Lealtad
Enviado por hojan123 • 31 de Marzo de 2015 • Síntesis • 3.091 Palabras (13 Páginas) • 342 Visitas
SCRITOR.- Nació en Guayaquil el 8 de julio de 1.912 en la casa de sus padres ubicada en la calle Villamil entre los callejones Gutiérrez y Calderón. Hijo legítimo de Enrique Gil Quezada, contratista municipal y agricultor, propietario de la hacienda Chojampe, fallecido en 1.919 a causa de un derrame cerebral y de Alejandrina Gilbert Pontón, llamada la Mamaleja, guayaquileños.
Huérfano de sólo siete años, aún niño, escribió el libro de versos “Iris”, al que dio su dulce aprobación la poetisa María Piedad Castillo de Leví. Enseguida se tropezó con la tierra que es siempre más áspera que la poesía y en la heredad paterna, montado a pelo y totalmente desnudo, bejuco en mano arreaba en las vacaciones de invierno al ganado; más, ese muchacho bárbaro, ese arreador, era un poeta.
Cursó la primaria en el Colegio “Cristóbal Colón” y la secundaria en el “Vicente Rocafuerte. “En 1.928 destacó como deportista ganando la carrera de cien metros planos y por su color trigueño le decían La Mona Gil, hizo más versos y dedicó uno a la Madrina Criolla de ese año, que publicó en la Revista “Ocaña Film” bajo el seudónimo de “Max Bert”.
En 1.929 escribió su primer cuento, que no llegó a publicar porque habiéndolo entregado con algunos poemas a Próspero Salcedo Mac Dowall, quien tenía su imprenta en el tradicional barrio del Conchero, éste los traspapeló involuntariamente. Uno de esos poemas era autobiográfico y relataba como es de suponer, la triste historia de un huerfanito. El mismo.
A mediados de 1.930, cuando estudiaba el quinto año, hubo una huelga contra su venerado tío el rector Abel Gilbert Pontón a quien los alumnos habían apodado “Tirano masca freno” por su mal carácter y a consecuencia de ella salió del Colegio y viajó a Riobamba con su madre, su hermano Antonio y sus primos hermanos los Gilbert Elizalde, cursando el sexto y último año en el Colegio “Pedro Vicente Maldonado”, donde obtuvo el título de Bachiller.
Mientras tanto, como simpatizaba con las ideas comunistas desde que su amigo de confianza Demetrio Aguilera Malta lo había llevado a presentar a Joaquín Gallegos Lara, más por solidaridad con los trabajadores que por convicción ideológica -pues aun no la tenía muy arraigada- contribuyó a organizar en Riobamba una cédula del partido comunista, junto a Arsenio Veloz, Luis Alvaro y otros, siendo elegido Secretario de Actas. (1)
En noviembre publicó con Gallegos Lara y Aguilera Malta el libro “Los que se van” con el siguiente subtítulo “Cuentos del cholo y del montubio”, conteniendo veinticuatro relatos cortos (ocho por cada uno) que fueron generalmente mal acogidos y se requirió muchos años para que la gente se acostumbrara al nuevo estilo del realismo social. Es interesante anotar que “Los que se van” fue aplaudido por el crítico español Francisco Ferrandis Albors que escribía bajo el seudónimo de “Feafa” en El Telégrafo. Posteriormente saludó su aparición Adolfo H. Simmonds y desde el exterior Benjamín Carrión, que escribía en Europa, pero sólo fue después de la gloriosa revolución del 28 de mayo de 1.944 y del nacimiento del Populismo en 1.947 que el país aceptó el realismo social como género literario de moda. Mientras tanto, no se lo enseñaba en los colegios porque no era tenido por “buena literatura”, debido a las situaciones escabrosas que se relataban y al insistente uso de las malas palabras.
(1) Los tres amigos vivían relativamente cerca y pronto se volvieron inseparables, algo así como hermanos del alma, porque siempre andaban juntos debido a que Gil Gilbert cargaba sobre sus espaldas a Gallegos Lara y lo siguió cargando mucho tiempo hasta 1.935 posiblemente, que dejó de hacerlo cuando ambos contrajeron matrimonio.
“El Malo”, uno de los cuentos de Gil Gilbert, constituyó su mejor aporte al libro, que en general contiene cuentos magníficos, solamente que diferentes al gusto de entonces. Sin embargo, el libro no pasó enteramente desapercibido, pues sirvió para que el grupo de Guayaquil se hiciera conocido y pronto se sumaron a él José de la Cuadra y Alfredo Pareja Diez-Canseco.
En 1.932 publicó en la Página literaria de “El Telégrafo” su poema “Leticia” sobre la guerra entre Colombia y Perú, fue designado profesor de Castellano y Literatura en el Rocafuerte y un día, mientras transitaba por los bajos del palacio Municipal de Guayaquil, se encontró casualmente con Pedro Saad y le solicitó ingresar al Partido Comunista, “incorporándose activamente a su militancia”, que no abandonaría jamás.
Por entonces también quiso fundar con Gallegos Lara la revista “Pacífico” y hasta se cartearon con Benjamín Carrión, pero como no obtuvieron el dinero necesario, el asunto no pasó de proyecto. También estudió dos años de Derecho y uno de Contabilidad en la Universidad de Guayaquil.
En 1.933 editó una colección de cuentos titulada “Yunga” en 116 págs. con relatos naturalistas del litoral ecuatoriano entre los que destacan “El Negro Santander”, “Los hijos”, “La Deuda”, “El Niño” y “El puro de Ño Juan” entre otros, obra que ha conocido numerosas ediciones dentro y fuera del país y en una Exposición del Poema Mural comenzó a enamorar a la joven pintora esmeraldeña Alba Calderón Zatizábal con quien contrajo matrimonio el 23 de Agosto de 1.934 y fueron a vivir en un departamentito. Su amigo Ferrandis Albors vivía en un departamento muy amplio en Clemente Ballén casi al llegar a Boyacá y generosamente invitó a Gallegos Lara y a Gil Gilbert -ambos recién casados- a que se mudaran con sus esposas a vivir con él. Fueron meses de excelente compañerismo y sana confraternidad. Dividían equitativamente el escaso presupuesto y hasta sobraba para comprar libros que leían por turno y luego comentaban en común, pero a los pocos meses se deshizo la unión cuando Alba dizque pilló coqueteando a Nela con Enrique. Fue un escándalo, Nela viajó a Quito y Joaquín se distanció de Enrique, aunque por poco tiempo, pues el problema había sido entre las damas mayormente. La inteligente Mamaleja aprovechó el momento y visitó a Alba y a Enrique y terminó convenciéndoles de que era mejor para todos vivir en la antigua casa de la calle Villamil y como era en extremo bondadosa ya jamás se separaron. En dicha casona se realizaron las reuniones de la “Sociedad de Escritores y Artistas Independientes”.
Era un joven delgado, trigueño, de grandes ojos negros y cejas alborotadas y cuando su esposa esperaba a su primogénito Enrique, le hizo un poema titulado “Canción de Nuestro Hijo” que es antológico. En Noviembre de ese año publicó en el periódico “Bandera Roja” del partido
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