La inevitabilidad del especialismo (Barbarie del especialismo)
Enviado por Diego Castro • 16 de Abril de 2016 • Ensayo • 2.008 Palabras (9 Páginas) • 402 Visitas
Diego Castro Zúñiga
La inevitabilidad del especialismo.
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Primeramente, antes de empezar este artículo, debemos enmarcar y delimitar el espacio en el que está escrito. Esto es, al margen de lo dicho por José Ortega y Gasset en un ensayo titulado “La Barbarie del especialismo” del libro La Rebelión de las Masas (Ortega y Gasset, 1969). Aquí él plantea el tema de la “masificación” del hombre, en general, y además, específicamente critica el hecho de que el saber se haya dividido al punto al que ha llegado en el presente. Él plantea el tema del especialismo como una barbarie púes considera que “mutilar” el conocimiento de esa manera atenta contra el hombre sabio de la antigüedad, que conocía todo sobre todo –específicamente el hombre de ciencia–. Además de Ortega, también me baso en un libro que es recopilación de una conferencia que se realizó en la Universidad de Costa Rica en el año 1980 respecto al tema de la formación humanística (Durán, 1980). Por lo que se comprende, de acá en adelante, que utilizaré estas fuentes cuando sean requeridas.
Entendemos que el especialismo –y el especialista, como tal– es una inevitabilidad como consecuencia del avance vertiginoso de la ciencia y la técnica. Asimismo, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el rápido crecimiento que ha tenido el saber y el hacer del ser humano –que algunos, inclusive, llamarán progreso–, a partir del siglo XX, se ha dado gracias a la especialización. El especialismo, al mismo tiempo que ha servido como un instrumento fundamental del progreso, ha sido, también, una oportunidad primordial para crear una visión parcial y desintegradora del conocimiento. ¿Qué quiere decir eso? Pues lo podemos ver de la siguiente forma: Entre mayor conocimiento la humanidad, como sociedad, como un todo, ha adquirido; y, cuanto mayormente se ha engrosado el apartado tecnológico y científico-enciclopédico, así tanto ha disminuido el sector del saber y el hacer que el hombre, individualmente, como unidad, domina. Esta relación inversamente proporcional, va a ir, ¿ha ido?, aumentando hasta que, en un escenario teórico, el hombre llegue a saber “de todo nada”.
El aspecto bárbaro que Ortega(1969) plantea, radica en el hecho de que el especialista, dice él, “(…) llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama diletantismo a la curiosidad por el conjunto del saber”(p.59). Es decir, el profesional ignora, casi totalmente, el ámbito general donde su especialidad se debe aplicar. Entonces aparece, posteriormente, como un elemento desintegrado de la cultura y la sociedad.
De este especialista bárbaro es del que queremos alejarnos, puesto que, como bien menciona Ortega, con esa forma de actuar tan deshumanizada, estamos violando la definición más esencial que debe otorgársele al saber del hombre, que es la de la unicidad, la integración. El saber es único. Y por lo tanto, luego de descomponerlo en sus partes (especialidades) habrá que retornar siempre a su fundamento y el especialista tendrá que “alejarse” de esta definición de especialista orteguiano y sintetizar.
Pero, ¿qué debe hacer el individuo para ser capaz de lograr esa integración? Parte importante de esta respuesta tendría que ser la educación. La educación integral, y especialmente las humanidades, pues estas juegan un papel importantísimo para que el individuo no se convierta en un bárbaro deshumanizado. Además, según Claudio Gutiérrez (1980, p.18), ex rector de la Universidad de Costa Rica (1974-1981), no debe ser la Universidad quien haga esa labor humanizadora, sino más bien “La universidad –la escuela, podríamos decir– debe preparar al estudiante para que él mismo realice esta tarea imprescindible”. A mi parecer, es un conjunto de las dos cosas: la academia, y el individuo.
Para que un especialista llegue a tener una percepción unificadora de la globalidad en que su especialidad está inmersa, debe humanizarse. Este debe surgir naturalmente de la totalidad del proceso educativo. Menciono a Lynn White en referencia al problema de la educación en el área de la ingeniería, que normalmente es vista como un área cien por ciento tecnificada y deshumanizada (la una no implica la otra), pues él cree que la ingeniería se involucra totalmente en la sociedad moderna y que, por esa razón, un ingeniero debe ser también un humanista, es decir, debe tratar de entender la vida.
El ingeniero ve amenazada de obsolescencia su propia especialidad si él, por su parte, no es también un humanista. Antes se debe de modificar la estructura educativa de las escuelas de ingeniería para encarar las nuevas necesidades profesionales de los ingenieros. También es necesario orientar a estos futuros profesionales paulatinamente hacia las preocupaciones comunes y humanas; esto por sí solo promoverá actitudes humanísticas (White, 1968).
En general, los Estudios Generales en la Universidad de Costa Rica responden a esto diciendo que se va a la universidad para adquirir una educación integradora, y el objetivo sería formar profesionales humanizados y cultos. Al respecto, la Doctora Rose Marie Karpinsky (1980), en la conferencia de Formación Humana, directora de la escuela de Estudios Generales en 1980, habla de un hombre culto y lo define como la persona que “(…) entiende el mundo particular en que vive y cuya vida tiene sentido y norte, porque sabe su posición en el Universo” (p.29). Y agrega que los Estudios Generales son una educación para la libertad que debe obtener cualquier profesional, sin importar si es un humanista o un científico: “(…) los Estudios Generales deben ocuparse de esta educación básica, que es una educación que libera la mente humana de dogmatismos, fanatismos y prejuicios” (p.29).
Muchas veces se habla de Estudios Generales como “Cultura General”, y si ser culto es la forma de no ser un bárbaro, debemos decir que ser generalista tampoco significa saber todo sobre todo, como lo afirman algunos anti-especialistas; y encontraría entonces, en esa búsqueda, una tarea que podríamos nada más que darle el adjetivo de utópica. Esto por cuanto el conocimiento se ha incrementado tanto que ya pasó el tiempo en el que un hombre podía identificarse con todas las áreas del saber.
El Dr. Roberto Murillo Zamora (1980), Decano de la Facultad de Letras –también en 1980–, en esa misma conferencia, habla del individuo culto como “la persona que tiene una actitud despierta, una actitud llena de curiosidad, llena de interés, el gusto creador y también recreador” y agrega que “(…) de nada sirve haber leído muchísimas cosas y haber hablado muchísimas cosas sin que uno las haga renacer dentro de uno mismo” (p.35).
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