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EL PROFESOR Y EL ALUMNO


Enviado por   •  20 de Agosto de 2013  •  3.984 Palabras (16 Páginas)  •  358 Visitas

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EL PROFESOR Y EL ALUMNO.

El profesor, generalmente, se queja de que los resultados, obtenidos con sus esfuerzos, dejan mucho que desear. Sin considerar estas quejas, parece que el alumno no está en armonía con la escuela, según se deduce del número de reprobados y de los que han abandonado sus estudios. Es sabido que las condiciones sociales han variado mucho y desfavorablemente para el trabajo escolar. Además, no se puede olvidar el desinterés demostrado por la familia, que espera milagros de la escuela. Pero, para aclarar la actuación del profesor que se lamenta de los continuos fracasos de sus clases, es necesario hacer algunas indagaciones.

¿Es consciente el profesor de las dificultades de sus alumnos? En caso afirmativo, ¿ha ayudado a vencerlas?

¿Se ha enterado si las clases se desenvuelven sobre la base de motivaciones adecuadas y si la materia enseñada presenta un valor funcional real?

¿Ha procurado saber cuáles son las aspiraciones de sus alumnos y cómo juzgan a su magisterio?

¿Ha buscado animar, estimular, uno por uno, a sus alumnos para infundirles confianza y ganar su amistad?

¿Ha mirado a sus alumnos como seres humanos, llenos de dudas, aflicciones y dificultades?

Éstas son algunas preguntas que se podrían hacer al profesor que no está satisfecho con el rendimiento de su trabajo.

Ampliando esta explicación, vamos a continuar con el análisis de la actuación didáctica del profesor, que nos permitirá enterarnos si ha sido plenamente satisfactoria.

¿Está convencido el profesor de que ha sido antes educador, formador de personalidades, que instructor?

¿Conoce las posibilidades, limitaciones y aspiraciones de sus alumnos?

¿Ha exigido todo, .igualmente, de todos? ¿Ha orientado para un trabajo más intenso .a quienes han demostrado mayor interés o posibilidades para el estudio de su disciplina? Es de esperar que no se haya mostrado hostil hacia aquellos alumnos que no revelaran aptitud para el estudio de su cátedra. Por el contrario, los habrá animado diciéndoles que, si bien es cierto que algunos rinden más que otros en el estudio de una disciplina, él los considera y estima a todos en igual forma.

¿Ha buscado el profesor averiguar las causas del fracaso de sus alumnos? ¿Ha procurado saber si se encuentran en el alumno, en la familia, en los compañeros o en el mismo profesor?

Muchas son las veces en que los motivos de fracasos residen en el profesor, en su “manera de orientar los trabajos en clase, en el tipo de relaciones que mantiene con los alumnos, en las técnicas de enseñanza que utiliza, en la falta de motivaciones adecuadas, etc. Es conveniente que el profesor, de vez en cuando, desconfíe de sí mismo. Vamos a dejar de indagar indirectamente, para dirigirnos al profesor:

El profesor se ha preguntado alguna vez: ¿Soy justo con mis alumnos? ¿Mis métodos de enseñanza se adecuan a ellos? ¿Estaré organizando bien mis planes de trabajo? ¿No provocare confusiones y dudas en mis alumnos? ¿Habré establecido en clase un ambiente de cordialidad, confianza, respeto?‘‘Y principalmente: “. ¿He permitido que mis alumnos se expresen libremente?, ¿los he dejado decir, voluntariamente, lo que sienten? ¿He sido paciente para escuchar? ¿No he hecho como muchos de mis colegas, que no dan tiempo a que el alumno se exprese, interrumpiéndolo apenas comienza a hacerlo, con aquella célebre frase, «Ya sé, ya sé, ahora cállese la boca», respuesta que evita, en las primeras palabras, toda tentativa de expresión?”

Debemos dejar que el alumno se exprese libre y plenamente; sólo así se puede saber si sus palabras son sinceras o no. Es necesario, pues, localizar las dudas y las dificultades del educando para lograr una acción didáctica más eficiente.

¿Ha tenido el profesor en cuenta los hechos buenos realizados por sus alumnos, y ha manifestado su reconocimiento? Por cierto, no ha procedido como sus colegas, que sólo anotan los actos insatisfactorios. Estamos convencidos de que atribuye más importancia a los aspectos positivos que a los negativos de sus alumnos. Si se otorga importancia a los positivos, éstos, poco a poco, van anulando a los negativos. Estamos seguros de que procura alabar y encontrar virtudes, antes que reprimir y encontrar defectos. ¿Se autoanaliza para saber si es “el mejor profesor posible”, den- 1ro de sus propias limitaciones?

¿Procura ser amigo de sus alumnos? ¿Los alienta en sus fracasos? ¿Procura dialogar con ellos dentro y fuera de la clase? ¿Sabe, con certeza, que la mejor forma de orientar se encuentra en las conversaciones que podamos tener con nuestros alumnos, a fin de saber realmente cuáles son sus dificultades?

¿Intenta, también, conocer las aspiraciones, los deseos más secretos de sus alumnos, para ajustarlos a la realidad social y a las posibilidades humanas de los mismos y mostrar cómo la escuela puede auxiliar, en la concreción de esos objetivos vitales?

¿Se muestra razonable en sus exigencias? No posee, por cierto, esa actitud de intransigencia, caracterizada por la clásica frase: “Ya lo dije, conteste rápido”, ¿que no admite reajustes? En sus exigencias seguramente tendrá en cuenta la vida particular del alumno, dado que ella existe tanto como la nuestra. Su actitud no es, asimismo, un puro “laisser-faire”, un dejar que las cosas se sucedan al azar.

¿Procura escuchar con simpatía las quejas de los padres de sus alumnos? ¿En reuniones de padres y maestros, no adopta la actitud tan antipática (que aleja a los padres de la escuela) que sostiene la razón está siempre de parte del profesor y que los padres se equivocan? De eso estamos seguros: el señor profesor reflexiona, conscientemente, sobre las quejas y argumentos de los padres de alumnos.

Busca, en su actividad docente, relacionarse. Con sus colegas Además de la relación de disciplina, exigencias, etc., ¿procura informarse sobre el comportamiento y rendimiento de sus alumnos, no para elogiar, ni para recriminar, sino, tan sólo, para conocerlos mejor? Y aún más, en cuanto a los colegas, ¿sabe que es interesante invitar, todos los años, a algunos de ellos a que asistan a una o más clases, para que sean criticadas? Esta práctica es excelente para que mejoremos como profesores y luchemos contra la rutina, la cristalización he incluso, el desmejoramiento de nuestro comportamiento didáctico.

Estimado profesor, estoy seguro de que usted no es de aquellos que siguen rigurosamente los programas oficiales. Los programas pueden ser reajustados para dar mayor realce a los tópicos de interés regional y a las necesidades del alumno y de la vida social.

Así, el profesor tiene que reestructurar los programas, para darles

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