Carta A mis docentes

 “CARTA A mis docentes”

Algunos años después, rememorando su pasado en mí, como huellas, marca vidas que se actualizan al caminar por este patio vacío y oscuro, con el eco de tantos que pasaron por aquí fundiéndose con el nuevo, con los nuevos, dando inicio a la jornada escolar, siento mi cuerpo todo reviviendo, pensando, muchos hemos andado en sus aulas, pienso muchas veces en ustedes, en la institución que llamamos escuela y en los que pasaron por  ellas como si nada les hubiera pasado, en los que no pudieron pasar y fueron rechazados, en los exitosos y planeados, y en los que ni siquiera pudieron entrar.

Hoy los pienso especialmente aquí, en este inicio del día porque será el primero como profesora y exploro en mi recuerdo cuanto de ustedes influyó en esta, que hoy puedo ser, me recuerdo una alumna perfecta, perfectamente desconocida y que logró pasar con éxito todo el secundario, quietita, en silencio, hasta me sobró tiempo. ¿Cuándo ingresamos el deseo al aula?, saqué ocho, cinco, diez, dos, me quedé, me llevé dos, aprobé, no me dio el promedio, de esto parece que se trata la escuela, de números, de un complejo ejercicio de sumas, división y promedio, que permite sobrevivir y permanecer.

Permanece y egreso son los indicadores de éxito escolar, pero como, como debe  ser esa experiencia de permanecer y egresar, siempre me pregunto, que aprendí y que me faltó aprender, que experiencias me perdí, como marcas a fuego en el cuerpo y en la memoria, queda la espera, la entrega de las notas, las listas recitadas en público, un ambiente tenso, el aula en total silencio como filas que esperan ir al matadero, en esos minutos interminables un nudo que comenzaba en la panza y se expandía por todo mi cuerpo. A pesar de eso, cada uno de nosotros generamos estrategias, las posibles para acomodarnos en esas etiquetas y sobrevivir a la escuela. Mi táctica ha sido ser la chica silenciosa, amable, que se adapta para el afuera, pero por dentro una revolución, y me sigo preguntando, los profesores tenemos algo importante que decir y que sea importante para la mayoría?. ¿Por qué tantos compañeros míos de aquellos años fueron invisibles para mis docentes?, habrá alguno que hoy yo no pueda ver?. Siento el cansancio de cinco millones de años de humanidad y un poco más de un siglo de escuela en nuestras espaldas, expresadas en la fugacidad de una clase de cuarenta minutos donde tengo que decirlo todo, ¿para quién?. Y en ese momento tantos ojos fijos, unos que nos evitan, otros que nos resisten y otros que no podemos ver. Qué hacer con la mirada, la nuestra, la de ellos, la de los otros, la de todos, para que se encuentren, busco motivos, motivos para hacer docentes, motivos para verme y ver a otros, motivos para gustar y degustar de este hacer, motivos para existir.

Hoy, en este primer día como docente, me pregunto: de que se van a acordar mis alumnos de mí, que conocimientos quiero dejarles, como hacer para que en la escuela convivamos todos sin dejar de ser lo que cada uno es, como hacer para que mis clases sean espacios donde lo común, la comunidad, el afuera, tengan vida. Es posible, esta burbuja que me contiene, esta soledad que me desbasta, animamos al otro, colega, compañero, institución, estamos dispuestos a negociar y que no? Como hacer para que la misma escuela sea importante para todos, sin que domestiquemos a nuestros alumnos y sin que ellos nos domestiquen.

Camila.

Respuesta

Querida Camila:

Cuando nos invaden el miedo y la inseguridad frente al desafío de las aulas, es probable que algunos cuestionamientos sobre la educación teórica y práctica nos quiten por un rato el sueño.

Está bueno que esto suceda, porque nos induce a una etapa reflexiva, llena de preguntas con respuestas varias, muy necesaria para luego sobrepasar las dudas e inseguridades que podamos ensayar.

Son etapas, que superadas, nos permiten experimentar la libertad para ser nosotros mismos, para alcanzar nuestro máximo potencial como educadores. Todos han pasado por tu situación, e incluso hasta los más confiados y seguros de sí mismos.

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