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El Alma En El Cuerpo. T. Psicomatico


Enviado por   •  24 de Mayo de 2015  •  4.840 Palabras (20 Páginas)  •  238 Visitas

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Planteamiento (a manera de confusión)

El término psicosomático no aparece en los diccionarios de psicoanálisis, Freud nunca lo utilizó. El término aparece por primera vez hacia 1818 en los escritos del Dr. Heinroth (Hirsch, 1996) y no fue retomado en los escritos freudianos. Sin embargo, todos los que trabajamos en la clínica psicoanalítica sabemos que el índice de pacientes que presentan síntomas psicosomáticos es grande. Casi nunca es motivo de consulta ni se menciona durante las primeras sesiones. Cuando, después de algunos meses aparece en el discurso, lo hace de una manera casual, como dejándolo caer y haciéndonos saber, por el tono de voz o la actitud, que no es asunto nuestro ni del análisis. Muchos de nuestros pacientes atraviesan por períodos de somatización que luego desaparecen espontáneamente sin que se entienda muchas veces que fue lo que pasó.

Para Mc Dougall (1990) el término psicosomático se reserva para los trastornos orgánicos donde la disfunción fisiológica es demostrable. Aunque estos síntomas no parecen tener significado simbólico alguno, se presentan ligados a la estructura de personalidad del paciente, a las circunstancias de su vida, de su historia. Lo que resulta llamativo es que el paciente rara vez percibe tales conexiones o ligaduras y a menudo no es consciente de estar sometido a un estado de tensión particular.

A cien años de los descubrimientos freudianos, el tema del cuerpo es todavía oscuro, especie de tierra de nadie y de todos (médicos, analistas, bioenergéticos, masajistas, chocheros). No hemos podido escapar a la ilusión de que el cuerpo es lo real real y parece no tener conexión con la realidad psíquica.

En la medida en que es el cuerpo quien habla, podríamos pensar que la somatización es una especie de silenciamiento de la historia personal del sujeto. Esto me lleva a pensar que, entonces, el síntoma psicosomático en la medida en la que no es entendido, es el lugar silenciado en la teoría y la práctica psicoanalítica.

Todavía podemos decir con Freud (1890) que la acción de lo anímico sobre lo corporal halla poco favor a los ojos del médico, tememos todavía no pisar el terreno seguro de la ciencia positiva si aceptamos la influencia de lo anímico sobre lo corporal. Como suele suceder, Freud mismo no escapó, del todo, a esto.

En 1885 hizo una separación entre lo que llamaba psiconeurosis y neurosis actuales. En ese artículo parece conceder cierta autonomía a síntomas que se presentaban en las neurosis, como es el caso de aquellas que llamó neurosis actuales. La neurosis de angustia, situada dentro de estas últimas (¡junto con la neurastenia y la hipocondría!), se caracterizarían específicamente, por una acumulación de la excitación sexual que se transformaría directamente en síntoma corporal sin mediación psíquica. En estos casos existiría una ausencia, o insuficiencia de elaboración psíquica de la excitación somática que le impediría transformarse en libido psíquica y esto evitaría que entrara en conexión con grupos preestablecidos de representaciones, lo que ocasionaría que al no ser ligada esta energía, se derivara directamente al plano de lo somático. Separó, lo que él llamaba síntomas ideógenos de aquellos somáticos. Separación que resulta de vital importancia ya que considera que el método catártico sólo funciona para los primeros. Y tiene razón: decir lo recordado (aussprechen) no tiene sentido cuando no hay nada que pueda ser recordado.

Aunque se da cuenta de que no hay nada que hacer frente a estos síntomas somáticos, también muestra sus sospechas sobre una división tajante entre síntomas ideógenos y somáticos. Sin embargo, no abandona nunca su teoría de las neurosis actuales.

Plantea, al mismo tiempo, que la neurosis actual es algo intrínseco a la psiconeurosis. No hay psiconeurosis que, aunque pueda comprenderse plenamente desde factores psíquicos de la historia del sujeto, no contenga un momento de actualidad. Esto lo vemos sobre todo en la producción de síntomas y, como señala Laplanche (1964), se trata en el caso del síntoma psicosomático, de un tiempo (pasado) que se actualiza en lo actual del cuerpo.

El asunto se plantea entonces, de la siguiente manera: Existen dos puntos importantes a entender a) Si se trata de algo actual ¿tiene algo qué hacer el psicoanálisis con ello? b) Si los síntomas somáticos no tienen representabilidad ¿son entonces analizables? ¿puede un método basado en la palabra tocar aquello que no tiene palabra?

Las investigaciones durante los últimos años han seguido múltiples caminos. Algunos autores como Laplanche (1970), Aulagnier (1975), Mazeran (1990) y Balestriere (1990) enfocan el problema desde el punto de vista de la imposibilidad de la representación del sujeto y señalan la importancia de la pulsión de muerte en este tipo de síntomas, apuntan hacia el concepto de originario, planteado por Aulagnier, para distinguirlo de lo primero reprimido. Lo originario sería aquello que funda al sujeto. Samí Alí (1985) coincide con ellos aunque pone un mayor énfasis en el fenómeno de la proyección como el modelo originario de defensa del aparato psíquico.

Por otro lado encontramos autores como Barbier (1987), Pérez Penna (1988) y Arfouilloux (1990) que enfocan el problema desde la actuación, al acting-out, consideran la somatización como un acto y técnicamente lo trabajan desde ahí.

Aisenstein (1990) y Novick(1987) trabajan el problema desde el punto de vista del masoquismo primario, considerando éste como energía autodestructiva, puesta en el propio yo. En este sentido, también Kubo (1983) enfatiza la idea de defusión de pulsiones y predominio de la pulsión de muerte.

Fine (1990), Valler (1990) y Kuchenhoff (1992) coinciden en que el elemento fundamental para entender esta sintomatología es la organización del Yo y sus límites. Enfocan el problema desde un punto de vista tópico, más que energético. Consideran la somatización como un sistema defensivo del Yo, coincidiendo de esta manera con autores como Maldavsky (1988) y Anzieu (1987).

Desde el punto de vista de la relación de objeto, David (1985) y Parat (1986) apuntan que los síntomas psicosomáticos están relacionados con la pérdida de representantes afectivos u objetos amorosos, en este sentido tendrían relación con la depresión. También Luigi (1985), Debray (1984) y Prussoff y Shands (1977) intentan esclarecer el problema de la depresión, la conversión, la ansiedad y la somatización. Apuntan que en ocasiones los límites entre estos aspectos está confundido y ello ocasiona ciertos problemas para la comprensión de la sintomatología de los pacientes.

Podríamos seguir revisando bibliografía. Creo que lo más importante es que existen muchas divergencias, pero también algunas

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