Análisis de la relaciones entre la educadora y los educandos
Enviado por pameliux147 • 11 de Junio de 2012 • Ensayo • 1.997 Palabras (8 Páginas) • 557 Visitas
A continuación paso a centrarme en el análisis de la relaciones entre la educadora y los educandos. Estas incluyen la cuestión de enseñanza, el aprendizaje, del proceso de conocer-enseñar-aprender, de la autoridad, de la libertad, de la lectura, de la escritura, de las virtudes de la educadora, de la identidad cultural de los educandos y del debido respeto hacia ella. Todas estas cuestiones están incluidas en las relaciones entre la educadora y los educandos.
Considero el testimonio como un “discurso” coherente y permanente de la educadora progresista. Intentare pensar el testimonio como la mejor manera de llamar la atención del educando hacia la valides de lo que se propone, hacia el acierto de lo que se valora, hacia la firmeza en la lucha, en la búsqueda de la superación de las dificultades. La practica educativa en la que no existe una relación coherente entre lo que la maestra dice y lo que la maestra hace, es un desastre en la practica educativa.
¿Que es lo que se puede esperar para la formación de los educandos de una maestra contra las restricciones de su libertad como parte de la elección de la escuela pero al mismo tiempo cercenan lujuriosamente la libertad de los educandos? Felizmente en el plano humano ninguna explicación mecanicista es capas de elucidar nada. No se puede afirmar que los educandos de tal educadora necesariamente se vuelvan apáticos o vivan en permanente rebelión. Pero que seria mucho mejor para ellos que no se les impusiera semejante diferencia entre lo que dice y lo que hace.
Entre el testimonio de decir y el de hacer el mas fuerte es el de hacer porque tiene o puede tener efectos inmediatos. Sin embargo, lo peor para la formación del educando es que frente a ala contradicción entre hacer y decir el Eduardo tiende a no creer lo que la educadora dice. Si hoy ella afirma algo, el espera la próxima acción para detectar la próxima contradicción. Y eso corroe el perfil que la educadora va creando de si misma y revelando a los alumnos.
Los niños tienen una sensibilidad enorme para percibir que la maestra hace exactamente lo opuesto de lo que dice. El “has lo que digo y no lo que hago” es un intento casi vano de reparar la contradicción y la incoherencia. “casi vano” porque no siempre lo que se dice y que se contradice con lo que se hace se anula por completo. A veces lo que se dice tiene en si mismo una fuerza tal que lo defiende de la hipocresía de quien aun diciéndolo hace lo contrario. Pero precisamente por estar siendo dicho y no vivido pierde mucho de su fuerza. Quien ve la incoherencia en proceso, bien puede decirse asi mismo: “si esta cosa que se proclama pero al mismo tiempo se niega tan fuertemente en la practica fuese realmente buena, no seria solo una dicha sino vivida.”
Una de las cosas más negativas en todo esto es el deterioro de una relación entra de educadora y los educandos.
¿y que decir de la maestra que constantemente testifica debilidad, vacilación, inseguridad, en su relaciones con los educandos? ¿Qué jamás se asume como autoridad en la clase?.
Me acuerdo a mi mismo, adolescente lo mal que me hacia presenciar la falta de respeto por si mismo que uno de nuestros profesores, revelaba al ser objeto de burlas de gran parte de los alumnos sin mostrar la menor capacidad para imponer orden. Su clase era la segunda de la mañana y el entraba ya vencido en el salón donde la maldad de algunos adolescentes lo esperaba para fustigarlo, para maltratarlo. Al terminar su remado de clase, no podía dar la espalda al grupo y encaminarse hacia la puerta. La gritería estrepitosa caería sobre el, pesada y áspera, y eso debía congelarlo. Desde el rincón del salón donde yo me sentaba lo veía pálido, disminuido, retrocediendo hasta la puerta, abriéndola rápidamente, desaparecía envuelto en su insoportable debilidad. Guardo en mi memoria de adolescente la figura de aquel hombre falco indefenso, pálido, que cargaba consigo el miedo de aquellos jóvenes que hacían de su debilidad un juguete. Junto al miedo de perder el empleo, el miedo generado por ellos.
Mientras presenciaba la ruina de su autoridad, yo, que soñaba con convertirme en maestra, me prometía a mí mismo que jamás entregaría así a la negación de mi propio ser. Ni el todo poderosísimo del maestro autoritario, arrogante, cuya palabra es la ultima. Ni la inseguridad ni la completa falta de presencia y poder de este profesor exhibía.
Otro testimonio que no debe faltar en nuestras relaciones los alumnos es el de la permanente disposición a favor de la justicia, de la libertad, del derecho a ser. Nuestra entrega a ala defensa de los mas débiles sometidos a la explotación por los mas fuertes. También es importante en el empeño de todos los días, mostrarles a los alumnos la belleza que existe en la lucha ética. Ética y estética se dan la mano. Que no se diga, sin embargo, que en las zonas de inmensa pobreza, de profundas necesidades, no es posible hacer esas cosas. Las experiencias que vivió personalmente durante tres años la maestra Madalena F. Weffort en una favela de Sao Paulo, donde ella se convirtió plenamente en educadora y pedagoga más que en cualquier otro contexto, fueron experiencias en las que esto fue posible. Ella prepara ahora un libro basado en sus experiencias en un ámbito carente de todo lo que nuestra apreciación y nuestro saber de clase consideran indispensable, pero rico en muchos otros elementos que nuestro saber de clase menosprecia. En él, ciertamente contará y analizará la historia de Carlinha, de la que ya he hablado en un texto mío y que ahora reproduzco.
“Rondando la escuela, deambulando por las calles de su belleza, blanco de las burlas de los otros niños, y de los adultos también, vagaba perdida y lo que era peor, pérdida de sí misma, una especie de niña de nadie.”
Un día Madalena me dijo que la abuela de la niña la había buscado para pedirle que recibiese a la nieta
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