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LA PROCREACION


Enviado por   •  18 de Enero de 2015  •  1.942 Palabras (8 Páginas)  •  262 Visitas

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TEMA N°1 LA FAMILIA

1.En la Procreación:

“La familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la ofensiva de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura” (Familiaris consortio).

Realidad

“En las últimas décadas las ciencias médicas han avanzado considerablemente en el conocimiento de la vida humana y de los estadios iniciales de su existencia. Se han llegado a conocer mejor las estructuras biológicas del hombre y el proceso de su generación. Estos avances son ciertamente positivos, y merecen apoyo, cuando sirven para superar o corregir patologías y ayudan a restablecer el desarrollo normal de los procesos generativos. Son en cambio negativos, y por tanto no se pueden aprobar, cuando implican la supresión de seres humanos, se valen de medios que lesionan la dignidad de la persona, o se adoptan para finalidades contrarias al bien integral del hombre” (Dignitas personae).

Lo que no se aprueba

Si bien es cierto que el progreso de la técnica hace posible en la actualidad una procreación sin una unión sexual, como en el caso de las manipulaciones genéticas aparentemente en favor de la vida, relativas a la fecundación “in vitro”, “inseminación artificial”, “renta de úteros” y “maternidad subrogada”. También lo es que, lo técnicamente posible no es por esa sola causa, moralmente admisible.

Justificación

Toda vez que “la vida de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto desde el momento mismo de la concepción, porque el hombre es la única criatura de la tierra, que Dios ha querido por sí misma, y el alma espiritual de cada hombre es inmediatamente creada por Dios…” (Humani generis, Pío XII). El don de la vida, que Dios ha confiado al hombre, exige que éste tome conciencia de su inestimable valor.

La procreación natural que nace del acto conyugal no puede ser sustituida por la ciencia y la técnica que están ordenadas al hombre; porque la procreación humana presupone la colaboración responsable de los esposos con el amor fecundo de Dios. Porque la comunicación de la vida humana posee una originalidad propia que surge del acto conyugal, el cual nace de una recíproca donación, propia y exclusiva de los esposos (hombre y mujer) para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas.

“En la fecundidad del amor conyugal el hombre y la mujer ponen de manifiesto que en el origen de su vida matrimonial hay un ‘sí’ genuino que se pronuncia y se vive realmente en la reciprocidad, permaneciendo siempre abierto a la vida”( Benedicto XVI, 10 de mayo de 2008).

Apertura necesaria

Lo anterior no significa que la Iglesia se oponga al avance de la ciencia o de la técnica. “La Iglesia reconoce la legitimidad del deseo de un hijo, y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad. Sin embargo, ese deseo no puede ser antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla a un dominio absoluto. El deseo de un hijo no puede justificar la ‘producción’ del mismo, así como el deseo de no tener un hijo ya concebido no puede justificar su abandono o destrucción” (Dignitas personae, n. 16).

¿Qué se recomienda?

Al respecto, se ha pronunciado por el respeto de los siguientes principios: “a) El derecho a la vida y a la integridad física de cada ser humano desde la concepción hasta la muerte natural; b) La unidad del Matrimonio, que implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamente el uno a través del otro; c) Los valores específicamente humanos de la sexualidad, que exigen que la procreación de una persona humana sea querida como el fruto del acto conyugal específico del amor entre los esposos” (Dignitas personae, n. 12).

Por lo que, “las técnicas que se presentan como una ayuda para la procreación no deben rechazarse por el hecho de ser artificiales; como tales testimonian las posibilidades de la medicina, pero deben ser valoradas moralmente por su relación con la dignidad de la persona humana, llamada a corresponder a la vocación divina, al don del amor y al don de la vida” (Dignitas personae, n. 12).

Opciones que dan vida

Y si por naturaleza, una vez agotados todos los tratamientos (en que se tome en cuenta los principios mencionados) no es posible ser procreadores, éste no es absoluto, ya que existe la opción de la adopción o realizar servicios en favor de la comunidad, donde también se manifiesta la fecundidad de la paternidad y maternidad espiritual.

2.En el cuidado del Hogar

No sería demasiado afirmar que una persona que proviene de un hogar amoroso, que le brinda apoyo, tiene una gran ventaja en la vida. Muchas personas logran salir adelante, aunque provengan de situaciones familiares poco ideales, pero el tener cubiertas las necesidades básicas, contar con el amor de los padres y aprender las lecciones de la vida en el hogar, hace que los desafíos de la vida diaria sean mucho más fáciles de afrontar. De igual manera, como adulto uno desea un hogar feliz para su familia.

Esto no es casualidad. Dios nos organiza en familias para que podamos crecer en un ambiente de felicidad y seguridad, para que así podamos aprender a amar a los demás desinteresadamente; ésta es la clave de la verdadera felicidad. El mejor lugar para aprender a amar a los demás de la forma en que el Padre Celestial nos ama a cada uno de nosotros es en el seno familiar.

La Iglesia de Dios existe para ayudar a las familias a obtener bendiciones eternas. Creemos que la mayor bendición que Él nos da, es la capacidad para regresar a vivir con Él en el cielo junto con nuestras familias. Seguimos la voluntad del Padre Celestial porque ésta es la manera en que obtenemos esta bendición.

Quizás

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