Cambio De Actitud
Enviado por fmab • 10 de Marzo de 2013 • 3.235 Palabras (13 Páginas) • 763 Visitas
Cambio de actitudes sociales para un cambio de vida
Un poco de recordatorio de manual de Psicología Social: ¿qué es una actitud?
Una actitud es una tendencia a la acción adquirida en el ambiente en que se vive y derivada de experiencias personales. Es un estado de disposición psicológica, pero adquirida y
organizada a través de la propia experiencia. Dicha disposición incita a la persona a reaccionar de una manera característica frente a determinadas personas, objetos o situaciones.
Tenemos, pues, una tendencia o predisposición adquirida y relativamente duradera.
No sólo duradera, sino que implica una orientación sistemática de la conducta hacia determinados objetos del mundo social. Es decir, las actitudes no son conductas sino predisposiciones adquiridas para actuar selectivamente, conducirse de determinada manera en
la interacción social.
Tienen que ver con una forma de actuar, pero no son la actuación, sino aquello que la
propicia: son parte de un sistema de representación de la realidad.
Hay que destacar que:
1. Las actitudes no son innatas. Se trata de disposiciones adquiridas, aprendidas a partir de la interacción.
2. Y son relativamente durables pero sólo relativamente, pues pueden ser modificadas
por influencias externas.
Es decir: se pueden CAMBIAR.
Toda actitud incluye cuatro componentes:
1. Un aspecto cognitivo: creencias y opiniones hacia diferentes objetos o situaciones.
Información que el sujeto adquiere en el medio social.
2. Un aspecto afectivo: Las creencias y opiniones poseen componentes afectivos que
generan atracción o rechazo.
3. Un aspecto normativo: como “debe” el sujeto comportarse ante determinada situación u objeto.
4. Un aspecto comportamental: En una situación específica estas creencias, opiniones,
sentimientos y normas se traducen en acción. Por ejemplo, la discriminación.
Por tanto, nuestras actitudes vinculan nuestro aparato psíquico con el mundo en el que
vivimos, en el doble sentido de que se configuran a partir de nuestra experiencia en el
mundo y que orientan nuestro comportamiento en él. 2
Actitudes hacia la discapacidad
Las actitudes hacia la discapacidad pueden ser positivas, negativas o indiferentes; sin duda, a fecha actual predominan lo negativo y lo indiferente.
Para entenderlas, hay que evaluar el marco cognitivo general a partir del cual surgen, así
como la orientación afectiva que las determina. Y eso implica contextualizar, contextualizarnos, todos, en términos de la cultura de la que formamos parte, la que vamos a calificar como cultura de la “modernidad occidental”. Dicha cultura tiene su origen principal en
la Grecia Clásica y, a partir de él, adquiere sus rasgos distintivos con la emergencia del
empirismo científico y la implantación del racionalismo ilustrado.
Se trata, por lo tanto, de una cultura que prioriza lo cognitivo sobre lo afectivo y emocional, y lo hace, además, de un modo determinado: estableciendo como directriz fundamental la de una racionalidad empirista.
Además, otro factor fundamental a considerar es el substrato económico en el que se inscribe, actualmente, esa cultura: el de una economía capitalista de libre competencia basada en la persecución individual y egoísta del beneficio.
Tenemos, pues, un contexto cultural, en tanto que condicionante de la modulación de
nuestras actitudes, regido por los principios de la racionalidad empírica, el individualismo,
el egoísmo y la promoción de la competencia y la maximización del beneficio. Ahí está la
matriz a partir de la cual analizar las actitudes preponderantes hacia la discapacidad.
¿Y cuáles son esas actitudes? A mi modo de ver, en la mayoría de la gente lo que impera
es la indiferencia. Una indiferencia fruto del desconocimiento de lo que es la discapacidad.
Desconocimiento derivado de que las personas con discapacidad han sido excluidas de la
participación social, han sido marginadas, han sido invisibilizadas. Ello provoca un amplio
desconocimiento respecto al fenómeno y, por lo tanto, la ausencia de un substrato cognitivo adecuado en el que asentar nuestras actitudes al respecto. LA MAYORÍA DE LA GENTE NO SABE LO QUE ES LA DISCPACIDAD y, en consecuencia, le resulta indiferente.
Lo que es peor, si no se da esa ausencia de referencias cognitivas, éstas vendrán marcadas por la que, todavía hoy, es la visión imperante sobre la discapacidad. La misma está
fundamentada en lo que podemos llamar un modelo médico-rehabilitador: se entiende
que la discapacidad es consecuencia de un “defecto”, una carencia, que padece una persona en virtud de su constitución biológica. La discapacidad es consecuencia de un defecto fisiológico por lo que se la va a asociar inmediatamente con ENFERMEDAD.
Esto genera rechazo, evitación, incomodidad, puesto que funcionamos, todos, tomando en
consideración un cierto estándar de salud, de normalidad referida a nuestra funcionalidad
orgánica, según la formula la ciencia médica, y aquello que se desvía de la misma lo consideramos negativo, inadecuado y no deseable: no nos gusta la discapacidad porque no
nos gusta estar enfermos; no nos gusta estar enfermos porque hemos asumido que eso
es algo “malo”. (Lo cual es un importante error de apreciación puesto que la enfermedad,
en mayor o menor grado, formará parte de la experiencia vital de toda persona en algún
momento dado de su existencia y tendrá que aceptarla como parte de sí cuando le toque
en suerte).
En este caso, por lo tanto, un componente cognitivo de carácter médico, fisiologicista,
suscita una dimensión afectiva de rechazo y una evaluación normativa negativa: evitación,
discriminación, marginación, exclusión serán las conductas derivadas de ello.
Pero hay otra componente, algo más ambigua, que tenderá a propiciar actitudes negativas
hacia la discapacidad aunque también las puede propiciar positivas. Se debe a que todavía 3
mucha gente asocia, en el plano cognitivo, la discapacidad con algo de origen divino, una
especie de tragedia personal que la persona padece, o que recae sobre la persona, y que
tiene que ver con algún dictamen divino asociado con la culpa o el pecado.
En este caso, la componente cognitiva de las actitudes hacia la discapacidad ya no será
médico-científica, sino religioso-teológica. La persona habría recibido en suerte ese destino
desgraciado
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