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Taller De Perdón


Enviado por   •  8 de Febrero de 2015  •  781 Palabras (4 Páginas)  •  268 Visitas

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Pocas veces somos ofendidos; muchas veces nos sentimos ofendidos.

Perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso contra el hermano.

¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado? El que es odiado vive feliz, generalmente en su mundo. El que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una braza ardiente o al que atiza una llama. Pareciera que la llama. Pareciera que la llama quemara al enemigo; pero no se quema uno mismo. El resentimiento sólo destruye al resentido.

El amor propio es ciego y suicida: prefiere la satisfacción de la venganza que el alivio del perdón. Pero es locura odiar: es como almacenar veneno en las entrañas. El rencoroso vive una eterna agonía.

No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar; así como hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Vale la pena perdonar, auque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón.

No es necesario pedir perdón o perdonar con palabras. Muchas veces basta un saludo, una mirada benevolente, una aproximación, una conversación. Son los mejores signos de perdón.

A veces esto sucede esto: la gente perdona y siente el perdón; pero después de un tiempo, renace la aversión. No asustarse. Una profunda necesita muchas curaciones. Vuelve a perdonar una y otra vez hasta que la herida quede curada por completo.

Ejercicios de perdón

1.- Ponte en el espíritu de Jesús, en la fe. Asume sus sentimientos. Enfrenta (mentalmente) al “enemigo” mirándolo con los ojos de Jesús, sintiéndolo con los sentimientos de Jesús, abrazándolo con los brazos de Jesús como si “fueras” Jesús.

Concentrado, en plena intimidad con el Señor Jesús (colocando el “enemigo” en el rincón de la memoria), di al Señor: “Jesús, entra dentro de mí. Toma posesión de mi ser. Calma mis hostilidades. Dame tu corazón pobre y humilde. Quiero sentir por ese “enemigo” lo que Tú sientes por él; lo que tu sentías al morir por él. Puestos en alta fusión tus sentimientos con los míos, yo perdono (juntamente contigo), yo amo, yo abrazo a esa persona. Ella-Tú-Yo, una misma cosa. Yo-Tú-ella, una misma unidad”.

Repetir estas o semejantes palabras durante treinta minutos.

2.- Si comprendiéramos, no haría falta perdonar. Trae a la memoria al “enemigo” y aplícale las siguientes reflexiones:

Fuera de casos excepcionales, nadie actúa con mala intención. ¿No estarás tú atribuyendo a esa persona intenciones perversas que ella nunca las tuvo? Al final, ¿quién es el equivocado? Si él te hace sufrir, ¿ya pensaste cómo tú le harás sufrir a él?¿Quién sabe si no dijo lo que te dijeron que dijo?¿Quién sabe si lo dijo en otro tono o en otro contexto?

El

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