Autoridad Espiritual
Enviado por zoraidalupercio • 31 de Agosto de 2014 • 4.446 Palabras (18 Páginas) • 519 Visitas
Libro
AUTORIDAD ESPIRITUAL
Resumen
CAPITULO 1
La autoridad de Dios representa a Dios mismo, mientras que su poder representa sus hechos. El pecado contra el poder es perdonado con más facilidad que el pecado contra la autoridad, porque este último es un pecado contra Dios mismo. Dios es autoridad en todas las cosas, porque todas las autoridades de la tierra son instituidas por él. Por consiguiente, es imperativo que los que deseamos servir a Dios conozcamos su autoridad.
El querubín, se convirtió en Satanás cuando sobrepasó la autoridad de DlOS, compitiendo con él. Ofender la autoridad de Dios es una rebelión mucho más grave que la de ofender su santidad. Puesto que el pecado se comete en la esfera de la conducta, se lo perdona con más facilidad que la rebelión, pues ésta es una cuestión de principios.
No miremos al hombre sino sólo a la autoridad de que está revestido. No obedecemos al hombre sino a la autoridad de Dios en ese hombre. Necesitamos tener un encuentro con la autoridad de Dios para que seamos quebrantados hasta la sumisión y comencemos así a aprender la obediencia a su autoridad. Antes de que un hombre pueda someterse a la autoridad delegada de Dios tiene que conocer primero la autoridad inherente de Dios.
Para que se manifieste la autoridad, debe haber sumisión. Si ha de haber sumisión, 'es necesario excluir el yo. La sumisión sólo es posible cuando uno vive en el Espíritu. Al servir a Dios, somos llamados a cumplir el propósito de Dios. El derrocar la autoridad de Dios es derrocar a Dios. Por eso es que la Escritura dice: "Porque como pecado de adivinación es la rebelión, Y como ídolos e idolatría la obstinación" (1° de Samuel 15.23).
CAPITULO 2
La caída del hombre se debió a la desobediencia a la autoridad de Dios. En vez de obedecer a Adán, Eva tomó su propia decisión. El hecho de que comiera del fruto no se originó en la sumisión sino en su propia voluntad. No sólo violó la orden de Dios, sino que también desobedeció a Adán. Rebelarse contra la autoridad que representa a Dios es lo mismo que rebelarse contra Dios.
A medida que se acrecienta la obediencia del hombre, se reducen sus propias acciones. Muchos, sin embargo, hacen lo que quieren y rehúsan hacer lo que no les gusta. Jamás reflexionan si acaso actúan obedientemente o no.
Dios quiere que obedezcamos a sus autoridades delegadas tanto como a él. Todos los miembros del cuerpo deben someterse unos a otros. Cuando así ocurre, el cuerpo es uno consigo mismo y con la Cabeza. Cuando prevalece la autoridad de la Cabeza, se cumple la voluntad de Dios.
Algunos creen que es muy difícil saber obedecer a la autoridad; pero si hemos tenido un encuentro con Dios, la dificultad desaparece. Por lo tanto:
1. Tengamos un espíritu de obediencia.
2. Practiquemos la obediencia.
3. Aprendamos a ejercer la autoridad delegada.
CAPITULO 3
En el plan de Dios, Noé era la cabeza de la familia. Pero un día, Noé se embriagó en su viña quedando desnudo en medio de su tienda y Cam, su hijo menor, no vio la dignidad de la autoridad sino solo la conducta impropia de su padre, porque la carne se deleita en ver un defecto en la autoridad con el fin de eludir toda restricción. Esto revela que Cam tenía un espíritu rebelde. Más bien, salió y habló con sus hermanos, señalándoles la fealdad de su padre y añadiendo así sobre sí mismo el pecado de la injuria.
Dios había puesto a Aarón por sacerdote y sus hijos Nadab y Abiú le ayudaban, pero éstos se aventuraron a ofrecer sacrificios por sí mismos, es decir, fuego extraño lo que significa servir sin haber recibido órdenes, servir sin obedecer a la autoridad. Actuaron aparte de Aarón; por tanto, independientemente de Dios y en consecuencia salió fuego de delante de Jehová y murieron quemados.
Aarón y María eran hermanos mayores de Moisés. En consecuencia, Moisés debía estar sujeto a la autoridad de ellos en el hogar. Pero en el llamamiento y obra de Dios, ellos debían someterse a la autoridad de Moisés. Sin embargo, por un desacuerdo familiar atacaron la posición de Moisés a quien Dios había escogido para sacar al pueblo de Israel de Egipto. La ira de Dios se encendió contra María y Aarón, y la nube se apartó del tabernáculo. Se perdió la presencia de Dios e inmediatamente María se volvió leprosa como la nieve. La autoridad que Moisés representaba era la de Dios y nadie puede quitar la autoridad que Dios ha dado. Guardémonos de ofender y hablar contra el escogido de Dios.
Una rebelión colectiva fue la de Coré y su compañía de levitas junto con Datán y Abiram hijos de Rubén y 250 dirigentes de la congregación, que se volvieron contra Moisés y Aarón. Atacaron a ambos, diciendo: "¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?" El pueblo no tenía ni la más leve intención de ser rebeldes a Dios, creía que sencillamente se oponía a Moisés y a Aarón, pero la disputa era con el Señor, ya que Dios y su autoridad delegada son inseparables. En consecuencia, la tierra se abrió y con todo lo que les pertenecía descendieron vivos al Seol. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia; pero un espíritu rebelde puede abrir sus puertas.
CAPITULO 4
Saúl fue escogido y establecido por Dios para que fuera su autoridad delegada. Pero una vez que fue rey de Israel desobedeció la autoridad de Dios, entonces el Señor rechazó a Saúl y ungió a David; sin embargo éste no se atrevió a matar a Saúl con sus propias manos para facilitar el plan y la voluntad de Dios.
David era una persona que conocía la autoridad de Dios en su corazón. Aunque Saúl lo persiguió en reiteradas ocasiones, se sometió a la autoridad de Dios. Hasta se dirigió a Saúl como "mi señor" o "el ungido de Jehová". Esto que la sumisión a la autoridad no consiste en someterse a una persona sino a la unción que vino sobre ella cuando Dios la ordenó como autoridad.
Si David fuera a gobernar su reino pero no se sometiera a la autoridad de Dios, sería tan inútil como Saúl. David prefería ser obediente a Dios y mantener la autoridad de Dios antes que salvar su propia vida.
CAPITULO 5
Un día, Dios Hijo se despojó a sí mismo y, habiendo nacido semejante a los hombres, se convirtió en el símbolo de la obediencia.
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