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EL PADRENUESTRO ACOGIDA


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2016  •  Ensayo  •  1.390 Palabras (6 Páginas)  •  880 Visitas

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EL PADRENUESTRO

ACOGIDA

Los animadores pueden preguntar quién tiene la costumbre de orar individualmente, con la familia, con la comunidad. ¿Cómo es su oración? ¿A quién se dirige? ¿Cuándo acostumbra orar? ¿La oración es espontanea o aprendida de memoria?

Dar las primeras orientaciones sobre la oración personal, motivar para que se acuerden de Dios a lo largo del día, en cualquier lugar; animar para que cada día reserven un momento a la oración; recordar que la oración puede tener diversos propósitos: de agradecimiento, de intercesión, de petición.

Muchas personas dicen que tienen dificultades para rezar. Hay quien pregunta: ¿Cuál es la mejor oración, la más efectiva, la más poderosa? Ciertamente los cristianos no deben preocuparse por buscar la oración más milagrosa o poderosa, sino la que más agrade a Dios.

Los discípulos de Jesús lo vieron rezar muchas veces. Se daban cuenta de que su oración era diferente, veían como entraba en profunda intimidad con Dios cuando rezaba. Por eso sintieron curiosidad y quisieron aprender a rezar a su manera. Cuando alguien hace las cosas bien, queremos imitarlo.

Sabemos que Dios es la santísima trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu son una sola persona. Jesús, el hijo hecho carne, nos enseñó a llamar Padre a Dios, y a lograr una intimidad filial con él. Jesús rezaba de un amanera tan especial, que sus seguidores le pidieron: enséñanos a rezar.

PALABRA DE DIOS

PROCLAMACION DE MATEO 6, 9-13

El Padrenuestro es el resumen de todo el evangelio.

ESTRUCTURA DEL PADRENUESTRO

En tiempos de Jesús no era común llamar padre a Dios. Causaba extrañeza oír a alguien referirse al creador como padre nuestro. Sin embargo a partir de Jesús, Dios Padre es alguien cercano, intimo. Dios Padre es quien da la vida, quien crea, quien educa.

Cristo es el hijo amado del padre. Él nos enseñó llamar Abbá a Dios; esta palabra aramea (idioma que Jesús hablaba) significa “Papito “Padre querido”.

¿En qué momento nos hacemos dignos de llamar Padre a Dios? Después del bautismo. Todo ser humano es criatura de Dios, pero puede considerarse su hijo solamente después de ser bautizado. Se trata de conocer al Dios de Jesús, que acoge cono descendientes adoptivos a todos los seguidores de su hijo. A través de cristo, por tanto, nos hacemos hijos y herederos, porque participamos de la vida el hijo.

Al llamar padre a Dios, reconocemos que él es el manantial de la vida, la misericordia infinita; confiamos en él y de él esperamos todo. Nuestras relaciones con él son filiales, llenas de amor y respeto.

Solo gracias a Jesús nos transformamos en familia de Dios.

PADRE NUESTRO

Al usar esta frase nos ponemos delante del Padre, nos reconocemos hijos suyos. Decimos “nuestro” porque el señor es nuestro Dios y nuestro Padre, y nosotros somos su pueblo, miembros de la iglesia y hermanos de todos los demás humanos. La oración tiene doble dimensión: miramos hacia el Padre, invisible y señor de todo, pero sentimos hermanos nuestros a todos sus hijos, con quienes estamos plenamente unidos. Notamos que él es padre de una gran familia, de la cual somos parte. La segunda dimensión es la fraternidad que expresa con la palabra “nuestro”:

No se dice “padre mío” sino “padre nuestro”. Cuando oramos así, las suplicas se extienden a todo el cuerpo de la iglesia, se nos orienta a no poner la vista en nuestro propio interés, sino en el de nuestro prójimo. De un golpe, el señor mata el odio, reprime la soberbia, destierra la envidia, trae la caridad, madre de todo bien; elimina la desigualdad de las cosas humanas y nos muestra que el emperador merece la misma honra que el mendigo (San Juan Crisóstomo).

El bautismo nos confiere la dignidad de hijos de Dios. Somos hermanos en cristo porque recibimos su espíritu de filiación. Por eso invocamos a Dios como Padre, y de hecho somos sus hijos, sin distinción de raza, condición social o sexo. A causa de la igualdad nacida de la aguas bautismales, que proviene de la filiación al padre común, la terrible desigualdad social, a la cual se atribuye la exclusión, se considera fruto del pecado: “(…) A través del Espíritu Santo que el infundio en nuestros corazones, podemos llamar

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