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Represion


Enviado por   •  16 de Mayo de 2014  •  1.768 Palabras (8 Páginas)  •  211 Visitas

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Represión:

Freud indica en varios lugares que el psicoanálisis es fundamentalmente una teoría de la represión. Su estudio le llevó a Freud a postular la existencia de lo inconsciente y a comprender los trastornos histéricos. La represión es el mecanismo de defensa más importante; por él experiencias y apetitos que el sujeto considera inaceptables y que no consigue integrar adecuadamente en su personalidad se proyectan o empujan hacia las zonas inconscientes de la mente. La eficacia de la represión puede ser tal que el sujeto ignore lo que ha reprimido pero también que ha reprimido. De ahí que el terapeuta deba luchar para que el paciente sea consciente también de su responsabilidad en la represión. La represión no anula la energía psíquica reprimida; ésta pugnará por manifestarse en la vida del sujeto, bien en los sueños, los "lapsus linguae", o los actos fallidos, bien de modo más espectacular o traumático produciendo trastornos orgánicos o somatizaciones.

Hoy les traigo un concepto bastante difícil de asimilar cuando se está estudiando por primera vez a Freud. Para llegar a entenderlo, muchas veces debemos realizar muchas lecturas, para adentrarse en la profundidad de lo que implica el concepto de pulsión en la teoría psicoanalítica. Tal vez asimilar el concepto de pulsión, sea la parte más árida, pero que cuando se aborda los casos clínicos, se hace más esclarecedor.

Con el concepto de pulsión, citado por Freud por primera vez en el texto sobre el caso Schreber, introduce la diferencia entre lo instintivo, propio del mundo animal, de lo pulsional, propio del hombre. En el texto citado, Freud define a la pulsión como un concepto fronterizo de lo somático respecto a lo anímico y como el “representante psíquico de poderes orgánicos”. Y en Tres Ensayos para una Teoría Sexual (1905), en uno de los prólogos agregado en 1914, la define como la “agencia representante psíquica de una fuente de estímulos intrasomática”.

Antes de esta novedad de Freud, se tenía la idea de que el hombre era esclavo de sus instintos, al igual que los animales, y que a la merced de sus instintos, el hombre se comportaba como un ser irracional. Es decir, lo instintual era la parte irracional del hombre. También se partía de la idea, de que el hombre era capaz de controlar esa fuerza irracional o escapar a dicha fuerza. Como en algunos dichos populares “domar el burro”.

La pulsión para Freud, es una fuerza constante que actúa todo el tiempo. Por lo tanto, parte desde el interior del organismo, la fuga es ineficaz para su supresión.

En Pulsiones y sus destinos (1914), Freud nos dice que, las pulsiones se encuentran “compuestas” de:

Una fuente, que es la zona del cuerpo desde donde brota la pulsión (boca, ano).

Un empuje: que es la magnitud de excitación puesta en juego por el movimiento pulsional, su “carga”.

Un objeto: que es aquello hacia donde se dirige el movimiento pulsional y que tiene un carácter extremadamente variable.

Un fin: constituido por la satisfacción, que siempre se realiza y que sucede en la propia fuente, en un movimiento de retorno.

Repartidas en una serie de zonas erógenas, las pulsiones recorren, por una exigencia de trabajo para la vida psíquica , un trayecto que, desplazándose en torno al objeto, alcanzan, finalmente, la satisfacción parcial, en la misma fuente.

Entonces, los componentes esenciales de la pulsión, fuente, exigencia de trabajo, objeto, fin, nos lleva a hacer una diferencia con el concepto de instinto: la pulsión no posee un objeto predeterminado por la naturaleza, sino que este es cambiante y esto nos permite hablar de los destinos de la pulsión. Su finalidad es la sastifacción, mientras que el instinto sirve a alguna finalidad útil para la supervivencia o reproducción de la especie.

Por lo tanto, podemos decir que, la cualidad de la pulsión es la de poder cambiar de fin y objeto psicológicamente, por no estar determinada de forma innata, sino gozar de una plasticidad e indeterminación que le posibilitarán una estructuración humana que la haga capaz de alcanzar la meta real, pero corriendo, al mismo tiempo, el riesgo de posibles fijaciones o desviaciones.

En el ámbito de la psicopatología es la prueba más fiel de que, este empuje pulsional en búsqueda de la satisfacción, puede entrar en contradicción con el placer o el bien del individuo, incluso hasta el punto de comprometer su existencia. Los ejemplos de esta verdad freudiana, es la anorexia o las toxicomanías.

Compulsión de repetición

Dr. Félix Giménez Noble

Editora: Lic. Beatriz Bacco

Fundamentos

Una de las metáforas del psicoanálisis es compulsión de repetición, Wiederhöllung zwang. La compulsión -Zwang- aparece mencionada en una temprana carta que Freud envía a Ferenczi, en 1897, para ilustrar la participación obligada del complejo de Edipo en la constitución de la psique.

El complejo de Edipo es el ejemplo mejor conocido de los esquemas -Schema-congénitos por vía filogenética. En 1918, decía Freud que es frecuente observar como triunfa el esquema sobre la vivencia individual. Compulsión trasluce el modo en que lo pulsional -el ello- se impone sobre el yo como coerción.

Repetición -Wiederhollen- designa un accionar que se encuentra en toda transferencia, cual contrainvestidura que sustituye la representatividad. Pone de manifiesto la insistencia pulsional que no puede hacerse entender.

Compulsión de repetición nos habla, entonces, de la necesidad que siente el ello de emplazar sus investiduras para cumplir sus aspiraciones eróticas y del fracaso de la satisfacción de esa necesidad.

En apariencia, el concepto sufrió una serie de mutaciones que lo llevaron, desde consignar una actitud del paciente, hasta la descripción del modo en que el ello está en el yo. En el trayecto, aludió a una forma de ahorrar gasto psíquico, al silencio como acto de resistencia y a la viscosidad de la libido. Además de ser considerada un carácter de la vida orgánica, la compulsión de repetición resulta protagonista oculta en la reproducción del trauma. Develada su ubicuidad pulsional, quedó al descubierto el lazo de sangre con lo demoníaco y, para peor, su subversión a la ley del placer.

Aunque… También refleja un afán por el orden y es capaz de ponerse al servicio del análisis, en tanto no se emancipe y convierta al análisis mismo en una pieza recién adquirida en función de una repetición cuyo sentido se pierde para el yo.

En su madurez conceptual, vemos a la compulsión de repetición asumir un rol decisivo a favor de Eros, al devenir responsable de la fijación de las pulsiones a la represión y su consecuencia: la representabilidad.

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