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ESCOBAR TRIANA, JAIME. MORIR: Como ejercicio final del derecho a una vida digna


Enviado por   •  17 de Abril de 2016  •  Ensayo  •  1.837 Palabras (8 Páginas)  •  860 Visitas

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ESCOBAR TRIANA, JAIME. MORIR:

Como ejercicio final del derecho a una vida digna

(Bogotá : Kimpres, 2000)[a]

El doctor Jaime Escobar Trian[b]a, médico cirujano, magíster en filosofía y master en bioética, con una fructífera carrera en los campos científico y académico que le ha valido varios premios, se ha especializado en las cuestiones de bioética que ha hecho realidad con varios trabajos entre los que cuenta “Morir Como ejercicio final del derecho a una vida digna”, texto que ahora nos ocupa.

Una revisión histórica [c]sobre la muerte y el proceso de morir abarca el primer capítulo. Si bien se retoman algunos aspectos sobre el sentido de la muerte en la denominada época antigua, el análisis mejor elaborado está dado a partir del siglo XIX. El recorrido muestra, además, la preocupación por la eutanasia durante todo el siglo XX y queda evidenciada en la aparición de la “Asociación Británica Pro-Eutanasia Voluntaria” y otras con los mismos intereses en varios países. En este mismo sentido puede situarse el nacimiento de los Living Will (Testamento Vital).

La concepción y definición sobre la muerte es el tema del segundo capítulo. Tres partes son su centro de atención: la mirada biológica de la muerte con un detenido énfasis en la forma como debe diagnosticarse sobre la base de la muerte cerebral total; la muerte como proceso en la que de la mano de Kübler-Ross muestra cinco fases por la que pasa el moribundo: negación, ira, regateo, depresión y aceptación; y, finalmente, el asunto siempre candente de la dignidad humana frente a la muerte.

Ya esbozado desde la parte final del segundo capítulo, la calidad de vida se aborda en el tercero. Se realiza un estudio del concepto desde la idea misma de la calidad, vista desde dos ángulos: el moral y el técnico. Debe resaltarse la conclusión elaborada por el autor sobre el hecho de que la calidad de vida no puede medirse exclusivamente por las circunstancias económicas sino que debe mediar un aspecto ético que abarque el sentido mismo de la personeidad. De la mano de Diego Gracia se resalta la necesidad de considerar dentro del panorama de la calidad de vida la sacralidad de la existencia de los seres humanos. En el intento de la salvaguarda de la calidad de vida, el autor hace una breve pero interesante reseña sobre los comités de ética, su naturaleza y funcionamiento.

El complejo asunto de la dignidad humana se trata en el capítulo cuarto. Varios conceptos desfilan por estas páginas: persona, autonomía, relacionalidad, humanidad y dignidad. La pregunta por lo que caracteriza a la persona y la hace “humana” es imprescindible porque se hace necesaria una base segura sobre la que puedan ampararse algunos principios que salvaguarden a la persona, el primero de los cuales debe ser el de respeto. Pero dada su amplitud, debe especificarse en otros valores de menor contenido, entre los que pueden contarse los de no-malevolencia, benevolencia, beneficiencia, doble-efecto, integridad, justicia, integridad, etc.

Consecuentemente el autor desarrolla la pregunta de ¿qué muerte puede considerarse digna? Y por tanto, ¿qué muerte merece el ser humano? Dos son los niveles desde los cuales se busca dar respuesta a la pregunta: el clínico y el jurídico, con una clara profundización en el último. Queda por fuera en la consideración el nivel antropológico. Parece haber aquí un equívoco: ¿debe hablarse de “muerte digna” o más bien de “vida digna” hasta el último momento antes de morir? Esto, naturalmente, alteraría el enfoque que brinda el texto. No se trataría, entonces, del derecho a morir dignamente sino del derecho a escoger cómo vivir mientras llega la muerte.

Quizá el asunto que debería discutirse más a fondo no sea el de qué muerte resulta digna para el ser humano sino cómo y cuándo el proceso de morir es digno y, sobre todo, las razones por las que puede serlo pero desde la óptica de un análisis sobre las concepciones de vida.

El quinto capítulo, en 23 páginas, asume la discusión sobre la eutanasia y sus conceptos asociados: homicidio piadoso, inducción al suicidio, distanasia, antidistanasia o adistanasia, ortotanasia. El concepto central, el de eutanasia, se elabora desde una visión amplia, cultural si se quiere, revisando las particularidades de orden histórico en cuanto a sus comprensiones en los marcos de la temporalidad y las culturas. Dos aspectos relacionados son objeto de descripción: los hospices como cubrimiento a las necesidades de cuidado de los moribundos y los testamentos vitales como una opción preventiva para consumar el “derecho a morir dignamente”.

La preocupación del autor por estudiar la muerte como un ejercicio final al derecho [d]a una vida digna, se cumple en gran medida. El radio de acción en la exposición es ciertamente amplio pero con una clara orientación clínica. Sin embargo, puede realizarse también un análisis sobre la muerte y la manera de concebirse como un ejercicio final de la vida digna desde otras orillas en las que el proceso del morir adquiere perspectivas diferentes.

Podría ensayarse a pensar que la dignidad de la muerte sólo radica en el sentido de la vida que para cultura o individuo se tenga. Si la vida no termina con la muerte, como sucede para determinados pero amplios grupos humanos, entonces el proceso de morir y la muerte misma pueden verse de otras formas. Una conocida fábula que puede ilustrar el caso es ésta: “Érase una vez… dos hermanos gemelos, que estaban en el interior del seno materno, justo antes de nacer. Dijo uno de ellos al otro: “cuando salgamos de aquí, ¿habría algo después del parto? Mira que si no hay nada…” Y su hermano le contestó: “Yo tampoco lo sé. Nadie ha vuelto de allí para contárnoslo. Por eso me da miedo. Sal tú primero, anda, sal y luego me das una voz desde allí”.[1] En realidad es sólo una fábula, pero como símbolo puede indicar algo de lo puede pasar con la comprensión de la muerte. Este horizonte no está presente en el texto por tratarse de una mirada factual sobre la muerte. Pero es necesario abrirle paso. Tal parece que hay un serio malentendido de fijarse mucho en el denominado momento de la muerte y muy poco en el proceso de morir. Ya sabemos que ni el nacimiento ni la muerte son simples relámpagos. Habría que darle un énfasis suficiente al “ir muriendo” que, aunque se desencadena en el mismo momento de la fecundación, normalmente se siente más latente ante algunas situaciones especiales.

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