Caso Turbus

TUR BUS COMPRA AVANT AIRLINES

El viejo refrán de que "quien mucho abarca, poco aprieta" está fuera de lugar para la familia Diez.

Este grupo empresarial, dueño del 100% de Tur Bus y de otras líneas de buses menores, del 25% de Coppelia y del 13% de Parmalat, hace un par de meses se lanzó- a un desafío realmente elevado: compró en US$6 millones la línea aérea Avant.

En su minuto fue una sorpresa. Los anuncios de inversiones para la recién creada aerolínea nacional superaban los US$20 millones, y los planes de ir incorporando rutas y aviones eran casi inmediatos, según lo expresaba su entonces dueño, Adolfo Steinberg, ex ejecutivo de Ladeco. El cambio de propiedad en Avant se comenzó a gestar a partir de la comida. Una de las ventajas de esta línea era que en sus vuelos se servían delicatessen con la marca Coppelia. Fue precisamente a través de los proveedores que la familia Diez comenzó a enterarse de las dificultades económicas que la empresa aérea estaba experimentando.

Desde hace un par de años la familia Diez se encontraba analizando cómo proyectar la consolidación de Tur Bus. Primero se comenzó a estudiar la posibilidad de incursionar en el negocio ferroviario, pero esa opción, junto con no estar muy definida, significaba importantes inversiones para el grupo (sólo el tren rápido de Valparaíso a Viña costaría unos US$1.000 millones), las cuales sólo serían factibles de abordar con algún socio estratégico, cosa que no es del total agrado del grupo Diez.

Así, las miradas se empinaron hacia el mercado aéreo, donde el grupo se enfrentó a tres opciones: crear, asociarse o comprar alguna empresa del sector. En el momento de la decisión, el mercado aéreo se encontraba un poco agitado; la fusión de Lan y Ladeco se encontraba en pleno apogeo, estaba a punto de nacer Alta y había varias compañías nuevas operando, como Dap y Aero-Chile.

Así se decidió esperar hasta que llegó el minuto: por US$6 millones se adjudicaron Avant, una línea aérea que contaba con dos aviones 737-200, con capacidad para 120 personas y, según la

Junta Aeronáutica Civil en su última medición, contaba con un 6,2% de participación en el mercado local.

En Tur Bus saben que el desafío es grande, pero contando con su sólida posición en el transporte terrestre, la tomaron. Era una apuesta más que de riesgos económicos, de gestión. "Si llevamos esto a dinero, sólo la gestión de partir y el costo de aprendizaje, significan dos millones de dólares", señala el señor Fernández, Gerente General de Tur Bus. La comparación es obvia: comprar un bus nuevo cuesta US$200 mil, mientras que cada avión cuesta varios millones de dólares y obliga a entrar al mercado de leasing, con un costo superior a los US$200 mil anuales por cada uno.

Las dos empresas no van a fusionarse en forma completa. En un primer momento se pensó en llamar a la nueva adquisición Avantur, pero luego se pensó que no era lo más adecuado. Claro que personal de Tur Bus ya ha ido a ocupar puestos ejecutivos en la línea aérea. "Allá nos encontramos con un grupo de gente muy distinto, pues se trata de una empresa que se armó hace muy poco. Nosotros llegamos con otro sistema, pero hemos ido acomodándonos", comenta Fernández.

Sabiendo que los segmentos a los que apuntan ambas empresas son distintos -el transporte terrestre a grupos socioeconómicos medios o bajos, y el aéreo al segmento ABC-, el punto es hacer más expedito el avión a los pasajeros del bus. "La idea es simplificar el servicio, con tarifas fijas y conocidas, con boletos que se pueden adquirir en cualquiera de las 192 oficinas de Tur Bus a lo largo del país", dice Fernández. " Nuestro objetivo no va a ser específicamente el segmento ejecutivo: él va a volar con nosotros por los servicios

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