Iniciativa y competencia, pensar y reflexionar
Enviado por andretoki • 7 de Junio de 2016 • Trabajo • 1.325 Palabras (6 Páginas) • 276 Visitas
Iniciativa y competencia.
Para pensar y reflexionar juntos.
Leyendo y analizando el artículo escrito por Emmi Pikler en el año ’79, puedo pensar en algunas estructuras que se dan en la mayoría de las culturas: cuando se habla de la/s persona/s, no se incluye en el término a los niños/as, o al menos, a los más pequeños.
Mi sensación es que al menos en un principio, la mayoría de las veces este pensamiento se da de esta forma (piensen cuando se nombra directamente a “las personas” o “la gente”)y, por experiencia, vengo recopilando observaciones tanto de padres, como colegas (docentes) y otros profesionales (salud, por ejemplo).
Muy contradictorio, evidentemente, con la mirada Pikleriana: el bebé ES una persona competente desde que nace.
¿Por qué nos es tan difícil, aunque haya comprobaciones teóricas y científicas que lo demuestran, poner en práctica las prácticas (valga la redundancia) que ponen de manifiesto al niño pequeño competente, respeta sus iniciativas y lo habilitan a una interacción activa con el adulto, aún siendo “profesionales” en distintas áreas?
Insisto entonces, de la teoría a la práctica ¿qué pasa en el medio que no se llega a fascinar el adulto a cargo de ese bebé por la misma fascinación que su autonomía provoca; y la omnipotencia (adulta) termina por aplacarla?
¿Cómo se ejercita la paciencia? ¿Cómo se profesionaliza el rol de quienes trabajan con niños y niñas pequeños/as para que esto no suceda? ¿Cómo puede el adulto ser “competente” en este proceso pikleriano?
Emmi Pikler, ha dado respuesta a todas estas preguntas en tantos artículos y libros que ha escrito; nos habla de libre movimiento (la frase “por sí mismo” tantas veces la hemos leído!), de un espacio preparado, de iniciativa propia, de anticipación, de cuidados que privilegien el equilibrio emocional. De aprender a “mirar”, “observar” y “sostener” a ese bebé que juega libremente. Las reacciones de un bebé dependen del “respeto” del otro que sostiene o no, las señales dependen del trato.
…”el juego es una experiencia siempre creadora, y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma básica de vida”…
…”el momento importante es aquel en el cual el niño SE SORPRENDE A SÍ MISMO. Lo importante no es el momento de mi inteligente interpretación”…Winnicott, 1971
“El niño que juega habita en una región que no es posible abandonar con facilidad y en la que no se admiten intrusiones…” D. Winnicott, Realidad y Juego.
Creo también que, como cita Daniel Calmels, a veces se confunde el juego “espontáneo” con “instantáneo”, y, al vincularlo con una temporalidad, se lo relaciona con lo súbito, imprevisto, brusco.(Para pensar)
A mi criterio, y creo que de todos los piklerianos, rapidez difiere ampliamente de espontaneidad.
Picasso decía: “Yo no busco, encuentro”…
Graciela Scheiner explica un poco estas estructuras adultas que avasallan u obstaculizan la iniciativa, el juego espontáneo, la libre elección, el movimiento (cuando hay movimiento en un bebé, todo su ser es el que percibe, es todo órgano sensorio, aunque éste sea casi imperceptible ante la mirada del adulto)
El jugar implica un pasaje de la deriva al rumbo, del caos al orden y del vacío al lleno, introducirse en el juego a través del caos para construir su propio orden interno (por ejemplo un niño que necesita desparramar muchos objetos para comenzar a jugar)
Por lo general, el adulto interviene en un caos que no debe ser “tocado”, debe ser acompañado con una mirada “tolerante”, sabiendo que ahí se produce una búsqueda y un orden (podemos trasladarlo también a un cambio de postura, la búsqueda del equilibrio, la lucha por alcanzar lo que está distante)
Tenemos por otro lado, al bebé que recorre sin rumbo fijo, a la deriva (o el que parece que no está haciendo nada) y que de pronto, algo lo llama, lo atrae (un color, forma, una materia que lo convoca) para salir de esta deriva y encontrar un rumbo en el jugar, en el “hacer”, accionar. También tenemos que tolerar esa búsqueda. Pero ¿qué solemos hacer? Darle al niño algo que esté buscando, que comúnmente no es lo que él seguramente encontraría por sí solo; es lo que nosotros tenemos como respuesta. Y también está la dificultad en tolerar estos espacios de “no tarea”, que todavía no son el jugar. Y esa tentación de decirle al niño “Tomá, hacé esto, mirá lo que tengo para vos!” “Hacer hacer”
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