La preparación del pastor
Jota VelazquezInforme3 de Marzo de 2019
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[pic 1] | La preparación del pastor |
El Señor Jesús enseñó que para que una casa se mantenga de pie debe ser edificada sobre un fundamento sólido (Mateo 7:24–25); así también, para que un ministerio perdure, debe descansar sobre una base sólida. La primera unidad considerará al pastor de tres maneras. Primero, considerará el llamado, el carácter y los dones del pastor. Segundo, examinará la vida devocional, el estudio y el ayuno del pastor. Tercero, enfatizará la vida del pastor como esposo, padre y amigo.
Ore y medite mientras estudia esta primera unidad. De hecho, el inicio de este curso es de tal importancia, que sólo aquellos que obedecen a Dios en las áreas de la primera unidad deberían continuar este estudio.
Capítulo 1 Las consideraciones de un pastor
Lecciones
1.1 El llamado
1.2 El carácter
1.3 Los dones
Capítulo 2 La vida devocional de un pastor
Lecciones
2.1 La oración
2.2 El estudio
2.3 El ayuno
Capítulo 3 La vida personal de un pastor
Lecciones
3.1 La perspectiva del pastor casado
3.2 La perspectiva del pastor soltero
3.3 La perspectiva de la pastora
3.4 El pastor como padre
3.5 El pastor como amigo
[pic 2] | Las consideraciones de un pastor |
El ministerio no es una carrera que usted elige, sino un llamado divino al cual se rinde. Este llamado al ministerio puede darse de diferentes formas, a través de una visión o sueño, un sermón, o el testimonio interno del Espíritu Santo. A veces llega de una vez, mientras que en otras ocasiones es una convicción que se desarrolla a través de un largo período de tiempo. Nadie debe entrar al ministerio a menos que esté absolutamente convencido de que Dios lo ha llamado. Sin un llamado, nada valen el talento, la determinación, o aun las expectativas de otros. El autor de Hebreos escribió: “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios” (Hebreos 5:4).
El llamado al ministerio debe distinguirse del llamado a la salvación (Tito 2:11) y del llamado al servicio (Romanos 12:6–8; Efesios 4:12). Aun cuando Dios llama a todos a la salvación (2 Pedro 3:9), y a todo creyente al servicio cristiano, solamente los que han sido escogidos para servicio especial reciben el llamado a ser apóstoles, profetas, evangelistas, pastores o maestros (Efesios 4:11). Dios aparta a quienes reciben este llamado para “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:12–13).
Lección 1.1 El llamado
Objetivos
1.1.1 Explicar por qué el llamado de Dios es como un ancla.
1.1.2 Describir dos modos de probar un llamado al ministerio.
Lección 1.2 El carácter
Objetivo
1.2.1 Identificar e ilustrar cuatro principios que reflejan el carácter.
Lección 1.3 Los dones
Objetivo
1.3.1 Identificar dos principios aplicables para reconocer habilidades ministeriales.
[pic 3] | El llamado |
Aún una mirada superficial de las Escrituras muestra la preeminencia que tenía el llamado al ministerio en la vida y el ministerio de los profetas y los apóstoles. Aunque la manera del llamado variaba de persona a persona, fue siempre la base para entrar al ministerio. Moisés oyó una voz hablándole desde una zarza que ardía (Éxodo 3). Isaías vio una visión en la que el Señor le preguntaba: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (Isaías 6:8). Jeremías fue escogido aún antes de nacer: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5). A Ezequiel vino la palabra de Dios, y le dijo: “Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel… Les hablarás, pues, mis palabras… yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel” (Ezequiel 2:3, 7; 3:17).
El llamado de Dios es una ancla
[pic 4] Explicar por qué el llamado de Dios es como una ancla. |
El llamado de Dios al ministerio es la ancla del ministro. Una ancla mantiene a los barcos en su lugar a pesar de fuertes vientos o tormentas. Cuando la desesperación les tienta a dudar de su dignidad, los ministros vuelven a la esperanza y promesa del llamado de Dios para fortalecerlos y reforzar su fe.
[pic 5] [1] |
Cuando leemos las epístolas de Pablo, vemos cuán a menudo Pablo ancla su alma en el llamado de Dios. En realidad, Pablo se definió a sí mismo por el llamado de Dios. En Romanos 1:1 él se refiere a sí mismo como “siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios”. En 1 de Corintios 1:1, él dice que es “llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios”. Este llamado es también la motivación de Pablo, cuando declara, “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios” (Filipenses 3:14).
Mi propio llamado al ministerio vino cuando tenía trece años. Éste era y continúa siendo el evento que define mi vida. Estaba orando solo, arrodillado entre la primera y segunda banca de la iglesia Asamblea de Dios de South Houston. Podía oír música suave y personas que oraban. No hubo una visión o una voz, pero aún así nunca he dudado que en ese momento Dios me llamó. Esa tarde de un domingo en 1960, entregué mi vida sin condiciones a la voluntad de Dios.
Más tarde, cuando estaba en casa, le dije a mi padre lo que me había pasado. Despues de afirmar la validez de mi experiencia, él me animó a que dejáramos esto entre nosotros dos, pues no había razón de anunciarlo hasta que estuviera listo para comenzar a predicar. Tomé el consejo de mi padre con una fe ciega, pero ahora, después de muchos años me doy cuenta de su sabiduría. El no revelar mi llamado a otros me dio la libertad para confirmarlo. El tiempo demostró que el llamado era real, que no era sólo una experiencia emocional. No fueron otras personas quienes influenciaron mi decisión, sino que la voluntad de Dios le dio curso a mi vida.
A los dieciséis años comencé a predicar en cultos de jóvenes, asilos de ancianos, cárceles y hasta algunos servicios de avivamiento. A los veinte años, comencé a pastorear una iglesia pequeña en una zona rural. He servido como ministro por treinta y siete años, y continúo respondiendo al llamado que recibí un domingo por la tarde, muchos años atrás.
Se debe probar el llamado de Dios
[pic 6] Describir dos modos de probar un llamado al ministerio. |
Mientras trabajo con alumnos de institutos bíblicos y seminarios, muy a menudo me preguntan como yo sabía que Dios me había llamado al ministerio. ¿Cómo podía yo estar seguro de que no lo imaginaba? Reconozco la pregunta actual: ¿Cómo puedo determinar si Dios me ha llamado? ¿Cómo puedo estar seguro? A pesar de que no podemos estar completamente seguros de algo tan subjetivo, sí podemos aplicar algunas pruebas para ayudarnos a determinar la validez del llamado. Específicamente, podemos aplicar la prueba del tiempo y la prueba de la puerta abierta a nuestro llamado de Dios.
La prueba del tiempo
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Una experiencia emocional se desvanecerá con el tiempo. Cuando el entusiasmo del momento se enfríe, también se enfriará el sentido que tiene una persona de un llamado. Por otra parte, un llamado genuino al ministerio se intensificará. El autor y predicador, David Wilkerson, escribe:
El llamado de Dios se adherirá a usted. Tomará control y posesión de todo su ser. Lo que no es de Dios, morirá, perderá interés. Pero el plan de Dios nunca muere. Lo que Dios quiere que haga se hará cada día más intenso en sus pensamientos y oraciones, y en sus planes. ¡Crecerá y crecerá! (1967, 34)
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