Como Educar La Flexibilidad
Enviado por anabrenes • 9 de Agosto de 2013 • 3.167 Palabras (13 Páginas) • 415 Visitas
Cómo educar la flexibilidad
Por: David Isaacs, "La educación en las virtudes humanas".
Flexibilidad: «Adapta su comportamiento con agilidad a las circunstancias de cada persona o situación, sin abandonar por ello los criterios de actuación personal».
La flexibilidad es una virtud que está bien considerada en la sociedad de hoy, pero, principalmente porque se la entiende como un «dejarse llevar», como una invitación a probarlo todo. Así entendida, la flexibilidad no tiene sentido.
La espontaneidad, con la que se confunde la flexibilidad, no es un fin. En todo caso, es una condición conveniente para conseguir el desarrollo de otras virtudes, especialmente la sinceridad.
Para que la espontaneidad sirva de algo, tiene que ser gobernada por la voluntad en relación con el entendimiento.
Por tanto, la última parte de nuestra descripción recobra especial importancia. Me refiero a las palabras «sin abandonar, por ello, los criterios de actuación personal».
Para ser flexible, hace falta tener criterios y saber reflexionar para relacionar la actividad cotidiana con ellos.
De este modo, podemos destacar dos caminos para comportarse con flexibilidad de acuerdo con la naturaleza de la situación.
En caso de que los elementos de la situación sean opinables:
La flexibilidad se refiere a la disposición y capacidad de la persona de considerar como provisional su punto de vista, y por tanto llegar a matizar o cambiar esta opinión.
En segundo lugar, me refiero al modo de actuar en las relaciones con los demás, o en el modo de trabajar, en caso de que los elementos de la situación no sean opinables.
Cuando se trata de la verdad objetiva, no cabe matización o cambio en la propia opinión, aunque sí cabe una mejor expresión de ésta.
A veces, existe bastante diferencia entre una verdad y la expresión que ha podido hacer el hombre de esa verdad, precisamente por las limitaciones humanas.
En estos casos, cabe una flexibilidad de la persona en el modo de tratar de esta verdad con las demás. Me refiero al modo de escuchar, de expresar la propia opinión, de aportar una información, de buscar una zona de mutuo acuerdo con los demás.
En este sentido, un requisito previo para desarrollar la virtud de la flexibilidad es el de saber cuáles son los criterios permanentes que rigen en la propia vida y cuáles son los aspectos de la vida opinables, provisionales.
A veces nos encontramos con que una persona «experta» en una materia «opinable» no está dispuesta a aceptar que otras puedan ayudarle a matizar o a profundizar en los conocimientos que ya tiene. Como esto es lo que se pide únicamente en cuestiones de verdad objetiva puede llegar a haber una confusión seria en el planteamiento de sus contactos con los demás.
Concretamente, si un padre de familia presenta información a sus hijos sobre temas de fe, sobre temas de política y sobre temas culturales con una misma actitud de certeza o, por el contrario, les presenta todos de un modo discutible y provisional, los hijos no aprenderán a discernir entre lo que sólo pueden aceptar o rechazar y lo que pueden discutir. El resultado será, por una parte, confusión, y, por otra, tendencia a faltar o a abusar de la virtud de la flexibilidad.
En otro momento hemos hablado de los criterios rectos y verdaderos. Por eso, nos interesa considerar en esta ocasión cómo actuar con flexibilidad y firmeza en cuestiones de verdad objetiva y cómo ser flexible en cuestiones opinables y provisionales.
FLEXIBILIDAD Y FIRMEZA
La flexibilidad, como todas las virtudes, tiene sentido cuando va dirigida intencionalmente a la búsqueda de la verdad y del bien.
Por tanto, no se refiere a un conjunto de técnicas, aunque sin capacitarse en unas ciertas técnicas la persona puede comportarse con un estilo intransigente, aun queriendo ser flexible.
Se pueden aplicar estas afirmaciones a dos relaciones: la relación con el trabajo y la relación con los demás.
EL TRABAJO
Consideremos, en primer lugar, la relación con el trabajo.
En el mundo del trabajo personal, nos encontramos con la necesidad y conveniencia de seguir un proceso de preparación continua referente al propio entendimiento.
Me refiero al estudio respecto a conocimientos profesionales, culturales y doctrinal- religioso.
Al estudiar, la persona debe adoptar una postura de acuerdo con la naturaleza del objeto de estudio. Si se encuentra con un contenido de verdad objetiva debería, con agilidad mental -que es parte de la virtud de la flexibilidad- buscar el modo de hacerse con este contenido, utilizando únicamente una actitud crítica para profundizar en él -no para ponerlo en duda-.
En caso de encontrarse, por necesidad o por casualidad, con algo discutible, debería en primer lugar reconocer el grado de preparación que tiene en relación con el tema de estudio.
Si esta preparación le permite una firmeza real podrá utilizar la actitud crítica para aprovechar lo que es útil y rechazar lo que no es.
Respecto a las lecturas personales y a las lecturas de los hijos es normal encontrarse con que las personas se creen capacitadas para mantenerse firmes en sus criterios, aunque de hecho son influibles, o de encontrar a personas que creen que es un valor positivo no ser firme «tener la mente abierta», independientemente de la naturaleza del contenido.
De hecho, al leer cualquier libro, artículo de revista, etc., todos recibimos alguna influencia.
La persona con una preparación intelectual seria, se encuentra en mejores condiciones para adaptar su modo de leer a la naturaleza de cada escrito, y llegar así a ser realmente flexible sin dejarse llevar por el modo de razonar de un autor.
Pero cuando falta esa preparación, las personas suelen ser muy influibles, y así por ejemplo, un alumno universitario, al estudiar la obra de un filósofo, llega a convencerse de que ese autor tiene razón. Sin embargo, al leer otro autor, que mantiene lo contrario, se encuentra con que ese otro también le ha convencido.
Y esto es un peligro que existe para todos -no sólo para adolescentes-.
Hace falta mucha prudencia en las lecturas precisamente por el contagio osmótico que habrá.
La flexibilidad permite a la persona dejar de leer algún libro porque sabe que no está en condiciones de hacer una apreciación crítica de su contenido; leer, en cambio, otro libro con actitud crítica, aprovechando lo útil y descartando lo demás, y leer otro, en fin, con una actitud positiva de asimilación.
La persona que no sabe hacer eso no es flexible, porque está atado a otro criterio falso, que consiste en creer que es bueno leer de todo.
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