La propuesta deWalter Benjamin sobre las posibilidades de la técnica de reproducción de imágenes
Enviado por flor102494 • 14 de Noviembre de 2013 • Resumen • 1.687 Palabras (7 Páginas) • 349 Visitas
Tal como afirma Oliveras: “Autenticidad, aura y culto
son términos asociados (…) En su origen las obras estuvieron
ligadas al cumplimiento de un valor ´cultual´”2,
es decir, estuvieron ligadas al cumplimiento de un ritual,
mágico o religioso.
De todos modos cuando Benjamin se refiere a la “recepción
cultual” también este tipo de recepción se da
en el Renacimiento. En el Renacimiento la obra sigue
siendo cultual, la diferencia es que no se rinde culto a
lo sagrado sino al original.
Cuando la obra se libera de lo cultural (a través de la
reproductibilidad) aumenta lo que Benjamin llama
“valor de exhibición”. Desligada del ritual, la obra de
arte adquirirá un nuevo valor que Benjamin denomina
“exhibitivo”.
Estas técnicas de reproducción estética suponen una
transformación radical en la experiencia estética en general
y en particular en la experiencia de la irrepetibilidad
de la obra de arte.
Resulta apasionante reflexionar, a partir de la propues-
Resumen: A partir de la propuesta de Walter Benjamin acerca de las posibilidades de reproducción técnica de las imágenes
favorecidas por la aparición de la fotografía y el cine, el texto se propone analizar algunos circuitos de producción artística y
circulación de obras y sus implicancias en el campo cultural contemporáneo.
Palabras claves: arte – fotografía – cine – recepción masiva – sociedad – reproducción – paradigma.
[Resúmenes en inglés y portugués en la página 74]
ta de Benjamin, acerca del modo en que los nuevos medios
modifican el concepto de “arte”. En este sentido es
prácticamente obsoleto juzgar a las obras surgidas de
nuevos paradigmas con los mismos parámetros del paradigma
anterior. Es decir, los términos que heredamos
de paradigmas del pasado (tales como “singularidad”,
“originalidad” e “irrepetibilidad”) ya no nos explican
las nuevas formas de arte: “Por lo tanto la cuestión
principal no es tanto si la fotografía o el cine son “arte”
sino cómo sus condiciones particulares de producción
han modificado la misma noción de arte, cómo han ampliado
su campo tradicional y cómo han influido en sus
manifestaciones institucionalizadas.
De hecho, la aparición de la fotografía ha producido
importantes cambios en la pintura. Matisse sostenía
que el pintor ya no tenía que preocuparse por detalles
insignificantes, ´pues para eso está la fotografía que lo
hace mucho mejor y más rápido´”3.
La reproductibilidad técnica de la imagen elimina esa
actitud reverencial que teníamos ante el arte del pasado,
así el arte deviene un producto más en la sociedad
de consumo.
Vivimos a tal punto en una cultura de la imagen que
nuestra experiencia de las cosas se funde con nuestra
experiencia de las imágenes tecnológicamente producidas
de las cosas.
Jiménez analiza esta problemática en un interesante artículo
titulado “Arte es todo lo que los hombres llaman
arte”4. Allí se propone rastrear los avatares por los que
pasó una de las imágenes tal vez más globalizadas: La
Mona Lisa de Da Vinci.
Si bien es cierto, nos explica Jiménez, que los contemporáneos
a Da Vinci ya consideraron a La Mona Lisa
como una gran obra de arte que abría un nuevo horizonte
ligado al retrato en escorzo, al descubrimiento
del sfumatto (para evitar la rigidez sobre todo de los
contornos de la boca y los ojos) y a la invitación extendida
hacia el espectador para que participe de la “creación”
de la obra, este hecho no explica por qué ante
una reproducción de La Mona Lisa inmediatamente la
reconocemos. Muchas otras obras maestras han sido
profusamente interpretadas y sin embargo no son tan
inmediatamente reconocidas por los espectadores.
La pregunta entonces que podríamos hacernos es ¿por
qué esta imagen nos resulta tan familiar? Jiménez, en
una especie de rastreo histórico de la obra, nos explica
el motivo. En el año 1911 La Mona Lisa fue robada del
Museo del Louvre. Este hecho hizo que los periódicos
de la época, tanto en Francia como en el exterior, comenzaran
a reproducir masivamente la obra. Es decir,
que la imagen se volvió sumamente familiar.
Incluso algunas artistas populares y famosas de la época
fueron fotografiadas posando como la Mona Lisa,
peinadas como ella y con una ropa similar.
Asimismo, comenzaron a circular una proliferación de
tarjetas postales que contenían la imagen de la Mona
Lisa en poses de lo más disparatadas (vistiendo una
mini falda, en actitud de burla, llevando un atuendo
festivo, etc.) o bien aparecía en diversas postales saludando
desde diferentes ciudades, dando a entender
que la Mona Lisa podía estar en manos del ladrón en
cualquier otra capital europea.
Cuando en 1914 se logró recuperar esta obra, una vez
más comenzó una ola de nuevas reproducciones.
Lo interesante de esta historia es que nunca antes una
obra de arte había sido reproducida tanto como la obra
de Da Vinci en un lapso de tres años.
Es decir que por primera vez en la historia una obra de
arte se introducía de una manera violenta en la cadena
de comunicación de masas: “Desde ese momento, comenzaría
un proceso imparable por el que la imagen de
la Mona Lisa se independizaría de la obra original de
Leonardo explicándose así la inmediata familiaridad
que sentimos hoy ante ella”5, y de alguna manera, este
hecho marca de forma irreversible la entrada del arte en
la era de la reproducción técnica.
La reproducción pone al alcance de cualquiera la imagen
de las obras y en este sentido la reproducción convierte
al arte en un objeto más de consumo.
La imagen se desdobla, se fragmenta, se distorsiona. La
imagen se multiplica: ¿por qué contentarse con una,
con dos o con cuatro? Como nos muestra Warhol en el
mundo de hoy “todos queremos más” y por eso “Treinta
son mejor que una” (este es el título de la obra de
Warhol en la que reproduce treinta veces la imagen de
la Mona Lisa).
En una era de reproductibilidad
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