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Enviado por ADRIANSILLOIPN • 6 de Octubre de 2012 • 12.072 Palabras (49 Páginas) • 224 Visitas
MARCO REFERENCIAL
2.1 Los estudios de posgrado en México.
2.1.1 Origen y antecedentes.
Los estudios de posgrado han resultado del incremento progresivo de la ciencia. Han sido un modo de transmitir y crear conocimientos en una forma organizada después que se ha obtenido una licenciatura que conduce a una práctica profesional. En México, una vez que el estudioso ha obtenido el título de licenciado y con su cedula profesional correspondiente, ha logrado el reconocimiento o la validez de sus estudios, para poder ejercer en la sociedad una profesión o transmitirla a los demás por la docencia. Después vienen estudios complementarios, especificantés o creativos a los cuales se conoce con el nombre de posgrado que significa después del grado, o más allá del grado.
El posgrado en México corresponde al máximo nivel de estudios que una persona puede aspirar a realizar en nuestras IES. Este nivel tiene una mayor distinción, porque el profesorado y el alumnado que lo conforman, participan en el desarrollo de programas tendientes a profundizar académicamente la formación de profesionales, pues deben aplicar sus conocimientos a la docencia y a la investigación.
Partiendo de un concepto muy general de cultura, como: “el conjunto de conocimientos y creaciones que el hombre ha desarrollado y aprendido sobre el planeta; lo que incluye ciencia, arte y humanidades” (Flores, 1982, p.43); los sistemas de licenciatura constituyen mecanismos de transmisión de la cultura, y los de posgrado, en cambio, corresponden a una clase de medios de proyección más amplia que abarca tanto la transmisión como la creación misma de esta. Este nivel de estudios comprende cursos de especialización, maestría y doctorado, conformando el llamado “cuarto nivel” educativo para diferenciarlo del “tercer nivel”, el “nivel de posgrado” (García, 1982, p. 75).
La necesidad de educación de posgrado surgió en la Europa medieval del requerimiento de preparar profesores universitarios. En las universidades clásicas europeas se otorgaban maestrías o doctorados, como estudios más o menos equivalentes; la finalidad era formar maestros o “doctos” en disciplinas (Resendíz, et al; 1987, pp. 3-7). En América Latina este tipo de estudios aparece en la década de los sesenta, tardíamente en comparación con los países de Europa Occidental y Estados Unidos (Fuenzalida, 1993, p. 69).
La universidad mexicana, como muchas otras latinoamericanas, responde a la universidad colonial, tomando como modelo la de Salamanca, en la cual la investigación científica no era parte de su quehacer, ya que su esfuerzo respondía a las ideas y necesidades de su época; la profundización del conocimiento, la erudición y la formación de profesionales útiles a la sociedad de aquel tiempo, características reafirmadas por el modelo napoleónico de la Universidad Francesa del siglo XIX.
Así, en México la enseñanza en la licenciatura se basa en el modelo europeo que surgió para cubrir las necesidades de la producción derivadas de la revolución industrial que requería profesionistas (básicamente ingeniero) que resolvieran problemas concretos de una forma de producción que se modificaba muy lentamente. El México independiente heredo de la Real y Pontificia Universidad, antecedente remoto de la UNAM, unos cuantos colegios que, con escasos y variados recursos, proporcionaban enseñanza especializada, los cuales eran sin duda, una semilla del posgrado actual (Garritz, 1984, p. 70).
El antecedente para la maestría y el doctorado fue el bachillerato de la Escuela de Altos Estudios fundada en 1910 que, de alguna manera, retomaba la idea de las universidades clásicas europeas; esta se convirtió, 1924, en la Facultad de Filosofía y Facultad DE Ciencias de la UNAM. Uno de sus objetivos fundamentales era el de formar profesores para las normales y la enseñanza media, así como para la investigación y “la alta docencia”. De esta forma, la necesidad de formar nuevos maestros para el sistema profesional universitario forzó a que se estructuraran programas post-licenciatura fundamentalmente creados para nutrir de docentes al pregrado.
La tardía aparición de los estudios de posgrado en México puede ser entendida desde la perspectiva utilizada por E. Fuenzalida, quien estudia el posgrado en 4 países latinoamericanos (Brasil, Colombia, Chile y México) utilizando un enfoque sociológico que destaca la importancia del contexto económico-social global y sus transformaciones para explicar la suerte de este nivel de estudios en la región. Ubica a las políticas de promoción de los estudios de posgrado en el marco de los intentos de “reintegración nacional”, ante el avance del proceso de “integración transnacional y desintegración nacional”. Explica que la década de los sesenta, que por muchos es vista como la década del “desarrollismo”, es en realidad un tiempo en el que los países latinoamericanos entran en un complejo proceso de cambio estructural, que puede caracterizarse, por un lado, como de integración transnacional y desintegración nacional, y por el otro, de intentos de reintegración nacional. Este complejo proceso va alterando poco a poco la estructura social de estos países, dando origen a un segmento transnacionalizado de su población, el cual comparte niveles de ingreso y estilos de vida con los habitantes de los países desarrollados: empresarios, profesionales, altos ejecutivos de empresas, escalones superiores de funcionarios públicos y empleados, y hasta obreros especializados de las empresas de alta productividad. Y al mismo tiempo, se va conformando una nasa de personas que, sin tener acceso a un trabajo estable en el sector dinámico de la economía, se ve forzada a subsistir en la economía informal. La nueva estratificación social crea nuevos frentes de conflicto social.
Este proceso económico y social es acompañado por un proceso cultural y educativo que, por un lado, legitimiza al nuevo orden social que emerge y, por otro, hace posible su reproducción. Los medios de comunicación y las instituciones educativas, que elaboran y distribuyen imágenes y lenguaje apropiados para desempeñarse en la nueva sociedad, tienen una amplia participación en este proceso.
No obstante la velocidad y el alcance de este proceso, la desintegración de la sociedad y de la cultura preexistente no es aceptada pasivamente por todos los miembros de la comunidad nacional, y pronto emergen movimientos sociales y políticos que cuestionan la dirección del cambio y hacen propuestas alternativas para el futuro de sus sociedades. Cuando estos movimientos consiguen llegar al poder político, encabezan intentos de reintegración nacional, de cara al doble proceso de integración transnacional/desintegración nacional (Fuenzalida, 1993, pp. 62-79).
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