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Municiones Para Disidentes


Enviado por   •  23 de Agosto de 2012  •  86.799 Palabras (348 Páginas)  •  565 Visitas

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Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, S.A.

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Td.'93 253 09 04

Fax 93 253 09 05

correo electrónico: gedisa@gedisa.com

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ISBN: 84-7432-921-3 Depósito legal: B. 42.518-2001

Impreso por: Limpergraf Mogoda 29-31 Barbera del Valles

Introducción ..................................... 9

LA REALIDAD CUESTIONADA

La realidad no existe. Algunas consideraciones epistemológicas y ontológicas a partir de la extraña realidad cuántica

¿ABSOLUTISMO O RELATIVISMO?

Variaciones sobre el relativismo ....................... 55

¿Cómo ser relativista y no morir en el intento? ........... 73

CAMINANDO HACIA LA POSTMODERNIDAD

Adiós a la modernidad ............................... 91

Del estructuralismo al postestructuralismo, camino

de la postmodernidad ............................. 105

Incitaciones foucaultianas ............................ 121

Rorty: entre la seducción y la sospecha ................. 137

LA DIMENSIÓN POLÍTICA

¿Cuál es el «otro» de la globalización? .................. 151

De «lo político» a «la política», y a la inversa ............ 163

Apuntes nacionalicidas ............................... 171

ENTRE LA IDEOLOGÍA Y LA ACCIÓN

Zoom sobre la ideología .............................. 183

La acción social dice adiós a Descartes .................. 197

POSTMODERNIDAD, CONSTRUCCIONISMO Y PSICOLOGÍA SOCIAL

Barricadas después de una crisis ....................... 211

La psicología social crítica: discursos y práctica después

de la modernidad ................................. 219

Construccionismo y psicología ........................ 225

¿Cómo se puede no ser constructivista hoy en día? ....... 249

Introducción

Si decides acompañarme, caminaremos unos momentos por lugares tan distintos entre sí como la física cuántica, la psicología y la psi¬cología social, la filosofía, o la sociología, entre otros. Se trata, sin duda, de territorios bien dispares, archipiélagos de saberes inconexos cuya visita parece exigir complejos mapas y sofisticadas cartas de navegación. Pero no te preocupes, porque estos lugares se vuelven sorprendentemente similares cuando se los interroga desde unas mismas preguntas. Como si la respuesta llevase, grabada en su seno, el sello de la interrogación más que la marca de aquello que se inte¬rroga. Como si la «objetividad» fuese un simple cuento de hadas.

¿Pero cuál es esa interrogación que nos empuja a emprender un viaje por territorios tan dispares? Se trata de una pregunta acerca de cuál es la naturaleza y cuáles son los efectos del cambio de sociedad, y más globalmente, del cambio de civilización, que se está produ¬ciendo, paulatinamente, desde hace unas décadas, y que aún perma¬necerá en fase de transición durante algunas décadas más. El nom-bre que demos a la nueva época en la cual estamos entrando, y que se va configurando poco a poco bajo nuestra mirada, es lo de me¬nos. Algunos la llaman postmodernidad y esta es la etiqueta que, de momento, me parece la más práctica.

Lo que se intenta comprender en este libro es, precisamente, un cambio social que conlleva, como es habitual en todos los cambios sociales de gran alcance, modificaciones que afectan tanto a nuestra forma de ser como a nuestra manera de entender el mundo, tanto a nuestras categorías conceptuales como a nuestras practicas y relacio¬nes sociales. Todo cambio social de cierta magnitud y profundidad engendra su propia «ideología legitimadora», es decir, los valores, las categorías de pensamiento, y las visiones del mundo requeridas para su desarrollo y para su aceptación social, a la vez que intenta desmantelar las anteriores ideologías legitimadoras propias del tipo de sociedad que pretende suplantar.

Los cambios que se están produciendo son polifacéticos, y es por ello por lo cual es preciso rastrearlos en ámbitos tan diversos como los que aquí se abordan. Pero el propósito de esa especie de «historía del presente» que nos hemos planteado no es de tipo descripti¬vo, no se trata de realizar un inventario, sino de alcanzar, aunque sea fragmentariamente, la lógica que la impregna y los elementos bási¬cos que la articulan.

Desde la física cuántica a la globalización, desde el estructuralismo al construccionismo, desde la critica de la visión heredada de la razón científica hasta el relativismo, la pregunta constante, única, y en cierto sentido, sencilla, que aquí estamos planteando es siempre la misma, ¿cuáles son los ejes vertebradores, en lo social y en lo con¬ceptual, del cambio que se esta produciendo, y que algunos deno¬minan postmodernidad a falta de un mejor termino?

Decía más arriba que «las respuestas llevan, grabadas en su seno, el sello de la interrogación, más que la marca de aquello que se inte¬rroga», y que esta afirmación dejaba maltrecha la noción misma de «objetividad». Quisiera retomar ahora esta idea para ilustrar tan sólo uno de los múltiples cambios conceptuales que está propician¬do la postmodernidad, y que afecta a nuestro entendimiento de algo tan fundamental como es la propia cuestión de «la realidad».

Durante mucho tiempo hemos sido tan ingenuos como para creer que nuestras preguntas podían ser más o menos adecuadas, pero que todas nuestras preguntas eran inocentes porque la propia realidad era la única responsable de la respuesta. Ingenuidad cargada de vio¬lencia, precisamente porque enmascaraba la violencia que ejerce la pregunta, y nos sumía en la ilusión de un conocimiento libre de cualquier contaminación e ingerencia humana. Conocimiento in¬cuestionable, porque situado más allá de las vicisitudes y de las fra¬gilidades de nuestra propia finitud como seres sociales. Conoci¬miento indiscutible, porque gobernado en ultima instancia por la fría y la insobornable tozudez de la propia realidad. Peligrosa ingenuidad, arropada en una poderosa retórica de la Verdad, que no nos dejaba otra alternativa más que la de una respetuosa sumisión fren¬te a quienes reconocían, por supuesto, la autoría de sus preguntas, pero se hacían simples portavoces de unas respuestas que venían de otra parte. Los hechos, se nos decía, hablan por sí solos.

Ingenuidad que, por suerte, estamos abandonando lentamente, asumiendo la violencia que toda pregunta ejerce sobre la propia res¬puesta que suscita. Violencia tanto más intensa cuanto que

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