Artículo De Comunicación
Enviado por Sacred • 19 de Enero de 2013 • 1.674 Palabras (7 Páginas) • 253 Visitas
1. Tres dimensiones de un fenómeno complejo
Desde la perspectiva de la complejidad resulta posible trazar un hilo de continuidad entre las tres
dimensiones epistemológicas de la comunicación: su dimensión organizacional, su dimensión interaccional
y su dimensión significante.
a) La dimensión organizacional
La comunicación y la información entran en el corazón de la transformación epistemológica contemporánea
de la mano de la Teoría de la Matemática de la Comunicación, de Shannon y Weaver, y de su desarrollo en
el marco de la Teoría de Sistemas inaugurada por Bertalanffy y la Cibernética wieneriana. La dimensión
organizacional y adaptativa del concepto de comunicación es resumida por Norbert Wiener en los siguientes
términos:
“Damos el nombre de información al contenido de lo que es objeto de intercambio con el mundo externo,
mientras nos ajustamos a él y hacemos que se acomode a nosotros. El proceso de recibir y utilizar
información, consiste en ajustarnos a las contingencias de nuestro medio y vivir de manera efectiva dentro
de él… Vivir de manera efectiva significa poseer la información adecuada. Así pues, la comunicación y la
regulación constituyen la esencia de la vida interior del hombre tanto como de su vida social”
(Wiener, Cibernética y Sociedad, 1969:18)
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La información es, pues, asociada al orden (en el sentido de regularidades organizacionales) al tiempo que
producto de ese mismo orden organizacional. Si la información es la materia de la lógica organizacional
compleja, la comunicación es, entonces, el proceso por antonomasia de esa misma dinámica organizacional.
Es en esta concepción de la información, así como en la relevancia organizacional del proceso comunicativo
donde parece residir la base de la dimensión interaccional de la información y la comunicación que
introduce el fenómeno en el ámbito significacional humano.
b) La dimensión interaccional
Existir, para un ser vivo, es estar relacionado. Ningún organismo puede desarrollarse de manera duradera
alejado de los demás, hasta tal punto que la red de relaciones entre el organismo y su entorno, entre el
organismo y otros organismos, parece ser una condición ineludible de la vida. Esta condición de relación es
común a todos los seres vivos y no sólo a los humanos. Sobre la base de su condición organizacional, y en
tanto la organización viviente constituye un ejemplo refinado de la organización compleja, la comunicación
se erige en lógica interaccional entre seres vivos.
Ahora bien, es preciso distinguir aquí la concepción de la comunicación como lógica interaccional
(coordinación conductual) entre seres vivos y aquella otra de la comunicación como práctica significante. Si
en el ámbito de la primera existe un cierto consenso en cuanto a cierta ‘ecología conductual’, en el de la
segunda no se observa un consenso definitivo. Así, por ejemplo, Pradier (1985) o Mac Roberts y Mac
Roberts (1980) inciden en la necesaria presencia de intencionalidad para poder hablar de comunicación en
un sentido natural. En cierto sentido, estos y otros autores presuponen la autoconciencia como un requisito
comunicacional que, a la postre, circunscribe el fenómeno al ámbito de lo humano. como plantea Cassirer
desde la filosofía neokantiana (1998). Invalidan así, desde esta perspectiva, las aportaciones de la etología
(Lorenz, 1972; Tinbergen, 1979; y von Frisch, 1957) y la zoosemiótica (Sebeok, 1972) que apuntan, de una
forma u otra, a una línea evolutiva entre la comunicación en su sentido biológico y la comunicación
significante que caracteriza a las interacciones humanas.
Por el contrario, manteniendo una saludable distancia respecto de los supuestos neodarwinistas de la
sociobiología, Maturana y Varela (1996) parten de las bases biológicas del fenómeno social para determinar
la comunicación como una clase de conducta recursiva, esto es, una conducta especializada en la
coordinación conductual. Precisamente en virtud de esta cualidad de conducta coordinadora de conductas,
estos autores señalan que toda forma social se asienta sobre una conducta comunicativa, en tanto la
coordinación conductual constituye la expresión fenoménica y la condición de posibilidad de lo social.
c) La dimensión significante
El interaccionismo simbólico constituye el punto de partida de la trayectoria teórica que transforma el
constructivismo epistemológico y psicológico en constructivismo social, con un triple intermedio relevante:
la microsociología sistémica de la Escuela de Palo Alto Watzlawick et alt., 1981), la microsociología
interaccional de Goffman (1970) y la etnometodología de Garfinkel (1967). Esta corriente constructivista
que progresivamente desplaza su centro de gravedad del proceso cognitivo al proceso simbólico, atraviesa la
evolución histórica de los estudios sobre comunicación social como respuesta a los paradigmas asentados
sobre la hipótesis de la ‘caja negra’ (ya sea en el nivel de la relación mente-conducta, ya en el nivel de la
relación sociedad-acción).
En particular George Herbert Mead asentó la perspectiva interaccional como respuesta crítica al
conductismo y su esquema estímulo-respuesta, planteando una crucial llamada de atención sobre la
“experiencia interna del individuo” y la naturaleza simbólica de las relaciones interindividuales. El peso
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influyente de Mead puede, en este sentido, rastrearse hasta la Teoría de la Acción Comunicativa de
Habermas (1987) y las tesis fenomenológico-constructivistas de Berger y Luckmann (1979).
En su célebre Mind, Self and Society, Mead (1970) propuso una teoría de la formación social del “sí mismo”
(self), como una instancia en la que el individuo desarrolla la autoconciencia a partir de su capacidad de
adoptar los puntos de vista de los otros. Esta suerte de reflexividad externalizada
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