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Crisis Amorosas


Enviado por   •  10 de Marzo de 2014  •  2.558 Palabras (11 Páginas)  •  356 Visitas

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Tesis “LA RELACIÓN DE PAREJA.

APEGO, DINÁMICAS DE INTERACCIÓN Y ACTITUDES AMOROSAS:

CONSECUENCIAS SOBRE LA CALIDAD DE LA RELACIÓN”

INTRODUCCION

La investigación que presento se centra en la relación de pareja adulta desde el marco teórico de la teoría del apego. Este trabajo se posiciona en la creencia de que en el ser humano, existe una necesidad biológicamente determinada hacia la formación de vínculos afectivos, cuyo objetivo principal es la consecución de un sentimiento de seguridad psicológica. La teoría del apego, en la que se enmarca este trabajo, es una teoría de la regulación del afecto y como tal, diferencia a las personas en el modo en el que estas sienten y expresan sus necesidades de afecto y en el modo en el que actúan para mantener un equilibrio emocional.

Mi objetivo ha sido, en primer lugar, estudiar la influencia del estilo de apego, las actitudes amorosas y las dinámicas de interacción, sobre la calidad y la satisfacción de la relación de pareja. En segundo lugar, quiero profundizar en el efecto que el modelo mental característico de cada estilo de apego tiene en el tipo de respuesta cognitiva, emocional y conductual que muestra una persona en sus interacciones íntimas, y en consecuencia, en la calidad de las mismas. De este modo, concentramos el mundo de la enseñanza (en delimitado, la terapia cognitivo-conductual) con la teoría del apego, en un modelo integrador que atesora ambas teorías y consideramos supone un avance en la aplicación práctica de los vínculos afectivos.

OBJETIVO

- Incrementar el conocimiento sobre la influencia del estilo de apego, las actitudes amorosas y las dinámicas de interacción, sobre la calidad y la satisfacción de la relación de pareja.

- Confirmar y obtener nuevos datos sobre la relación entre el estilo de apego adulto, las actitudes amorosas y las variables de cuidado en la satisfacción y calidad de la relación.

1. EL VÍNCULO DE APEGO EN LA ETAPA ADULTA: UNA NECESIDAD

PRIMARIA DURANTE TODA LA VIDA

En los primeros estudios sobre el apego, Bowlby (1979) afirmó que el apego “es propio de los seres humanos desde la cuna hasta la sepultura” (p.129), afirmando que el sistema de apego es un sistema innato y vital para la supervivencia que perdura a lo largo del desarrollo. Durante la infancia el niño tiene como figuras de apego principales a sus padres. A partir de la adolescencia se produce un paso gradual de los distintos componentes conductuales del apego hacia otras figuras distintas de las parentales, lo que origina un cambio en el orden jerárquico de las figuras. En este sentido, Hazan y Zeifman (1994, 1999) señalaron que las funciones principales del apego (seguridad y protección) descritas por Bowlby en la infancia (1969/1972), permanecen en las relaciones íntimas a lo largo de la edad adulta, pero con la diferencia de que en la adultez suele ser la pareja romántica la que cumple las funciones de figura de apego principal. Si bien los padres continúan siendo figura de apego durante la adolescencia (Noller, 1994) y adultez (Hazan, Campa y Gur-Yaish, 2006), pasan a ser figuras “en reserva” (Weiss, 1993; citado en Mikulincer y Shaver, 2007) asumiendo una posición secundaria a la pareja romántica (Hazan, et al., 2006). De este modo, el vínculo paterno-filial y las relaciones de pareja comparten aspectos claves y ambas pueden considerarse relaciones de apego (Hazan y Shaver, 1987; Shaver y Hazan, 1988). Los estudios sobre las relaciones de apego en la edad adulta, indican que la búsqueda de un vínculo de apego, se mantiene activo a lo largo del desarrollo cumpliendo funciones similares a las de la infancia. Weiss (1991) sugiere que, en la edad adulta, el proceso de búsqueda de nuevas figuras de apego está motivado por una maduración a nivel social y sexual, por un aumento de la capacidad para reconocer las limitaciones de los padres, y por el aumento de la autoconfianza y la necesidad de independencia. Esta defensa de la existencia de vinculación en la edad adulta es defendida por Hazan y Zeifman (1999); El sistema de apego ayuda a asegurar el desarrollo de un vínculo duradero que aumenta la supervivencia y la capacidad reproductiva de modo directo e indirecto. Los vínculos de apego no son simplemente alianzas mutuamente beneficiosas basadas en el principio del altruismo recíproco. Por el contrario, implican una profunda interdependencia psicológica y fisiológica tal, que la ausencia o pérdida de la pareja puede ser literalmente una amenaza para la vida del otro (p. 351). En este sentido, encontramos que la vinculación en la edad adulta comparte ciertas similitudes con los vínculos formados en la etapa infantil. Hazan y Zeifman (1999) apoyan esta continuidad del apego mediante el análisis de cuatro variables.

En lo que respecta al contacto físico (búsqueda de proximidad y contacto), se observan interacciones íntimas exclusivas de las relaciones de pareja y de las interacciones materno-filiales y que se diferenciarían de las mostradas en otro tipo de relaciones. López (1999) expone las similitudes entre el código de comunicación en situaciones de intimidad adulta y en la relación madre-hijo: interacción visual, postural, espacial, táctil y sonora des formalizada, etc. En segundo lugar, los criterios de selección son similares para niños y adultos, vinculándose, preferentemente, a aquellos que responden a las necesidades propias y que son agradables, responsivos, competentes y familiares. En tercer lugar, señalan las similitudes en la reacción ante la separación de la figura de apego: ansiedad y estrés seguido de un estado depresivo y letargo, para finalmente, y si la separación es excesivamente larga, producirse el desapego o una reorganización afectiva (Bowlby, 1980). Por último, señalan los efectos sobre la salud física y psicológica; la ruptura, la desavenencia o la conducta de celos en la relación con la figura de apego, trae consigo una mayor susceptibilidad a desarreglos fisiológicos o psicológicos, debido al efecto negativo sobre el sistema inmunológico. Diferentes estudios han investigado este último aspecto, encontrando por ejemplo, mayores índices de mortalidad entre las personas que carecen de vínculos emocionales (House, Landis y Umberson, 1988), mayor vulnerabilidad a la enfermedad física y mental en personas divorciadas (Bloom, Asher y White, 1978; Liberman, Wheeler, de Visser, Kuehnel, y Kuehnel, 1987), un porcentaje superior de trastornos mentales entre las personas solteras s (O`Conors y Brown, 1984) y, en las relaciones conflictivas, una salud deficiente y hábitos de vida poco saludables (Kiecolt-Glaser y Newton, 2001) así como un elevado índice de desórdenes depresivos (Weissman, 1987).

Por otra parte, a pesar de las

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