Enciclica
Enviado por katherin2118 • 9 de Julio de 2015 • 2.366 Palabras (10 Páginas) • 266 Visitas
1. «Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese
hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la
cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos:
«Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y
produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»[1].
2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso
de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y
dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el
pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el
agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y
maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm
8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está
constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica
y restaura.
Nada de este mundo nos resulta indiferente
3. Hace más de cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear, el
santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una
guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo
el «mundo católico », pero agregaba «y a todos los hombres de buena voluntad ». Ahora, frente al
deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta. En mi
exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un
proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar
en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.
4. Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la
problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática »
de la actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación inconsiderada de la
naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta
degradación »[2].También habló a la FAO sobre la posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo
el efecto de la explosión de la civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de
un cambio radical en el comportamiento de la humanidad», porque «los progresos científicos más
extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más
prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en
definitiva contra el hombre»[3].
5. San Juan Pablo II se ocupó de este tema con un interés cada vez mayor. En su primera
encíclica, advirtió que el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente
natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo»[4].
Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global[5]. Pero al mismo tiempo hizo notar que
se pone poco empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología
humana»[6]. La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le
encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido
de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone
cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las
estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»[7].El auténtico desarrollo humano
posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe
prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua
conexión en un sistema ordenado»[8]. Por lo tanto, la capacidad de transformar la realidad que
tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por
parte de Dios[9].
6. Mi predecesor Benedicto XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las
disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen
incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente»[10]. Recordó que el mundo no puede ser
analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e
indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc.
Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que
modela la convivencia humana »[11]. El Papa Benedicto nos propuso reconocer que el ambiente
natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el
ambiente social tiene sus heridas. Pero todas ellas se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a
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la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la libertad
humana no tiene límites. Se olvida que «el hombre no es solamente una libertad que él se crea
por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también
naturaleza»[12]. Con paternal preocupación, nos invitó a tomar conciencia de que la creación se
ve perjudicada «donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es
simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de
la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino
que sólo nos vemos a nosotros mismos»[13].
Unidos por una misma preocupación
7. Estos aportes de los Papas recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos
y organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones.
Pero no podemos ignorar que, también fuera de la Iglesia Católica, otras Iglesias y Comunidades
cristianas –como también otras religiones– han desarrollado una amplia preocupación y una
valiosa reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos. Para poner sólo un ejemplo
destacable, quiero recoger brevemente parte
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