Sicologia
Enviado por pattricia311 • 14 de Abril de 2015 • 683 Palabras (3 Páginas) • 118 Visitas
Valoracion Moral
La enseñanza de la Iglesia católica sobre la moralidad del suicidio puede resumirse como sigue:
El suicidio directo y definitivo
El suicidio definitivo y directo perpetrado sin el consentimiento de Dios constituye siempre una injusticia grave para con Él. Destruir una cosa es deshacerse de ella como amo absoluto y actuar como alguien que posee dominio total e independiente sobre ella; mas el hombre no posee este dominio total e independiente sobre su vida, ya que el dueño debe ser superior a su propiedad. Dios se ha reservado la potestad directa sobre la vida; Él es dueño de su sustancia y le ha dado al hombre sólo el dominio práctico, el derecho de uso, con el cometido de proteger y preservar dicha sustancia, esto es, la vida misma. Por consiguiente, el suicidio es una tentativa contra la autoridad y el derecho de propiedad del Creador. A esta injusticia se añade una ofensa grave contra la caridad que el hombre se debe a sí mismo, ya que por su acción se priva del máximo bien que posee y de la posibilidad de alcanzar su fin último. Además, la gravedad del pecado empeora si al quitarse la vida se eluden las obligaciones existentes de la justicia o los actos de caridad, que podía y debía cumplir, tales como la piedad conyugal, paternal o filial. Que el suicidio es ilícito es la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Iglesia, la cual condena el acto como el crimen más atroz y, por el odio que le tiene y para suscitar el horror en sus hijos, le niega al suicida el sepelio cristiano. (Actualmente esto ha sido cambiado y si se le da sepultura cristiana por lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numero 2283; “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por vías que él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento saludable. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”) Por otro lado, el suicidio se opone directamente a la tendencia más poderosa e invencible de toda criatura, especialmente del hombre: la conservación de la vida. Finalmente, para que un hombre sensato se quite deliberadamente la propia vida, debe primero, como regla general, haber aniquilado en sí mismo todos los goces de la vida espiritual, puesto que el suicidio está en total oposición a todo lo que nos enseña la religión cristiana sobre el fin y el objeto de la vida y, salvo en casos de locura, es la conclusión natural de una vida desordenada, débil y cobarde.
La razón que hemos presentado para probar la malicia del suicidio, a saber, el derecho y el dominio de Dios, justifica asimismo la modificación del principio general: como Dios es señor de nuestra existencia, Él puede con su propio consentimiento eliminar del suicidio todo lo que constituya su desorden. De este modo justifican algunas autoridades la conducta de ciertos santos, quienes, impelidos por el deseo del martirio
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