑOS DESPUÉS DE SU DEBACLE EXPLICA AL PAÍS LO QUE OCURRIÓ
Jaime Glottmann pide perdón
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Foto de Jaime Glottman a los 66 años, tomada en Israel el 6 de agosto de 2005
Desde 1991, y mientras la justicia de Colombia lo requería, se refugió en Israel. Ahora, unas semanas de prescribir los procesos en su contra, el empresario se declara responsable.
Han pasado 14 años desde mi salida de Colombia y siento la obligación de contar a mis compatriotas la historia de nuestras empresas y su triste fin, sin la menor intención de disculparme o culpar a otros de su fracaso.
Por el contrario, comienzo por decir que soy el principal responsable de todo lo que ocurrió y tengo bien claro que mi mayor pecado fue el no haber tenido la humildad de aceptar los límites de mi propia capacidad para el manejo de una organización de semejante envergadura.
Reconozco igualmente que no fuimos victimás de ningún enemigo y que, por el contrario, tanto los gobiernos como las diversas instituciones y personas con que tratamos nos dieron su más absoluta colaboración.
Sí es mi intención dejar en claro que en ningún momento tuvimos la intención de perjudicar a nadie, ni mucho menos de apropiarnos de dineros que no nos pertenecían.
Luchamos a brazo partido hasta el final y entregué a las compañías la casi totalidad de mis ahorros en la esperanza de salvarlas. En igual forma, mi cuñado y mi hermana de Brasil aportaron grandes cifras en los últimos meses que, desgraciadamente, también se perdieron.
Esta es nuestra historia: Las empresas Glottmann fueron fundadas por Don Jack Glottmann, mi padre, en 1935, constituyeron una fuente de trabajo para decenas de miles de personas y de progreso para la economía del país. La enorme fábrica de Icasa en Bogotá, los 85 almacenes de J.Glottmann y las demás empresas del grupo llegaron a emplear a 4.500 personas.
Las compañías se destacaron en la promoción de la cultura y seguramente son muchos todavía los melómanos que escucharon sus primeras sinfonías en los famosos Conciertos Glottmann con la Orquesta Sinfónica de Colombia y posteriormente la Filarmónica de Bogotá. Personalmente, creo haber sido uno de los empresarios más activos en causas cívicas y filantrópicas.
En 1982, Icasa se vio honrada con la Orden del Mérito Industrial por el presidente Belisario Betancur, uno de los compatriotas más importantes ante quienes me avergüenzo por no haber sabido manejar bien ese patrimonio nacional que llegaron a ser empresas como las nuestras.
Igualmente tengo que iniciar este relato pidiendo perdón a los miles de trabajadores, ahorradores, financistas y proveedores que se vieron tan injustamente perjudicados por nuestro fracaso. Muy especialmente debo pedirlo a los ejecutivos de nuestras empresas que, sin más pecado que el haber tratado de defenderlas, tuvieron que cumplir sentencias de cárcel o se vieron perseguidos por la justicia a raíz de la quiebra.
La historia de los problemas se remonta a la década de los 50. J. Glottmann S.A. era una floreciente empresa importadora y una importante cadena de almacenes que había superado brillantemente la crisis del 48, cuando fue incendiado su principal almacén y todas sus oficinas. Sus importaciones incluían electrodomésticos, así como pianos, órganos, equipos de cine, fotografía y máquinas de coser.
La familia
En ese entonces se puso de moda una teoría de desarrollo económico bastante simplista, según la cual el país podría desarrollarse aceleradamente con el solo recurso de prohibir la importación para "obligar" a la industria a producir en el país. Esta política fue fatal para J.Glottmann, que dependía totalmente de la importación. Fue entonces cuando Don Jack dijo haber visto "escrito en la pared" que tendría que producir o en poco tiempo la compañía iría a la quiebra.
Lo que nadie sabía es que la situación era ya tan crítica que la flamante fábrica Icasa tuvo que ser hecha con unos pocos miles de dólares que le quedaban a Don Jack de sus ahorros, mientras el resto provino de préstamos millonarios de financistas, cuyos intereses y "regalías" se comían todo lo que la incipiente empresa lograba producir. Este fue, desgraciadamente, el comienzo de los préstamos particulares que generaron el inmenso problema legal que salió a la luz al quebrar años más tarde las compañías.
El arranque de Icasa fue durísimo y el nivel de estrés que soportó Don Jack, sumado a una incontrolable adicción al cigarrillo, fueron los causantes de dos infartos que finalmente le produjeron la muerte en 1959, a los 51 años. Al momento de su muerte, Icasa empezaba a producir sus primeras neveras, los problemas eran gigantescos y los segundos a bordo éramos mi hermano Saulo y yo, un par de ‘cocacolos’ con una ínfima expe-riencia para tal desafío.
Yo tenía 22 años y llevaba apenas cuatro meses de haber salido de la universidad a trabajar con mi padre. Saulo acababa de cumplir 25. Afortuna-damente nuestra madre, Doña Ida de Glottmann, nos acompañaba en la empresa y lo que le faltaba en conocimientos le sobraba en coraje y espíritu de lucha.
Los primeros años sin Don Jack fueron dificilísimos y se revelaron cualidades y defectos de los hijos que quedamos al frente de los negocios.
Mi hermano Saulo, con su enorme inteligencia y capacidad, luchó a brazo partido, pero, me atrevo a decir que tanto él como yo, estábamos más motivados por el deseo de "estar a la altura" de nuestro padre, que por el ánimo de lucro que requiere una empresa para progresar.
Creo sinceramente que el crecimiento desaforado que impartimos a las empresas y que fue la causa de una casi permanente crisis económica, tuvo su origen en este fenómeno.
Gradualmente, durante los años siguientes a la muerte de Don Jack, se formaron dos grupos en la organización: el que giraba alrededor de Icasa, presidida por Saulo, y el de la parte comercial, alrededor de J. Glottmann, de la cual yo era presidente. El inmenso amor fraternal, que impidió llevarnos a una crisis en lo personal, no fue sin embargo suficiente para
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